JAVIER CLAURE – La guerra diplomática entre Bolivia y Chile,
que empezó hace más de un siglo, se intensificó durante los últimos
años. Bolivia, a causa de la inercia chilena, acude a foros
internacionales para su reivindicación marítima, mientras que Chile
sigue estancado en una posición perteneciente al siglo XVIII.
Para entender la mentalidad de la mayoría del pueblo chileno, es
necesario mencionar el libro “Mi país inventado” de Isabel Allende. En
las primeras páginas, la escritora chilena, nacida en Lima, escribe: “En
mi memoria Antofagasta, que en lengua quechua quiere decir “pueblo del
salar grande”, no es la ciudad moderna de hoy. Antofagasta surgió en el
siglo XIX como un espejismo en el desierto, gracias a la industria del
salitre, que fue uno de los principales productos de exportación del
país durante décadas”. Allende no explica el surgimiento de Antofagasta,
como parte de Chile, con estrictos argumentos históricos. Se olvidó,
completamente, que Antofagasta se anexó al territorio chileno con una
brutal ocupación militar, con ayuda inglesa y con tremenda injusticia.
Más adelante advierte: “En 1888 nos adjudicamos la misteriosa Isla de
Pascua. Está perdida en la inmensidad del océano Pacífico, a dos mil
quinientas millas de distancia del Chile continental, más o menos a seis
horas en avión desde Valparaíso o Tahití. No estoy segura de por qué
nos pertenece. En esos tiempos bastaba que un capitán de barco plantara
una bandera para apoderarse legalmente de una tajada del planeta, aunque
sus habitantes, en este caso de apacible raza polinésica, no estuvieran
de acuerdo”. Y cuando habla de la bebida nacional chilena, “el pisco
sour”, comenta: “El nombre de este licor se lo usurpamos sin
contemplaciones a la ciudad de Pisco, en Perú”.
Durante la historia de la humanidad, se han dado usurpaciones de toda
índole. En el siglo XVIII algunos países europeos, basados en su
poderío bélico, usurparon territorios en el continente africano, y a los
ciudadanos los sometían al yugo de la esclavitud. Inglaterra usurpó las
Islas Malvinas. Estados Unidos, con burdos acuerdos hechos a punta de
fuerza, usurpó el Canal de Panamá y Guantánamo. Israel usurpó tierras
palestinas. Y Chile usurpó territorios ricos en materias primas a
Bolivia y a Perú. Estados Unidos devolvió el famoso Canal a Panamá
después de 85 años. Los europeos han dejado de ser piratas, y ya no se
apoderan de territorios ajenos.
La República de Chile, país vasallo de Inglaterra, tenía grandes
intereses en zonas de Bolivia y Perú mucho antes que estallará la Guerra
del Pacífico. Entre 1860 y 1870, el país mapocho recibió préstamos de
Londres por valor de 1000 millones de libras esterlinas. La doctrina
maquiavélica y criminal de Diego Portales, que fue ministro del interior
de Chile en la década de 1830, se puso en marcha para lograr, como él
decía, “el poderío marítimo” (Sea power). Para Portales no existía el
respeto, los principios de hermandad, de solidaridad etc. Estaba sujeto a
la fuerza bruta y fue un enemigo acérrimo de la Confederación
Perú-Boliviana. Por su falta de honestidad a los principios de justicia,
se lo puede catalogar como violador de los valores éticos y morales.
Decía por ejemplo: “un presidente debería violar la ley si era por el
bien del país”. Y es precisamente eso lo que ha hecho Chile al
apoderarse de territorios ajenos. El ejército chileno, con la ayuda de
la Armada británica, merodeaba las costas de Bolivia y Perú. Finalmente,
estalló la guerra el 14 de febrero de 1879. El británico John Thomas
North, apodado “El rey del Salitre” (1842-1896) colaboró con el ejército
chileno en la ocupación de Iquique y Antofagasta. A partir de esas
usurpaciones, Chile se convirtió en el país causante de grandes heridas
que aún, después de 134 años, no han cicatrizado. Bolivia, por su parte,
ha hecho todo lo posible para llegar a un acuerdo mutuo con Chile, y
así obtener un corredor soberano hacia el océano Pacífico, de manera que
los dos países se beneficien. Desgraciadamente, Chile se ha aferrado al
morboso y mal hecho Tratado de Paz y Amistad de 1904.
Los gobernantes chilenos se han aferrado a conceptos que van
totalmente en contra de una integración regional. En cada frase
altisonante pronunciada por las autoridades chilenas, se oculta su
ejército sediento de sangre, de botín y de territorios ricos en materias
primas. El gobierno chileno, sus militares y la mayoría de su población
se han olvidado que los tiempos de corsarios quedaron atrás. Por eso
actúan con esa soberbia que les sale desde los tuétanos. Sebastián
Piñera, el Netanyahu de América Latina, es la fiel encarnación de los
presidentes de turno que pasaron por La Moneda con diferentes ropajes,
sin contar a Salvador Allende. Piñera no oculta, para nada, su odio
contra Bolivia. Hay que verlo cuando se refiere al tema marítimo. Habla
con furia, con gestos de Pinochet, con los ojos desorbitados, con el
puño en alto, se le traba la lengua y da la impresión que, en momentos
determinados, llega atorarse con su propia saliva. Chile amenaza
permanentemente con guerra a Bolivia. Y el gobierno de Evo Morales ha
dado grandes lecciones, a la administración de Piñera, en cuando a
pacifismo y hermandad se refiere.
He utilizado el término “mayoría de su población” porque según una
encuesta hecha por la Empresa Ipsos Chile, el 80 % de los chilenos está
de acuerdo con no ceder territorio a Bolivia. Además, Iván Moreira
Barros, miembro de la comisión pro Pinochet Unión Demócrata
Independiente declaro: “En Chile, la política exterior es política de
Estado, y cuando se trata de defender nuestra soberanía; hay una sola
voz y estamos todos unidos tras el presidente de Chile”. Y continúa:
“Cuando se trata del litigio centenario con Bolivia por las costas del
Pacífico, en Chile no hay izquierda ni derecha”. Otra encuesta hecha por
el periódico “La Tercera”, señala que un alto porcentaje de los
chilenos piensan de la siguiente manera: “Puedo odiar a mi presidente,
pero más odio la idea de entregar territorio a Bolivia”. Declaraciones
alarmantes en un país donde se jactan de su democracia y, poco menos, de
pertenecer al Primer Mundo (!!). En el 20 % restante, están
intelectuales, artistas, poetas, escritores, periodistas y otras
personas concienzudas que abogan por una salida al mar para Bolivia.
En realidad, Chile da la espalda a América Latina (palabras de Isabel
Allende). Y como efecto, Bolivia traza nuevas estrategias para no caer
en la trampa del enemigo. El duro cruce de palabras entre Morales y
Piñera, durante la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños (CELAC) en Santiago de Chile, demuestra que Chile y Bolivia
tienen temas pendientes con respecto al océano Pacífico. A Piñera y su
gobierno no les gustó el discurso de Evo Morales en ese foro
internacional. Por eso se vengaron cobardemente con los tres soldados
inocentes que, por equivocación en la frontera, cruzaron hacia
territorio chileno.
Por otra parte, Chile, como siempre, quiere ver enfrentados a Bolivia
y Perú. Pero no es Perú que ha usurpado territorios a Bolivia. La
enunciación del señor Piñera: “si Chile pierde en la Corte de La Haya,
Bolivia no tendrá posibilidad de salida al mar”, muestra que su país
sigue empantanado en la lógica de Portales, y no le interesa una
verdadera integración continental.
Bolivia, como en el pasado, tiene un gran peso geopolítico como país
distribuidor de energía. Sus hidrocarburos y otras riquezas naturales
son poderosas cartas para jugar en un mundo más desarrollado en donde
prevalece el avance de la humanidad. Chile grita a voz en cuello por
tener el gas boliviano en sus industrias, pero al mismo tiempo ha
revelado, desde hace muchas décadas, salvajismo y agresividad contra
Bolivia. Con todas estas actitudes en una balanza, Chile no solamente es
un mal vecino, sino también una espina incrustada en el continente
latinoamericano.
Bolivia jamás ha reclamado a Chile el total de su territorio
arrebatado (400 km lineales de costa y 120000 km2 de territorio). Jamás
ha reclamado la mina Chuquicamata, el cobre, el oro, la plata, el zinc,
el litio y otros minerales que se encuentran en territorio que
pertenecía a Bolivia. Lo único que reclama es una salida hacia al océano
Pacífico, pero “con soberanía” , para exportar sus riquezas naturales.
Bolivia nació como república con su Litoral, y recuperar un corredor
soberano hacia las costas del Pacífico es, sin ningún género de dudas,
el deber de todo el pueblo boliviano.
El tema del mar en Chile no es de un gobierno pasajero, sino más bien
es un asunto de Estado. Ni siquiera Salvador Allende, que tuvo las más
nobles aspiraciones, pudo lograr un acuerdo a favor de Bolivia. Es
decir, mientras el Estado chileno, junto a su ejército, sigan con
filosofías guerreras y expansionistas; jamás se logrará una plena
integración en ese rincón del mundo. Un sondeo hecho por la Universidad
del Desarrollo de Chile (UDC) evidencia que el 44% de los chilenos y un
sector amplio de las FF.AA, demandaron al gobierno de Piñera a no acatar
el fallo de La Haya, si es favorable al Perú.
Es conocido que Chile destina gran porcentaje de la venta del cobre a
la compra y fabricación de armas. Y ha utilizado ese poderío para
actuar con mucha altanería y prepotencia. En resumidas cuentas: Chile es
el Israel de América Latina que, en cualquier instante, puede desatar
una guerra. Isabel Allende, no se equivocó con el título de su libro.
Chile con los territorios usurpados a Bolivia, a Perú y con la bandera
que plantó en la Isla de Pascuas, es un país que, en gran medida, fue
inventado por sus gobernantes.
Nota publicada en Bolpress.com
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