En pocas ocasiones en
nuestro país la derecha ha callado. Quizá acontecimientos específicos -el fallo
de La Haya, o la trascendencia del evento- han hecho que esta vez el Perú se
haya visto libre de la ponzoñosa, y también huachafa, campaña que en otras
circunstancias se habría desatado contra Cuba y la CELAC y también contra el
Presidente Ollanta Humala por haber viajado a la Patria de Martí y asistido a
la Cumbre más importante que ha tenido lugar en América en lo que va del nuevo
siglo.
Apenas el jueves 30
-concluida ya la cita de La Habana- el Grupo El Komercio, a través “Peru
21” se atrevió a editorializar contra Cuba. Pero aún así, la impotencia no
le dio para mucho. Se lamentó apenas de la presencia del Comandante Raúl Castro
con elegante terno azul y sus “finísimas gafas Cartier” en el
acto inaugural de la CELAC y exigió a sus áulicos que, cuando hablen de
Cuba, digan -en vivo y en directo- que es “una dictadura”. La molleja,
no les dio para más. El ridículo fue mayor. No pudieron soportar el contraste
entre una Casa Blanca entumida por el frío y la soledad y una Habana ruidosa,
alegre y dicharachera, como la conoce el mundo.
Para acicatear la
indignación de la derecha más reaccionaria de nuestro continente, al encuentro
celebrado en Cuba asistieron 29 de los 33 mandatarios de América Latina y el
Caribe. Y estuvieron presentes las más altas autoridades de los organismos
internacionales y regionales, como el Secretario General de Naciones
Unida y el titular de la OEA. Además, la señora Bachelet, recientemente
electa por segunda vez Presidente de Chile.
La única ausencia
significativa, fue la del Presidente de El Salvador, que se explica
porque este domingo tienen lugar elecciones en las que el pueblo podrá
renovar la confianza que le otorgó hace cuatro años -por primera vez en
la historia de ese país- al Farabundo Martí para la Liberación Nacional.
La CELAC 2014 no
cayó del cielo. Ni está en el escenario de nuestro tiempo, por milagro divino.
Fue el resultado del más calificado esfuerzo de un gran hombre de nuestro
continente, el Comandante Hugo Chávez Frías, quien pudo ver
coronada su voluntad de lucha, pero no alcanzó a su mayor esplendor. Este, tuvo
lugar ahora bajo el cielo habanero. De ahí el merecidísimo homenaje que -sin
excepción alguna- le fuera rendido.
Dos elementos son
particularmente importantes y contribuyen a resaltar la trascendencia de la
Cumbre. Uno, tiene que ver con la gravedad de la crisis mundial. Y, el otro,
con el escenario geográfico en el que tuvo lugar el encuentro.
Hay que admitir, que la
cita ocurrió cuando el mundo registra altos niveles de descomposición del
modelo de dominación capitalista. Importantes países de Europa viven hoy
espasmos desgarradores por la aplicación de políticas de Shock impuestas a
espaldas de los pueblos por el Banco Mundial y otros organismos financieros
internacionales. Y en los países desarrollados crecen niveles de desempleo y
hace su adiós, quizá definitivo, el denominado “Estado de Bienestar”
tan popular en décadas pasadas.
Incluso en Estados
Unidos se registra la quiebra de importantes consorcios industriales y
financieros y hasta el desmoronamiento de poderosos truts que, antes
convirtieron a ciudades, como Detroit, en pujantes símbolos del
desarrollo. Eso incrementa la voracidad del Imperio y alienta a los mercaderes
de la guerra a exportar afanes bélicos en perjuicio de países del Medio Oriente
y el Asia Central.
Que en este contexto
surja en América Latina un escenario distinto, de lucha y transformación
social, es algo que los áulicos del Imperio difícilmente pueden digerir. Pero
si eso que asoma, al mismo tiempo que levanta sus banderas de unidad, excluye a
Estados Unidos y Canadá y establece una clara distancia de los planes del
Imperio; entonces la cosa luce sencillamente intolerable. Es muchísimo más de
lo que pudo imaginar Harry Truman cuando pensaba en el poder demoledor
de la bomba atómica. Es explica que, finalmente Washington haya tronado
acusando de “traidores” a todos los gobiernos de América,
La CELAC une bajo la
orientación de las fuerzas más progresistas, a todos los países de América
Latina y el Caribe. En cada circunscripción del territorio americano se
producen revoluciones o mutaciones, procesos propios, cambios distintos en
ritmo, y aún en contenido. Pero en todos se afirma la idea que no podemos
seguir siendo la vieja despensa del Imperio, sino que tenemos que forjar el
destinos de nuestros pueblos con dignidad, trabajo y lucha. En ese marco, la
solidaridad sin cortapisas con cada uno de esos procesos, constituye no sólo un
deber elemental, sino también una obligación inexcusable.
Hay procesos más
avanzados en nuestro continente. Pero ninguno plagia nada. Ninguno hace calco o
copia de otro. Todos crean a partir de su propia, y heroica, experiencia. Y
todos transitan por la ruta liberadora que pudieron pergeñar sus antepasados,
cuando combatieron por la Independencia, hace doscientos años.
Porque, finalmente, el
mérito histórico de la CELAC es ése: haber unido a nuestros pueblos en un solo
símbolo de lucha al cumplirse el Bicentenario de la Independencia de América,
cuando las proclamas de José de San Martín, Simón Bolívar y Antonio José de
Sucre, son retomadas por los fervorosos llamamientos de sus
descendientes
Cuba tiene un lugar de
honor en esta tumultuosa batalla por la Independencia de América. No sólo
porque fue el primer país que rompió los lazos que la ataban al dominio yanqui,
sino porque -además- aportó a la experiencia americana conceptos novedosos e
ideas propias referidas al esfuerzo por construir una sociedad más humana y más
justa, la sociedad socialista..
Cada una de las
experiencias de América recoge elementos del futuro. Para hombres ilustres,
como José Carlos Mariátegui, la tarea histórica de avanzar al cambio de la
estructura en las relaciones de producción en nuestro continente, “es una
empresa de hombres de la más liberada conciencia, y de la más elevada moral”. Quienes
tienen en sus manos la conducción de procesos antiimperialistas como los que
hoy se viven en diversos países de nuestra región, están adscritos a este
mensaje.
Hay que tener
conciencia, sin embargo, que nuestra lucha -que se libra en cada país- no
registra sólo objetivos locales. Se trata de una batalla internacional de la
más elevada trascendencia. Lo que ocurre en un país incide decisivamente en
otros, para bien o para mal; y la mirada a la que nos obliga esa realidad, no
puede, ni debe, ser una mirada local, sino continental
Estamos frente a un
escenario que rebasa largamente las fronteras nacionales. La suerte de los
peruanos, como a comienzos del siglo XIX, está estrechamente ligada al destino
de los americanos de otras tierras. Y se juega con la misma intensidad en
los valles del Arauca como en el agreste altiplano; en la sabana colombiana o
en la pampa argentina; en la selva del Mattogrosso como en las orillas del Gran
Lago de Nicaragua. En Chile o en El Salvador; en la Patria de Artigas, o en la
tierra de Pancho Villa. La lucha, es la misma.
El proceso peruano, que
algunos gustan mirarlo con ojos estrechos y locales, no responde sólo a
propósitos pequeños y aldeanos. Está mucho más interconectado con la realidad
continental y mundial de lo que piensan nuestros radicales criollos. Y debe
verse, entonces, como episodio de una confrontación mayor en la que los
intereses de los pueblos, están por encima de las pequeñas ilusiones
electorales de personas o partidos.
Por eso la unidad que se
debe construir -la que verdaderamente será trascendente cuando madure- deberá
ser política, más que electoral. Y recoger, con modestia creadora, y sin
reproches mezquinos, la más rica experiencia del pasado.
Si para descalificar a
Cuba -que brilló con luz propia- lo importante es el terno azul de Raúl Castro
o la montura de sus espejuelos; para los pueblos, lo decisivo para calificarla
es el ejemplo de dignidad que nos ha legado siempre, y que ha recogido con
vastedad la Cumbre de la Habana, la CELAC 2014, que pasará a la historia como
la primera gran cita continental por la liberación humana celebrada en nuestro
continente. Por ella, lo forjamos en paz, sin armas nucleares, ni violencia, ni
conflictos fronterizos. Y ojala también sin hambre ni miseria, sin
discriminación ni atraso
Por GUSTAVO ESPINOZA M.
(*)
(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / http://nuestrabandera.lamula.pe
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