La
noticia levantó mis suspicacias de inmediato. Todas las agencias de prensa
dieron una amplia cobertura a las declaraciones de un funcionario
norteamericano sobre la amenaza de emplear tubos de pasta de dientes o
cosméticos para trasladar explosivos hacia Sochi, sede de los Juegos Olímpicos
de Invierno. Según las informaciones –para mí creíbles-, el Departamento de
Seguridad Interna lanzó una alerta sobre una posible amenaza terrorista
específica contra este evento invernal.
Aunque
el comunicado se escuda en una medida de precaución y, en tal sentido orientó a
la TSA, encargada de la seguridad en el transporte en ese país, vigilar el
abordaje de pasajeros con pequeños tubos
de pasta dental o cosméticos, muchas expectativas quedan abiertas. Por su
parte, las autoridades rusas han tratado de minimizar la amenaza, aunque se
sabe que han tomado en cuenta concienzudamente dicha alerta, poniendo ciertas
reglas con respecto al equipaje de mano y el traslado de líquidos en el mismo.
NBC,
cadena norteamericana destacó que la amenaza era poco probable de ser válida
para aviones norteamericanos con destino a Rusia y sí para las aerolíneas con
otros orígenes y similar destino, en un exceso de confianza muy cuestionable.
Por
su parte, el representante republicano por Nueva York y presidente del subcomité terrorismo e
inteligencia de la Cámara de Representantes, Peter King, manifestó a CNN una actitud más razonable y adecuada al
peligro que entraña esta amenaza.
Aunque
la vida me ha hecho un experto en terrorismo, creo sobremanera en los
antecedentes reales que he conocido o con los que he estado vinculado. En una
oportunidad, por orden de la Fundación Nacional Cubano Americana y Luis Posada Carriles,
trasladé cerca de 900 gramos de C-4 en aviones comerciales para ser –supuestamente-,
detonados en Cuba. Los mismos se encontraban enmascarados en un pomo de shampoo
y su respectivo acondicionador, marca Silkene.
Este fue el inicio del empleo de aerolíneas por parte de terroristas asentados
en la ciudad de Miami, quienes financiaron una oleada contra instalaciones
turísticas en Cuba y cuyo punto de partida fueron varias ciudades
centroamericanas.
Cambiar
el enfoque de que las aerolíneas siguen siendo un blanco de terroristas sería
un error cuyas consecuencias serían inimaginables.
Otro
hecho levanta mis suspicacias y recelos. Aún recuerdo la captura a inicios de
marzo de 1998 de los guatemaltecos Nader Kamal Musallam Baracat y María Elena
González Mesa de Fernández, procedentes de Cancún, quienes transportaban la masa explosiva en tubos de pasta de dientes.
Los detonadores eran transportados por la mujer quien, luego de evadir la
vigilancia aeroportuaria, fue capturada en pocas horas.
Ambos
terroristas fueron reclutados por Francisco Chávez Abarca, por indicaciones de
Luis Posada Carriles y la FNCA, siendo reclutados un mes antes con un premio de
3000 dólares (Manuel González, como se identificó Nader Kamal Musallam Baracat)
y 2 000 USD para la mujer. 16 días después fue capturado Jazid Iván Fernández
Mendoza, esposo de María Elena, quien estaba involucrado en el macabro asunto,
por los resultados de las pruebas periciales que demostraron su participación
en el manejo de los artefactos explosivos.
El Tribunal
Popular Provincial de Ciudad de La Habana, en la causa 4/99, les condenó por
haber introducido en Cuba, con fines terroristas, 432 gramos de explosivos,
detonadores y relojes.
Hoy
se encuentran en libertad, gracias a la benevolencia de las autoridades
cubanas, luego de cumplir parte de sus condenas.
De
tal forma, estimados lectores, el empleo de tubos de pasta de dientes como
escondrijo para trasportar explosivos, aunque inusual, ha sido empleado con
anterioridad y esa información la conocen detalladamente la Sección
Antiterrorista del Departamento de Estado norteamericano, el FBI y la CIA.
Saben también que estos actos de terrorismo fueron financiados por altos
funcionarios de la FNCA y del Consejo por la Libertad de Cuba (CLC). Por
supuesto, conocen la implicación directa de Luis Posada Carriles y Francisco
Chávez Abarca en estos hechos.
Es
por ello que esta alerta extraña, parte de una escondida maraña.
Percy
Francisco Alvarado Godoy.
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