Hoy
duele, ciertamente duele ver cómo te queman, a ti que admiro, a la que cuando
le veo, ondeando en cualquier lugar del mundo, lloro plena de orgullo. A ti,
bandera mía, no entiendo existan gentes sin escrúpulos que puedan quemarte o
mancillarte. Si es para herirme, como cubana que soy, me han herido.
¿Cómo,
si has llevado al mundo solidaridad, humanismo, mano amiga al que sufre, pueden
hoy irrespetarte?
Hoy
te he visto quemada por inescrupulosos, a ti que ondeas en lugar en que jamás
se ha denigrado, incluso, a otras banderas, a pesar de las diferencias
políticas.
Tampoco
acepto a aquellos cubanos, olvidados del patriotismo, que se congratulan, en
medios de sus viejos odios, por tal afrenta a que te han sometido.
Como
cubana que soy, lejos de mi tierra amada, “no permito que te silencien, ni te rompan, ni
te quemen”, pues para mí no hay bandera más bella que tú y con más derecho a
ondear limpia y orgullosa.
Es
que tú bandera mía, estás presente como parte de mi vida y de todas las cosas
que más amo. Mi abuelo te defendió, junto a Martí, en nuestras guerras de
independencia. Mi tío adolescente te llevó, orgulloso, hasta la Sierra Maestra,
y por ti murió asesinado, por verte libre y plena.
Ante
el dolor que provocó tal afrenta, solo puedo reconfortarme ante el vil y ante
el canalla, recordando los versos de Bonifacio
Byrne.
Mi
Bandera
Al
volver de distante ribera,
con
el alma enlutada y sombría,
afanoso
busqué mi bandera
¡y
otra he visto además de la mía!
¿Dónde
está mi bandera cubana,
la
bandera más bella que existe?
¡Desde
el buque la vi esta mañana,
y no
he visto una cosa más triste..!
Con
la fe de las almas ausentes,
hoy
sostengo con honda energía,
que
no deben flotar dos banderas
donde
basta con una: ¡La mía!
En
los campos que hoy son un osario
vio
a los bravos batiéndose juntos,
y
ella ha sido el honroso sudario
de
los pobres guerreros difuntos.
Orgullosa
lució en la pelea,
sin
pueril y romántico alarde;
¡al
cubano que en ella no crea
se
le debe azotar por cobarde!
En
el fondo de obscuras prisiones
no
escuchó ni la queja más leve,
y
sus huellas en otras regiones
son
letreros de luz en la nieve…
¿No
la veis? Mi bandera es aquella
que
no ha sido jamás mercenaria,
y en
la cual resplandece una estrella,
con
más luz cuando más solitaria.
Del
destierro en el alma la traje
entre
tantos recuerdos dispersos,
y he
sabido rendirle homenaje
al
hacerla flotar en mis versos.
Aunque
lánguida y triste tremola,
mi
ambición es que el sol, con su lumbre,
la
ilumine a ella sola, ¡a ella sola!
en
el llano, en el mar y en la cumbre.
Si
desecha en menudos pedazos
llega
a ser mi bandera algún día…
¡Nuestros
muertos alzando los brazos
la
sabrán defender todavía!…
Ada
María de Boer
Cubana
residente en Alemania.
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