Un artículo del New York Times revela que Estados Unidos, junto a
empresas privadas de inteligencia, creó un sistema on line de gestión
del comportamiento de personas para espiar y controlar.
Un artículo del New York Times revela que Estados Unidos, junto a
empresas privadas de inteligencia, creó un sistema on line de gestión
del comportamiento de personas para espiar y controlar a través de las
redes sociales. Las nuevas formas de espionaje no dejan de ser versiones
actualizadas de control, ya experimentadas por nuestros países durante
las dictaduras militares y la Guerra Fría.
El periódico estadunidense The New York Times publicó recientemente
un artículo -”La verdadera guerra contra la realidad”-donde revela que
el Ejército de Estados Unidos, junto con empresas privadas de
inteligencia, “han creado un sistema de gestión del comportamiento
“on-line” de las personas,”en lo que llaman su lucha contra ideologías
extremistas y la propaganda antiestadounidense” y analiza que de esta
manera se manipulan redes sociales.
El programa fue desarrollado por solicitud expresa de la Fuerza Aérea
estadounidense, con varios objetivos, entre ellos “fabricar la
realidad” y bien puede decirse vender esa realidad falsificada para
controlar redes sociales y a las sociedades en general, a través de los
medios de información masivos que participan de estas operaciones y
engranajes esenciales en la llamada “guerra psicológica”.
Tal como está diseñado este programa “permite controlar múltiples
identidades en línea (denominadas ‘títeres’) para realizar comentarios
en espacios de comunicación social, crear falsos consensos sobre
determinados temas, arrinconar las opiniones no deseadas por el Gobierno
de la Casa Blanca y sofocar comentarios e informes que no se
correspondan con sus objetivos estratégicos”.
“En la red de espionaje cibernético estamos todos unos más vigilados que otros por supuesto.”
Un analista británico advierte que “gran parte de la labor de
inteligencia que realiza Estados Unidos” está en manos de empresas
privadas que “no solo ocultan sino que fabrican la realidad” a través de
un tipo de software que “manipula los medios de comunicación social”.
Para el analista Anthony Gucciardi, citado por The New York Times, el
objetivo de esta “guerra cibernética” no es “mejorar la reputación
internacional” del Ejército de Estados Unidos -como sugieren los
comandantes militares de ese país- sino promover “el desarrollo de una
importante red de ordenadores que hacen circular constantemente mensajes
específicamente escritos para ser publicados en las redes sociales y
las páginas de comentarios de noticias”, que en realidad están dirigidos
a engañar a las sociedades y “manejar” las redes sociales.
La inteligencia militar sostiene que esto se hace “en nombre de la seguridad” estadounidense por supuesto.
Para quienes hemos sufrido en carne propia los diseños, programas,
operaciones, golpes, intervenciones, asesinatos masivos, desapariciones
forzadas bajo dictaduras militares instaladas en nombre de la Doctrina
de Seguridad Nacional (de USA), en los tiempos “calientes” de la “guerra
fría”, la situación nos remite de inmediato al pasado. Y el nivel de
los recursos de espionaje nos hace sentir como sociedades ilegal y
rigurosamente vigiladas.
Porque en la red de espionaje cibernético estamos todos unos más
vigilados que otros por supuesto. También cita el periódico (TNYT) al
psicólogo estadounidense Peter Ludlow, “se trata de un método eficaz
para engañar a una población generando una falsa realidad, en lugar de
imponer su voluntad ( la de los mentores del espionaje) por la fuerza”.
Es decir, ir “tomándose” día a día una sociedad determinada para
controlarla, mediante la utilización de esta verdadera guerra encubierta
empleando lo que se menciona como una “Psyops” (operaciones
psicológicas), como parte de la estrategia militar estadounidense, en la
misma línea de las acciones desestabilizadores, que bien llaman los
venezolanos “golpe contínuo”.
En este caso, el efecto del “golpe continuo” necesita de la consabida
“falsificación de la realidad” y una de sus más avanzadas armas para
hacerlo son los medios de comunicación masivos bajo el mando del poder
hegemónico (más del 90 por ciento en el mundo) que participan en estas
guerras con total impunidad.
Por esto mismo Adolf Hitler logró paralizar, dominar y hacer cómplice
de sus crímenes a una buena parte del pueblo alemán, y Joseph Gobbels,
su hombre clave, es hoy imitado y superado por los nuevos sembradores
del fascismo del siglo XXI, que están entre nosotros.
A la mentira se le llama “libertad de expresión”; a la
desacreditación, destinada a falsificar la realidad cotidiana, la vida,
la historia de los países, la cultura de los pueblos, socavando
identidades y valores logrados por la humanidad a través de los tiempos,
se le llama expresión “independiente” de la prensa libre. A la libertad
de empresa se la impone como “libertad de prensa”.
Y los analistas del NYT mencionan la similitud del programa de
espionaje e implantación de una realidad falsa con lo que contiene el
‘Manual de capacitación para la guerra no convencional” de los militares
de EE.UU, con las “operaciones planificadas para transmitir información
e indicadores seleccionados al público extranjero (nosotros) con el fin
de influir en sus emociones, motivos, razonamiento objetivo y, en
última instancia, en el comportamiento de gobiernos extranjeros
(nuestros), organizaciones y grupos, mediante las llamadas operaciones
psicológicas”.
¿Por qué esta vigilancia global nos afecta a todos? Porque “espiar es
poder. Con el pretexto de la guerra contra el terrorismo hemos caído en
el terror total”, sostiene Luis Britto García, el reconocido escritor,
narrador, ensayista y dramaturgo venezolano, autor de más de 60 títulos y
distinguido con numerosos reconocimientos internacionales.
Britto García recuerda que “desde el siglo XIX, todas las
legislaciones garantizan la inviolabilidad de la correspondencia”. En
tanto, actualmente, gobiernos y empresas “no solo se atribuyen el
derecho de conocer el contenido de los mensajes que cursan o
interceptan: también el de utilizar, publicar y registrar los datos
obtenidos. Facebook y otras redes sociales pretenden tener la propiedad
intelectual de cuanto circula por ellas. Es como si las compañías
transportistas se declararan dueñas de toda la mercancía que mueven. En
su carrera por confiscar los medios de producción, el capitalismo
confisca la información”, argumenta el ensayista.
“Y si espiar da un poder irracional y mafioso, agregaríamos
nosotros, impedir este accionar es no solo recuperar soberanía,
derechos,dignidad, sino nada más y nada menos que la libertad.”
Lamenta que ese control no se aplique a la solución de graves
problemas que afectan al mundo, como “el crimen organizado, el mercadeo
de productos dañinos para la salud, el tráfico de armas, la corrupción
política, los delitos bancarios, la evasión tributaria, el tráfico de
personas, la explotación laboral, el lavado de capitales, los paraísos
fiscales, el monopolio de los alimentos, los falsos pretextos para las
guerras -como la imaginaria construcción de armas de destrucción masiva
y otras-. Si tales lacras persisten, es porque el espionaje no las
impide: las posibilita y asegura su impunidad”.
El espionaje no viola el secreto: lo crea, dice en otro párrafo,
donde también analiza cómo, el que espía, queda atrapado en su propio
juego. Y así construye fantasiosos mundos inexistentes, lo que lleva
inevitablemente al laberinto, cuando no al precipicio.
Y si espiar da un poder irracional y mafioso, agregaríamos
nosotros, impedir este accionar es no solo recuperar soberanía,
derechos,dignidad, sino nada más y nada menos que la libertad, frente a
sistemas dominantes y procesos recolonizadores, que amenazan la vida de
los pueblos.
¿Tenemos que convertirnos en sociedades clandestinas o librar la
batalla que hoy sí puede dar América Latina, como lo han demostrado los
recientes acuerdos de defensa conjunta contra el espionaje, entre Brasil
y Argentina y los que se discuten por estas horas para una acción
conjunta de toda la región? Volvemos a Britto García : “su poder
consiste en obligar a ocultarnos. Que se escondan ellos”.
Por Stella Calloni
Tomado de http://www.cubasi.cu
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