Hace tres
semanas regresé a Miami luego de una breve visita a La Habana. Recién llegado,
un amigo que aún no acaba de asimilar la realidad cubana, me pidió que le
contara de la disidencia y los opositores del gobierno, a lo cuál le respondí:
“de qué disidencia hablas”.
El amigo no
recibió con agrado mi respuesta y replicó: “la disidencia…tú sabes…la vemos en
Miami en la televisión”. Yo le dije: “bueno, allá en Cuba no la veo por ningún
lado…y es más, en esta oportunidad parece ser que se ha disipado porque no
escuché ni siquiera un comentario, como otras veces me ha ocurrido”.
Mi amigo
aludió entonces que la prensa oficial no hablaba de eso y que por eso no había
progresado, lo cual está desmentido por la experiencia de Polonia y
Checoslovaquia.
Walessa tuvo
a la prensa dirigida por Washington, como también y en mayor escala la han
tenido las personas llamadas disidentes en Cuba, pero contó con un movimiento
de trabajadores y con la iglesia católica que, como institución, comprendió que
había una opinión pública de envergadura, favorable a desafiar las prácticas
del gobierno polaco. Con otros matices lo mismo ocurrió en Checoslovaquia.
Ninguno de ellos tuvo detrás a la prensa oficialista que era la única
existente, igual que sucede en Cuba. La gran diferencia radicó en el movimiento
nacional que lograron. Cuba no se parece a esos eventos en lo absoluto.
En Cuba la
gente tiene otra cultura política y otras experiencias, que la hacen reacia a
salirse de los mecanismos políticos vigentes. La gente está más inclinada a
buscar soluciones reformando las instituciones existentes, sobre todo porque la
dirección del gobierno asume críticas que son del sentir público y también
porque las experiencias respecto al Norte han sido malas. De aquí las razones
básicas que los hace precavidos al asumir posiciones políticas.
La
experiencia cubana parece estar creando lo que pudiésemos llamar una oposición estructural,
originada dentro de las propias instituciones del Estado, sin alejarse de
concepciones las sociales que rechazan como absolutas la manera como
administran la economía otros poderes políticos.
Es un tipo
de oposición novedoso que, aunque no guste dentro de la cultura política que
hemos conocido hasta hoy, pudiera resolver los problemas sociales de manera más
acelerada, diáfana y directa. Cuba no ofrece evidencia de una sociedad definida
por facciones sociales y mucho menos facciones del Poder, como ocurre por
ejemplo en Estados Unidos de Norteamérica, donde las facciones representadas en
su dos Partidos, se alternan en la Administración del Estado.
La represión
y la falta de exposición juegan un factor en contra de esos pocos que en Cuba
se dicen disidentes, pero cuando las tensiones sociales alcanzan determinados
niveles, no hay secreto de prensa que evite su explosión.
A Cuba no se
le puede entender sin recordar la manera burda en que Washington ha intervenido
en sus asuntos internos y las víctimas ocasionadas como consecuencia de las
agresiones que precisamente se practicaron, cuando la sociedad cubana en bloque
y mayoritariamente, casi al borde del cien por ciento, apoyaba el proceso
revolucionario iniciado en 1959. Eso creó heridas y desde entonces la
ciudadanía, aun cuando admira a Estados Unidos y gusta de algunos de sus
estilos generales de vida, procura apartarse de todo lo que le recuerde
aquellos amargos años de agresiones.
En verdad no
tengo nada en contra de personas que critiquen o estén en desacuerdo con el
gobierno cubano o se opongan a sistemas que abogan por una mayor socialización.
Todo lo contrario, me interesa conocer los movimientos y las personas que
asumen posiciones contrarias a la oficialidad o a las estructuras de Estado, no
importa el país o las creencias personales de los protagonistas.
Las críticas
de gobierno y las ideas opuestas al status quo, son un termómetro para saber
cuánta adecuación existe entre las necesidades personales y las oportunidades
que ofrece el medio. De estas contradicciones precisamente han surgido los
cambios y ocasionalmente los brotes tendientes a transformaciones más radicales
como la llamada Revolución Francesa, la Rusa, la China y la Cubana. La
Revolución Inglesa que en realidad comenzó en el siglo XVI y tuvo finalmente
explosiones y adecuaciones en el XVII que permitieron consolidar sus cambios un
siglo más tarde, no la mencionamos porque se trató de un proceso evolutivo de
transformaciones esenciales que, salvo el fenómeno de Cromwell, no tuvo gran
semejanza con las anteriores. De aquel proceso surgió la concepción de Estado
inaugurada en una parte de Norteamérica cuando las Trece Colonias se separaron
formalmente de Inglaterra.
En Cuba
observamos que las críticas vienen de los funcionarios del Estado, de las
instituciones culturales, periodistas, intelectuales y de trabajadores en
general. Parte de ese conjunto es el propio gobierno. Esa es la visión que nos
ofrece la realidad cubana hoy y todo indica que es una tendencia ascendente llevada
por una gran experiencia que tuvo sus bases teóricas en el Siglo XIX, comenzó
su práctica con la Revolución Rusa y cuenta con modalidades reformadoras
aportadas tanto por China como por Viet Nam. Dentro de ese contexto debemos
añadir que la intelectualidad criolla cubana ha ganado espacios de pensamiento
y con dificultades que se hacen menores cada día, se ha liberado de viejas
represiones contando con pensadores, críticos, analistas y profesores que
sortean los obstáculos y aportan nuevas ideas para enfrentar con el menor
desajustes cambios puntuales.
Las personas
que se autodenominan disidentes, al renunciar a las instituciones y las
realidades se marginan cada día de la población y los propios ajustes que se
realizan en todos los sectores.
A lo anterior
se suma el afán de lucro que la mayoría muestra aceptando dádivas de
instituciones estatales estadounidenses y por su subordinación a grupos de
poder de origen cubano radicados en Miami, quienes no admiten competencia y no
desean que las soluciones vengan de los ciudadanos que viven en Cuba.
Borrachos de
poder, organizaciones como la Fundación Cubano Americana, en una jugada sucia,
ha contribuido a desarticular el financiamiento interno proveniente de
Washington, creando divisiones estériles entre los pocos que, por confusión,
ambiciones monetarias o egolatrías de poder, consumen sus energías y su futuro
en la Isla.
En nuestro
artículo, Mas Canosa Traicionado por sus Herederos Políticos, encontrarán
información que fundamenta las opiniones expresadas en el último párrafo de
este artículo..
Así lo veo y
así lo digo.
Lorenzo Gonzalo*
*Lorenzo
Gonzalo, periodista cubano residente en EE.UU., Subdirector de Radio Miami.
Enviado
por el autor a: Martianos-Hermes-Cubainformación
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