No es posible justipreciar este acontecimiento, presagio
del pronto fin de la prolongada guerra en Colombia, fuera del contexto
contradictorio del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre La
Habana y Washington, y la sorprendente solución pacífica del agudo conflicto
fronterizo que estalló entre Caracas y Bogotá- de una parte- y la continuidad de la contraofensiva
estadounidense y oligárquica contra las transformaciones políticas y sociales
habidas en Latinoamérica en años recientes, que la reacción califica de “ciclo
progresista”
El documento fue firmado por Iván Márquez y Humberto de
la Calle, respectivamente jefes de las delegaciones de las FARC-EP y del
Gobierno colombiano, así como por los representantes de los países garantes,
Cuba y Noruega, y de los países
acompañantes, Venezuela y Chile.
El texto aprobado, antesala del acuerdo definitivo de
paz, que, según se pactó, debe firmarse en el término de seis meses, supone un
momento irreversible en el camino a la conclusión del conflicto, reconoce a las
víctimas como la parte más importante del acuerdo, y establece mecanismos para
la aplicar la justicia y garantizar que no se repitan los delitos que se
hicieron presentes a lo largo de la confrontación.
Timoleón Jiménez convocó a los colombianos a la unidad
para lograr la paz definitiva y aunar esfuerzos para neutralizar el odio, en
tanto el presidente Santos reconoció y valoró el paso dado por la insurgencia
al anunciar que “a más tardar el 23 de marzo de 2016” se firmará la paz en Colombia.
En la ceremonia se rubricó por los representantes de la guerrilla
y del gobierno de Colombia un comunicado conjunto que establece una
Jurisdicción Especial de Justicia para garantizar que los crímenes de la guerra
no queden impunes.
Un apretón de manos, llamado a ser histórico, entre
Santos y Timoleón Jiménez, en presencia del presidente Raúl Castro, fue
expresión del sentimiento de ambas partes de que estaban dando un trascendental
paso hacia la solución definitiva de un conflicto que ya dura casi seis
décadas.
Concluyendo la ceremonia, el mandatario cubano subrayó
que la paz en Colombia no sólo es posible, sino también indispensable para el
cumplimiento cabal la declaración de América Latina y el Caribe como zona de
paz, tal como fuera proclamado durante la Segunda Cumbre de Comunidad de
Estados Latinoamericanos y Caribeños, primera y única organización que reúne a
todos los Estados de América Latina y el Caribe sin la presencia de Estados
Unidos, Canadá o Europa.
No es posible justipreciar este acontecimiento, presagio
del pronto fin de la prolongada guerra en Colombia, fuera del contexto
contradictorio del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre La
Habana y Washington, y la sorprendente solución pacífica del agudo conflicto
fronterizo que estalló entre Caracas y Bogotá- de una parte- y la continuidad de la contraofensiva
estadounidense y oligárquica contra las transformaciones políticas y sociales
habidas en Latinoamérica en años recientes, que la reacción califica de “ciclo
progresista”.
La contraofensiva ha estado dirigida básicamente contra
una veintena de gobiernos independientes de países de la región que defienden
sus soberanías y son partidarios de la unidad e integración de América Latina y
el Caribe.
La campaña por
revertir el “ciclo progresista” comenzó con el ataque estadounidense a territorio
ecuatoriano y el restablecimiento de la IV Flota por Washington (2008), siguió
con los golpes de Estado contra Zelaya en Honduras (2009) y Lugo en Paraguay
(2012); y las fallidas asonadas contra
Evo Morales en Bolivia (2008) y Correa en Ecuador (2010). No es posible
olvidar el golpe fallido y el boicot petrolero en Venezuela (2002-2003) y el
acoso desestabilizador en la última década contra los gobiernos de esta última
y Ecuador.
Fracasados en el empeño por derrotarles en las urnas,
intentan aplicar modelos y técnicas de las “revoluciones de colores” que
Estados Unidos ha utilizado en otras latitudes para derrocar regímenes
incómodos, contra los gobiernos legitimados por elecciones democráticas de
Rafael Correa, Dilma Rousseff, Cristina Fernández, y Salvador Sánchez Cerén, en
Brasil, Ecuador, Argentina y El Salvador, respectivamente, con el fin de
boicotear o dilatar sus políticas de beneficio popular.
La elección en Roma de un Pontífice del catolicismo
mundial cercano al sentir de los pueblos de Latinoamérica ha venido a
contribuir a la corriente de profundos y positivos cambios que ha experimentado
la región desde 1999.
La reciente visita del Papa Francisco a Estados Unidos se
vio coronada por una cita bíblica que hizo ante el Congreso:
“Cuidémonos de la tentación contemporánea de descartar
todo lo que moleste. Recordemos la Regla de Oro: Hagan ustedes con los demás
como quieran que los demás hagan con ustedes.
(Mt 7, 12) ”.
Por
Manuel E. Yepe http://manuelyepe.wordpress.com/
Septiembre 26 de 2015.
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