Los científicos todavía no han inventado la manera de
desguazar otro tipo de basura espacial, que, dicho sea de paso,
representa un gran peligro para los satélites y cosmonautas.
La
época de la conquista activa del espacio cósmico comenzó cincuenta y
seis años atrás. El 4 de octubre de 1957 científicos soviéticos lanzaron
el primer satélite artificial de la Tierra. Nadie sabe cuántos
satélites y expediciones pilotadas fueron lanzadas desde entonces. Y
todas ellas dejaron en su rastro en el espacio: bloques de aceleración
de los cohetes que perdieron el control. Esta basura representa un gran
peligro, dice el miembro de número de la Academia de Cosmonáutica
Tsiolkovski de Rusia y especialista en política cósmica, Andréi Ionin.
–El
que el tamaño de la mayor parte de estos restos de basura espacial no
sea grande no debe dar lugar a confusión, porque en el espacio
extraterrestre esas piezas se desplazan a enormes velocidades y aún hay
que calcular las velocidades relativas.
Se dieron
casos en que algunos restos se acercaban a la estación y representaban
una amenaza para ella. Los cosmonautas se ponían las escafandras y
pasaban a la cápsula Soyuz, para el caso de que se diera una situación
peligrosa tener la posibilidad de partir hacia la Tierra. La EEI de
momento tuvo suerte. Pero el revestimiento de los transbordadores
norteamericanos dos veces fue perforado. En 2006 un minúsculo trozo de
algún ingenio espacial impactó contra un satélite. Como resultado los
habitantes del Extremo Oriente se quedaron por un tiempo sin televisión.
Teniendo en cuenta que las tecnologías terrestres están cada vez más
ligadas al espacio, la basura espacial en cualquier momento puede
alterar la vida de cada uno de nosotros, señala el director de la
revista Nóvosti Kosmonáutiki(Noticias de la Cosmonáutica), Igor Marinin:
–Tanto
en Rusia como en cualquier otro país no hay ninguna resolución
razonable acerca de cómo quitar esa basura. Algunos dicen que se lo
puede hacer con una red. El proyecto es totalmente irreal, porque la
basura se desplaza en diferentes direcciones y velocidades de entre diez
y doce kilómetros por segundo. Más rápido que una bala. Ninguna red
puede atrapar esos restos. Otros hablaban de imanes. También es irreal,
porque la mayoría de los metales con que se construyen los satélites no
se imantan, son de duraluminio.
Se expusieron
ideas fantásticas como la de quemar los restos con rayos láser desde la
Tierra, también se proponía lanzar al espacio un robot recolector de
objetos. Pero, en realidad, la única resolución eficiente es que cada
uno junte su propia basura. Por ejemplo, el bloque de aceleración, que
pone a los satélites de una órbita baja a otra alta, queda en vuelo
libre en el espacio. Si en el proyecto se prevé una mayor cantidad de
combustible y se contempla la posibilidad de mando, entonces en el
momento necesario se puede sacar el bloque a la atmósfera, donde se
quemará. Pero esto eleva el coste del proyecto y por eso no todos
aceptan la idea, destaca el experto Igor Marinin:
–Surgen
grandes problemas con los nanosatélites y los microsatélites, que
últimamente están de moda. Son más baratos. Con ayuda de un enjambre de
tales satélites se pueden cumplir tareas que resuelve un costoso
armatoste espacial. No está mal. Pero, por lo general, estos satélites
tienen un ciclo de vida corto, se deterioran rápidamente y no tienen
posibilidad de abandonar la órbita. De tal modo, ensuciamos el espacio
con nano y microsatélites. Por otra parte, es irreal obligar a los
institutos y universidades, que se dedican a estos pequeños satélites, a
fabricar instalaciones motrices y exigirles que, una vez acabado el
ciclo de vida, los satélites sigan siendo dirigibles y abandonen la
órbita por mando desde Tierra. Esto aumenta el coste de los satélites y
los vuelven no rentables.
Según diversos datos,
ahora entre trescientos y seiscientos aparatos de diferente tamaño se
encuentran en vuelo libre. La mitad son viejos satélites y piezas de
esos ingenios. Se tiene calculado que la mayor parte de la basura
espacial pertenece a China, el 40 %, a EEUU el 27,5 % y a Rusia el 25,5
%.
La Voz de Rusia
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