Compañeras y compañeros:
Cuando a mediados de 1973, algunas señoras de la clase alta
chilena, junto con los oligarquitas y fascistoides que querían derrocar la
Revolución chilena liderada por el presidente Salvador Allende, con el apoyo
del gobierno norteamericano (como oportunamente lo denunció Gabriel García
Márquez en su libro "Chile, el golpe y los gringos"), recorrieron las
calles de Santiago haciendo sonar ollas y cacerolas, el gran poeta Pablo Neruda
escribió un libro de urgencia titulado "Incitación al nixonicidio y
alabanza de la revolución chilena", en el cual retrató de cuerpo entero a
esas vulgares cacerolinas, así:
Doña Cacerolina Lagañín,
encumbrada en el trono de su plata,
estuvo a punto de llorar por fin,
y casi a punto de estirar la pata,
al saber que es posible gobernar
a Chile por el pueblo popular.
Para Cacerolina un maremoto
no le daría tanto descontento.
Esto de ver por todas partes rotos
le causaba un horrible sufrimiento:
«Aquel siútico es más que suficiente».
«Después de todo es él nuestro sirviente
y al procer Viaus: salvó con su dulzura.»
«El servirá de cepillo de dientes,
lo echaremos después a la basura. »
Ahora lo importante es lo que pasa,
dijo Cacerolina Lagañín
y armada de una sartén salió de casa,
dispuesta a convertirlo en un violín
para pelear «contra rotos groseros
que son en Chile rotos extranjeros».
Doña Cacerolina, bien nutrida,
tuvo un pequeño asomo de desmayo
cuando encontró en la calle solo viejas
que como ella sonaban sus sartenes.
Luego entre mil suspiros y sostenes
volvió a su poderío y su jardín,
doña Cacerolina Lagañín
dejó a cursis dernocratacrististas
peleando contra rotos comunistas
luego bailando el Vals Sobre las Olas
volvió a Las Condes con placer sincero
porque a la vuelta de las cacerolas,
pasó a los brazos de su jardinero
gastando bien su tiempo y su dinero.
PABLO NERUDA
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