1
Lo
traicionan, lo abandonan, lo capturan, los sacerdotes lo condenan,
el jefe del ejército de ocupación manda ejecutar la sentencia, las
turbas animan a los verdugos que lo clavan de un madero, ahí expira
llamando a un Padre que nunca viene. Apenas lo lloran una enamorada y una
madre. Después, dispersos fieles que viven en comunidad, más tarde un imperio,
al fin más de la tercera parte de la humanidad clama por un Hijo que venga a
librarlos de la traición, del dolor, de la muerte.
2
Ay, balazo, dicen
que grita al caer de la mula, herido por asesinos que lo emboscan. Ay,
Cumaná. Ay, Ayacucho. Ay, América. Al golpear el suelo ya no es más que
muerte, pero pasan dos siglos y los países cuya independencia selló en esa
meseta llamada Rincón de los Muertos alientan, crecen, esperan.
3
Él sabe que
va a morir, arde en fiebre, delira. Casi todos lo abandonan. Hasta la vida se
le va. Un médico sin título le diagnostica tisis sin
esperanza. Aquellos a quienes condujo a independizar la Cuarta
Parte del Mundo despedazan su Patria Grande en republiquitas. Todo lo ha
dado y a cambio ha recibido sólo un título honroso y un pasaporte al exilio. De
su inmensa fortuna no queda ni una camisa limpia para enterrarlo. Lo único que
puede dar es el perdón y lo otorga generosamente. Dos siglos más tarde las
fragmentadas republiquitas se reconocen como Patria Grande.
4
A la voz de “Tierra
y hombres libres” levanta ejércitos de la nada, encabeza un
torrente de ira, vence la batalla decisiva contra la oligarquía. Cuando se
prepara a destruirla, inspecciona trincheras sin otra escolta que el más
vanidoso y más ambicioso de sus oficiales. Un balazo tan certero que debe haber
sido disparado de cerca le vuela la cabeza. Esconden su cuerpo exánime pero no
su recuerdo. Pasan demasiados años y su tierra florece en fundos comunales que
llevan su nombre.
5
Este es un pequeño
y frágil poeta que consigna en la última carta a su hermano su
deber de “impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por
las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras
tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso”. Un día después
en su primer combate cae muerto de tres balazos. Cuatro años más tarde
Estados Unidos interrumpe la Guerra de Independencia e instaura un
protectorado sobre Cuba. Medio siglo después y por siempre Cuba se convierte en
Territorio Libre de América.
6
Este fue peón y domador de
caballos y agrarista y entregó a los campesinos las tierras comunales de la
Villa de Ayala. Peleó victoriosamente contra tres presidentes; de frente
nadie le pudo; un tal Guajardo le ofrece pasarse para la Revolución
y entregarle un parque y en cuanto lo tiene a tiro lo acribilla en traicionera
emboscada. Nadie cree que ha muerto. Zapata vive. Viva Zapata. Pregunte en
Anenehuilco.
7
Lo rastrean con
foto sensible al calor tomada por aviones espías gringos, lo persiguen,
lo abalean en la pierna, le caen a culatazos, lo arrastran hasta un rancho,
lo dejan para que siga desangrándose. Es un preso infinitamente más
grande que sus captores. Batalló y venció en tres frentes, y en la geografía
infinita de la idea. Mientras aliente, es un peligro. Un voluntario le
descerraja unos tiros. Después le cortan las manos. Cinco décadas después la
tierra que regó con su sangre se subleva democráticamente y domina sus recursos
naturales.
8
La entrega al
pueblo atrae la muerte como la cumbre al rayo. Aquel cae en emboscada de
los Somozas, el otro en París pidiéndole a España que aparte de él este cáliz.
El otro es asesinado en La Moneda mientras defiende con metralleta
que no sabe manejar el voto con el que el pueblo lo hizo Presidente ¿Quién
contará las estrellas o los que se fueron a pesar de que debían seguir
alumbrándonos? Toda muerte es prematura. Nuestra vocación es la eternidad. La
talla de quien nos deja se mide por la tarea que nos lega. Quien muere por la
justicia al tercer día resucita en su obra.
(TEXTO/FOTO: LUIS
BRITTO)
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