martes, 24 de septiembre de 2013

La disidencia cubana



 

Hace tres semanas regresé a Miami luego de una breve visita a La Habana. Recién llegado, un amigo que aún no acaba de asimilar la realidad cubana, me pidió que le contara de la disidencia y los opositores del gobierno, a lo cuál le respondí: “de qué disidencia hablas”. 

El amigo no recibió con agrado mi respuesta y replicó: “la disidencia…tú sabes…la vemos en Miami en la televisión”. Yo le dije: “bueno, allá en Cuba no la veo por ningún lado…y es más, en esta oportunidad parece ser que se ha disipado porque no escuché ni siquiera un comentario, como otras veces me ha ocurrido”. 

Mi amigo aludió entonces que la prensa oficial no hablaba de eso y que por eso no había progresado, lo cual está desmentido por la experiencia de Polonia y Checoslovaquia. 

Walessa tuvo a la prensa dirigida por Washington, como también y en mayor escala la han tenido las personas llamadas disidentes en Cuba, pero contó con un movimiento de trabajadores y con la iglesia católica que, como institución, comprendió que había una opinión pública de envergadura, favorable a desafiar las prácticas del gobierno polaco. Con otros matices lo mismo ocurrió en Checoslovaquia. Ninguno de ellos tuvo detrás a la prensa oficialista que era la única existente, igual que sucede en Cuba. La gran diferencia radicó en el movimiento nacional que lograron. Cuba no se parece a esos eventos en lo absoluto. 

En Cuba la gente tiene otra cultura política y otras experiencias, que la hacen reacia a salirse de los mecanismos políticos vigentes. La gente está más inclinada a buscar soluciones reformando las instituciones existentes, sobre todo porque la dirección del gobierno asume críticas que son del sentir público y también porque las experiencias respecto al Norte han sido malas. De aquí las razones básicas que los hace precavidos al asumir posiciones políticas.

La experiencia cubana parece estar creando lo que pudiésemos llamar una oposición estructural, originada dentro de las propias instituciones del Estado, sin alejarse de concepciones las sociales que rechazan como absolutas la manera como administran la economía otros poderes políticos. 

Es un tipo de oposición novedoso que, aunque no guste dentro de la cultura política que hemos conocido hasta hoy, pudiera resolver los problemas sociales de manera más acelerada, diáfana y directa. Cuba no ofrece evidencia de una sociedad definida por facciones sociales y mucho menos facciones del Poder, como ocurre por ejemplo en Estados Unidos de Norteamérica, donde las facciones representadas en su dos Partidos, se alternan en la Administración del Estado. 

La represión y la falta de exposición juegan un factor en contra de esos pocos que en Cuba se dicen disidentes, pero cuando las tensiones sociales alcanzan determinados niveles, no hay secreto de prensa que evite su explosión.
  
A Cuba no se le puede entender sin recordar la manera burda en que Washington ha intervenido en sus asuntos internos y las víctimas ocasionadas como consecuencia de las agresiones que precisamente se practicaron, cuando la sociedad cubana en bloque y mayoritariamente, casi al borde del cien por ciento, apoyaba el proceso revolucionario iniciado en 1959. Eso creó heridas y desde entonces la ciudadanía, aun cuando admira a Estados Unidos y gusta de algunos de sus estilos generales de vida, procura apartarse de todo lo que le recuerde aquellos amargos años de agresiones.

En verdad no tengo nada en contra de personas que critiquen o estén en desacuerdo con el gobierno cubano o se opongan a sistemas que abogan por una mayor socialización. Todo lo contrario, me interesa conocer los movimientos y las personas que asumen posiciones contrarias a la oficialidad o a las estructuras de Estado, no importa el país o las creencias personales de los protagonistas. 

Las críticas de gobierno y las ideas opuestas al status quo, son un termómetro para saber cuánta adecuación existe entre las necesidades personales y las oportunidades que ofrece el medio. De estas contradicciones precisamente han surgido los cambios y ocasionalmente los brotes tendientes a transformaciones más radicales como la llamada Revolución Francesa, la Rusa, la China y la Cubana. La Revolución Inglesa que en realidad comenzó en el siglo XVI y tuvo finalmente explosiones y adecuaciones en el XVII que permitieron consolidar sus cambios un siglo más tarde, no la mencionamos porque se trató de un proceso evolutivo de transformaciones esenciales que, salvo el fenómeno de Cromwell, no tuvo gran semejanza con las anteriores. De aquel proceso surgió la concepción de Estado inaugurada en una parte de Norteamérica cuando las Trece Colonias se separaron formalmente de Inglaterra.  

En Cuba observamos que las críticas vienen de los funcionarios del Estado, de las instituciones culturales, periodistas, intelectuales y de trabajadores en general. Parte de ese conjunto es el propio gobierno. Esa es la visión que nos ofrece la realidad cubana hoy y todo indica que es una tendencia ascendente llevada por una gran experiencia que tuvo sus bases teóricas en el Siglo XIX, comenzó su práctica con la Revolución Rusa y cuenta con modalidades reformadoras aportadas tanto por China como por Viet Nam. Dentro de ese contexto debemos añadir que la intelectualidad criolla cubana ha ganado espacios de pensamiento y con dificultades que se hacen menores cada día, se ha liberado de viejas represiones contando con pensadores, críticos, analistas y profesores que sortean los obstáculos y aportan nuevas ideas para enfrentar con el menor desajustes cambios puntuales. 

Las personas que se autodenominan disidentes, al renunciar a las instituciones y las realidades se marginan cada día de la población y los propios ajustes que se realizan en todos los sectores.  

A lo anterior se suma el afán de lucro que la mayoría muestra aceptando dádivas de instituciones estatales estadounidenses y por su subordinación a grupos de poder de origen cubano radicados en Miami, quienes no admiten competencia y no desean que las soluciones vengan de los ciudadanos que viven en Cuba. 

Borrachos de poder, organizaciones como la Fundación Cubano Americana, en una jugada sucia, ha contribuido a desarticular el financiamiento interno proveniente de Washington, creando divisiones estériles entre los pocos que, por confusión, ambiciones monetarias o egolatrías de poder, consumen sus energías y su futuro en la Isla. 

En nuestro artículo, Mas Canosa Traicionado por sus Herederos Políticos, encontrarán información que fundamenta las opiniones expresadas en el último párrafo de este artículo.. 

Así lo veo y así lo digo.

Lorenzo Gonzalo*

*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en EE.UU., Subdirector de Radio Miami.


Enviado por el autor a: Martianos-Hermes-Cubainformación
 

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