El camino corto, en política, resulta muchas veces ser el
equivocado. Andar apuraditos por ese camino nos impide ver un sin fin de
elementos regados en el complejo paisaje del camino largo. Andar apuraditos
buscando culpables nos impide ver y entender razones.
Este ha sido el reiterado camino de la oposición. Ellos tienden
a lamerse las heridas achacando sus errores al chavismo. Nos llaman ignorantes,
tarifados, tramposos, fraudulentos, incluso ahora, luego de ganar un millón de
votos que hoy se dedican a perder a patadas en su crónica manía de tomar el
camino corto. No hay atajos.
Pero lo que hoy me hace sentarme a escribir no es esta
recurrente manía opositora sino la incipiente tendencia chavista que tanto se
le parece y que, extremos-que-se-tocanmente, tanto me preocupa.
“Traidores desclasados” -Adjetivos dedicados por compañeros
chavistas a quienes no votaron por Maduro el domingo pasado. Traidores y punto,
nada más que decir, nada más que pensar. Ni un solo por qué sale de la boca de
estos jueces autoproclamados -menos mal que son poquitos-, ni una duda, solo
dedos batientes que piden a gritos injusticia; que se exponga a los traidores,
que se les persiga, duro, bien duro, para que jamás regresen, para que nunca
entendamos dónde fue que la cagamos, porque los súper revolucionarios jamás nos
equivocamos, así que no podemos permitir que un pata en el suelo sin conciencia
de clase pretenda exponernos y restregar nuestros errores en la cara.
Yo soy Chávez y lo asumo, y asumirlo, creo, es actuar como lo
haría mi Presi; y no lo veo batiendo el dedo contra el pueblo que tanto quiso.
No lo veo mezquino, jurando arrebatar lo que entregó por justicia, nunca a
cambio de unos votos. Me lo imagino queriendo entender las razones de boca de
la misma gente. Lo veo clarito, revisándose. Lo veo recuperando ese apoyo
perdido, y logrando otros nuevos. No imagino a mi Presi llamando “pueblo
traidor”. No lo hizo cuando perdimos la Reforma. Él no condenó a la gente
entonces, él buscó las razones desde dentro y desde ahí supo que había que
rectificar.
¿Entonces qué hacemos? ¿Somos como Chávez? O abrazamos la
intolerancia y la soberbia que siempre hemos combatido. Si condenamos a la
señora de Ciudad Caribia que votó por la oposición nos condenamos a nosotros
mismos, aceptando el juego cochambroso del adversario, para quien la justicia
social no es más que un simple chantaje electoral.
¿Qué hacemos? ¿Nos quedamos en nuestro Olimpo de pureza
revolucionaria mirando con asco hacia abajo, clamando por formación ideológica
para esa gente inconsciente, malagradecida, ignorante?… ¿Seguiremos ignorando
que allá donde miramos rabiosos es justamente donde está la respuesta?
Cuando creemos saber más que el pueblo despojamos de sentido a
nuestra lucha.
Carola Chávez | 19 abril, 2013 en 8:29
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