Felipe Rodríguez Salgado, El Cepillo o El Terco, señalado como
lugarteniente del grupo criminal Guerreros unidos, confesó que él y
cuatro cómplices mataron a balazos “a unos 15” normalistas de
Ayotzinapa, que le entregaron con vida jefes policiales de Iguala y de
Cocula, y dijo que al menos 25 ya habían muerto “por asfixia”. Admitió,
según declaraciones integradas al expediente de la PGR sobre la
desaparición de los jóvenes, a las que MILENIO tuvo acceso, que él supo
que todas las víctimas eran estudiantes y no delincuentes.
En su testimonio narró que después de la masacre intentó huir a
Estados Unidos para refugiarse con su hermano, que vive en Iowa, pero
fue retenido por autoridades migratorias estadunidenses, que lo
deportaron a México como un indocumentado más.
Los padres de los desaparecidos, por su parte, informaron que se
reunieron con los peritos argentinos coadyuvantes en la investigación,
quienes les dijeron que no se han encontrado coincidencias de ADN, por
lo que mantienen la esperanza de hallarlos vivos.
Salvo el caso de un normalista, los expertos del laboratorio
austriaco de Innsbruck tampoco han podido identificar las muestras
recibidas, por lo que pondrán en práctica nuevas técnicas, con la
aprobación de la PGR.
Los padres también demandaron la semana pasada la apertura de
cuarteles para buscar a sus hijos, por lo que las autoridades
determinaron que les darían acceso a la instalación de Iguala, el 27
batallón. Los activistas que los apoyan dijeron entonces que quieren
entrar a otras áreas, no a la de esa ciudad guerrerense.
Sin embargo, las declaraciones de El Cepillo aportan más datos y no
vinculan en ningún momento a militar alguno. Afirmó que la noche del 26
de septiembre de 2014 recibió una llamada a su número celular del Cabo
Gil (Gildardo López, lugarteniente del líder de Guerreros unidos,
Sidronio Casarrubias), quien le ordenó que “se moviera con su gente” a
la entrada de Iguala para que lo apoyara, porque mantenía un
enfrentamiento con Los Rojos, grupo delincuencial antagónico.
Sostuvo que él y los sujetos conocidos como El Pato, Jona, Bimbo,
Duvalin, Huasaco y El Guereque abordaron una camioneta Nissan Estaquitas
y una Pick Up verde para ayudar a la gente de Gildardo López.
Llegaron al punto denominado Loma de Coyotes, donde ya lo esperaban
El Cabo Gil y los mandos de las policías municipales de Iguala y de
Cocula en cinco patrullas y una camioneta blanca de redilas de tres
toneladas, donde tenían a un grupo de jóvenes.
Según su testimonio, subieron a los normalistas en el vehículo de
redilas y se dirigieron al basurero de Cocula, pero alrededor de “unos
25 ya iban muertos por asfixia” y quedaban “unos 15 vivos”, a los que él
y su “gente” ejecutaron a balazos y calcinaron, para después regresar a
Iguala, pese a que él sabía que todos eran estudiantes.
Al día siguiente, El Cabo Gil le ordenó que verificara si se habían
quemado por completo los cuerpos, ya que habían comenzado a incinerarlos
desde la madrugada del 27 de septiembre y que a las 17:00 horas de ese
día aún no terminaban de calcinarse.
Horas después limpiaron las cenizas y recogieron restos que colocaron
en bolsas negras de plástico grandes que lanzaron al río San Juan de
Cocula.
El Cepillo señaló que desde 2005 “trabajaba” para Guerreros unidos a
propuesta de El Cabo Gil, quien le asignó funciones de halcón (vigilante
o informante) hasta llegar a ser jefe operativo en los municipios de
Cocula e Iguala.
EU LO DETUVO Y DEJÓ IR
Sobre su huida, declaró que primero se trasladó a Cuernavaca,
Morelos, y luego a la frontera norte para intentar cruzar a Estados
Unidos y esconderse con su hermano que radica en Iowa.
Arribó a Sonoyta, Sonora; sin embargo, autoridades migratorias de
Estados Unidos lo detuvieron cuando intentó ingresar a través de la
frontera que conecta con Lukeville, Arizona.
Después de dos días fue deportado por el punto fronterizo de Piedras Negras, Coahuila.
Según su declaración, a principios de diciembre y ante la falta de
dinero se trasladó al municipio de Tecámac, Estado de México, para
continuar oculto ante la cacería que emprendieron en su contra fuerzas
federales y armadas.
En ese lugar fue visitado por su novia, con quien el siete de enero
viajó a Jiutepec, Morelos; ella regresó a Iguala y él permaneció en un
taller mecánico propiedad de un amigo.
Sin embargo, fue detenido el 15 de enero con base en el trabajo de
inteligencia de la Policía Federal en coordinación con la Secretaría de
la Defensa Nacional.
Milenio
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