Mientras diferentes hechos apuntan hacia nuevas oportunidades para
mejorar las relaciones con Cuba Obama usa la retórica sin que adopte
ninguna medida concreta en esa dirección.
De un tiempo a esta parte gana fuerza en los Estados Unidos y en
otros países la impresión de que cada vez más se dan las condiciones
para un mejoramiento de las relaciones de Washington con Cuba, algo
sobre lo que el Presidente Barack Obama podría influir decisivamente si
hace uso de sus prerrogativas como jefe de Estado.
La tendencia que gana fuerza, sobre todo a partir del estrechón de
manos de Obama con Presidente cubano Raúl Castro en las exequias del
líder histórico sudafricano Nelson Mandela en Johannesburgo, a inicios
de diciembre pasado, ha tenido su continuidad con la exitosa II Cumbre
de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac),
efectuada en La Habana los días 28 y 29 de enero de 2014, y en la
inauguración de la primera etapa de la Zona Especial de Desarrollo del
puerto del Mariel (ZEDM) el 27 de enero.
El mandatario estadounidense debe tener bien claro —y así debían
aconsejárselo sus asesores— que Cuba ha sido aceptada definitivamente
por los países de la región, con los cuales mantiene vínculos estrechos,
y que cualquier avance de las relaciones con sus vecinos del sur pasa
por una mejora de las relaciones entre Washington y La Habana.
Lamentablemente, todo parece indicar que en lugar de sacar las
debidas conclusiones de la realidad puesta de manifiesto con la cumbre
de la Celac, en los Estados Unidos han apostado a tratar de desmontar la
incipiente voluntad integradora latinoamericana por medio del
contraataque en Venezuela, en Argentina, en Ecuador… para quebrar el
proceso de unidad tal como hicieran en tiempos de Bolívar.
Se crea entonces la impresión de que el esbozo de mejoramiento de las
relaciones entre EE.UU. y Cuba depende del fracaso de la actual
arremetida de la superpotencia contra la América Nuestra.
Ya en el plano puramente bilateral las condiciones para un
acercamiento entre los dos países existen. Según analistas, bastaría que
Obama cumpliera su palabra de eliminar la execrable prisión que
mantiene en su ilegal base de Guantánamo y que dejara en libertad a los
antiterroristas cubanos que cumplen injustas penas en cárceles de EE.UU.
para allanar el camino a la aproximación diplomática y tal vez también
económica.
Precisamente en el terreno económico hace rato que distintos factores
han llamado la atención en USA acerca de la necesidad de regularizar
vínculos con la isla o al menos permitir que empresas privadas y
organismos federales establezcan contactos con su contraparte, porque
hay sectores de la economía cubana, como el turismo y el petróleo,
especialmente atractivos para posibles inversores norteños.
De forma particular, las licitaciones en la zona económica cubana del
Golfo de México suscitaron gran interés en los EE.UU., tanto en lo que
atañe a posibles negocios como a las medidas conjuntas de seguridad
ambiental que se pueden —y deben—tomar, sobre todo a partir de la
experiencia derivada del derrame de crudo provocado por el accidente de
una plataforma de la British Petroleum cerca de las costas de Louisiana.
Aunque el tema petróleo puede haber pasado a segundo plano, al menos
temporalmente mientras se reinician las perforaciones exploratorias en
el área, cerca de allí, puede decirse que frente por frente, emerge la
futura zona franca y súper puerto del Mariel como atractivo imán para
hipotéticas inversiones de compañías norteamericanas que, de no
suavizarse el bloqueo, quedará vedado para ellas.
Pero volvamos al aspecto político. Hace pocos días se conocieron en
USA los resultados de una encuesta según la cual el 56 por ciento de los
estadounidenses están a favor de que se elimine el bloqueo y que el
número llegaba al 63 por ciento en el estado de la Florida, donde se
supone que debía ser mayor la oposición a la medida por residir allí los
individuos más recalcitrantes de la derecha cubano-americana.
Si los Estados Unidos fuesen una verdadera democracia se impondría
sin mayores problemas la decisión de quitar a Cuba de la lista de países
terroristas en que de forma arbitraria Washington la incluyó un día.
Igualmente se irían desmontando los instrumentos jurídicos del bloqueo
hasta su total eliminación en un plazo razonablemente breve, puesto que
es una política ineficaz, contraproducente y repudiada de forma
aplastante por la comunidad internacional, incluidos los aliados de USA.
Pero la vida ha demostrado de manera inequívoca que en el país vecino
reina la politiquería, no la alta política dimanante solo de una
verdadera democracia, de ahí la existencia y funcionamiento de los
Lobbies de influencia en el Congreso y la forma en que el dinero de los
ricos y las grandes corporaciones interviene en el sistema, relegando a
la intrascendencia la opinión del pueblo, por demás deformada por el
barraje infamante de los medios.
Y en ese Congreso tiene una desproporcionada influencia el Lobby
anticubano conformado por políticos cubanoamericanos como Marco Rubio,
Mario Díaz-Balart, Bob Menéndez y Ted Cruz, acérrimos enemigos de un
acercamiento. Todo ello hace que poco se pueda esperar del actual debate
en el Capitolio acerca del tema del bloqueo, sobre todo a partir de
iniciativas de algunos congresistas demócratas y republicanos que se han
pronunciado por su eliminación.
Por lo pronto, muy poco queda de las promesas de Barack Obama en
relación con Cuba hechas en los tiempos de su candidatura y primer
período presidencial, como no fuera la autorización para el libre envío
de remesas y el derecho para los nacidos en la isla y radicados en USA a
visitar a los suyos en su tierra. Porque en otros aspectos se ha
opuesto a quitarnos de la lista de países terroristas e incluso ha
recrudecido el bloqueo con su persecución a los negocios de La Habana
con terceros.
De ahí que cuando este abogado y político empuña el micrófono para
hablar del tema Cuba, se le mire desde acá con justificado y total
escepticismo.
Pastor Guzmán
Tomado de Escambray
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