Algunos analistas se imaginan grandes acuerdos
pactados a raíz de la pulseada que siguió a la decisión de Barack Obama
de bombardear Siria [y su posterior retroceso]. Hablan de escenarios que
sólo existen en sus cabezas sobre supuestos arreglos entre Rusia y
Estados Unidos.
Informaciones provenientes de fuentes confiables indican que la
prioridad de Rusia era impedir todo ataque contra Siria. Rusia tomó
además todas las medidas necesarias para alcanzar ese objetivo. Eso pudo
verse claramente en el anuncio que hizo el presidente Putin sobre el
compromiso de aportar a Siria todo el equipamiento militar y el respaldo
económico necesario para defenderse ante cualquier agresión exterior.
La decisión rusa se concretó en el terreno a través de medidas como el
envío de varios navíos de guerra a las aguas cercanas a las costas
sirias y entregas de armas sofisticadas en función de contratos ya
firmados.
Esas informaciones aseguran que la decisión estadounidense de atacar
Siria era seria y no una maniobra, como ha querido hacer ver Obama luego
de haberse visto obligado a retroceder. Irán y Rusia disponen de
información segura sobre el hecho que el Pentágono había fijado el día y
la hora del inicio de la agresión. La decisión fue anulada cuando
Estados Unidos comprendió que el costo sería muy elevado debido a la
decisión de Siria de resistir y sobre todo cuando se supo que los
misiles sirios estaban desplegados y listos para su uso. Irán también
envió señales fuertes al activar sus misiles balísticos de largo
alcance, capaces de alcanzar objetivos militares y económicos,
terrestres y marítimos en toda la región que va desde el estrecho de
Ormuz hasta Israel y pasando por los países del Golfo. Además, el
silencio del Hezbollah fue un enigma difícil de evaluar en el proceso de
cálculo de los por y los contras.
Cuando Estados Unidos se resignó a dejar la cuestión en manos del
Consejo de Seguridad de la ONU, aceptando así la nueva correlación
mundial de fuerzas, Moscú se dedicó a encaminar la solución política que
el mando sirio había propuesto desde el inicio, basada en un mecanismo
que garantice el cese de la violencia y el inicio del diálogo político.
Vladimir Putin expresó esa visión al exponer su iniciativa sobre las
armas químicas, resaltando la necesidad de poner fin al flujo de armas y
de mercenarios hacia Siria y llamando al cese del respaldo a los
terroristas. Mencionó además la necesidad de un compromiso
estadounidense en ese sentido para obligar a los demás Estados que
actualmente financian y arman a los terroristas a que dejen de hacerlo.
Hasta el momento Washington no ha aportado una respuesta positiva a
esa gestión rusa y se esfuerza por esquivar todo compromiso mientras que
mantiene su cobertura política a sus socios y aliados en la guerra
contra Siria. Pero los países occidentales están empezando a reconocer
que parte de lo que ellos llaman «grupos moderados» vienen en realidad de las filas de al-Qaeda.
En ese contexto, los combatientes vinculados a esa organización
terrorista muestran ahora abiertamente su voluntad de controlar las
regiones rebeldes de Siria y están tratando de expulsar a sus rivales de
una franja de territorio que se extiende desde Irak hasta Turquía.
La organización que se hace llamar «Estado Islámico de Irak y del Levante»
(EIIL), bajo las órdenes del iraquí Abu Bakr al-Bagdadi, ha instalado
puntos de control en las principales vías terrestres que conducen a la
frontera y ha abierto además varios frentes para enfrentar a sus
competidores.
Según testimonios recogidos entre rebeldes y civiles que residen en
el norte y el este del país, ese grupo está tratando de apoderarse de
los recursos naturales –como el petróleo–, controlar los ejes de
carreteras y someter a la población.
El conflicto entre Rusia y Estados Unidos prosigue en el marco de la
nueva correlación de fuerzas, con todas sus complejidades geopolíticas y
económicas. El primer cambio en las relaciones entre Irán y
Estados Unidos es fruto de la nueva situación, surgida de la resistencia
de Siria y de los éxitos que el Eje de la Resistencia ha registrado
durante las dos últimas décadas.
Pero nada de eso quiere decir que rusos y estadounidenses, o iraníes y
estadounidenses, hayan concluido algún trato sobre Siria o sobre otros
de los muchos diferendos existentes, como la cuestión nuclear iraní, el
escudo antimisiles estadounidense, Bahréin, Yemen o la retirada de
Afganistán.
Rusia está tratando de recuperar todas sus zonas tradicionales de
influencia tomadas por Estados Unidos después del derrumbe de la Unión
Soviética, lo cual incluye antiguas repúblicas soviéticas, Estados que
fueron miembros del desaparecido Pacto de Varsovia y países eslavos y
ortodoxos.
Irán, por su parte, aspira a que Occidente reconozca por fin
su importancia como actor regional y a obtener el levantamiento de las
sanciones internacionales, conservando a la vez su derecho al desarrollo
de la industria nuclear.
Y Siria, para terminar, está decidida a aplastar a los terroristas y
mercenarios internacionales, respaldados por Turquía y los países del
Golfo. Al igual que hace varios meses, hoy en día todo se decide en el
campo de batalla.
Ghaleb Kandil
Fuente: New Orient News (Líbano)
Tomado de http://www.voltairenet.org
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