Cuidado con el cuento aquel de un amigo mío de por allá, de los
llanos de Barinas. Yo más nunca lo había visto, ni sabía que él había obtenido
un tractor a crédito a bajo costo; ¡cuánto nos costó traer ese tractor de
China! Aquí en veinte años los campesinos no tenían tractores, ni maquinarias.
Entonces lo veo a él
por allá en un alboroto de gente, así como aquí, y le doy un abrazo: “¿Cómo
estás tú, cómo te va, cómo está tu mujer, tus hijos?” Entonces él muy alegre me
dice: “Hugo, te doy las gracias”. “¿Por qué?” “No, ya yo me arreglé”. “¿Qué es
eso, qué significa?” “Bueno, el tractor que me prestaste.” Yo no se lo presté,
se lo prestó el gobierno revolucionario, yo ni sabía que a él le habían
prestado un tractor a crédito. Ahí me detengo, lo agarro por el hombro y le pregunto:
“¿Qué es lo que has hecho con el tractor?, ¿cuántas hectáreas has sembrado?”
“No, yo ahora no siembro, chico. Ahora lo que hago es alquilar el tractor y me
he ganado ya como veinte millones de bolívares, compré una casa nueva, ahora
soy rico”.
Fíjense la parte de la
conciencia, él cree que eso es bueno. Yo lo regañé y le dije: “Tú eres un…”.
Bueno no voy a decir la palabra. “¿Cómo tú vas a hacer eso?” Estaba explotando
a sus hermanos porque tenía un tractor. Lo mismo que a él le hicieron durante mucho
tiempo los dueños de la máquina, que le alquilaban el tractor y le quitaban un
ojo de la cara, y todo el dinero, toda la ganancia se la llevaba el dueño de la
máquina. Y esos campesinos trabajando toda la vida y nunca salieron de la
miseria, esa es la verdad, ese es el capitalismo, esa es la perversión del
capitalismo.
Por: HUGO CHÁVEZ FRÍAS.
CUENTOS DEL ARAÑERO.
No hay comentarios:
Publicar un comentario