El más viejo de los tres todavía está vivo. Nació el 2 de agosto de 1925. Tiene 87 años.
El del medio nació el 13 de agosto de 1925 y murió el 16 de marzo último. Tenía 87.
Ella era la más joven de los tres. Nació dos meses después que el segundo, el 13 de octubre. También murió a los 87 años
Jorge Rafael Videla, José Alfredo
Martínez de Hoz y Margaret Thatcher gobernaron en simultáneo desde el 4
de mayo de 1979 hasta el 29 de marzo de 1981. La primera es la fecha en
la que Thatcher entró en Downing Street 10 para comenzar su trabajo como
primera ministra. La última fecha marca el momento en que Videla, y con
él Martínez de Hoz, dejaron la Casa Rosada y el Ministerio de Economía.
Videla había asumido el mando con el golpe del 24 de marzo de 1976.
Unos días después, el 29 de marzo, la Junta Militar, que además
integraban el marino Emilio Eduardo Massera y el aeronauta Orlando Ramón
Agosti, designó ministro a Martínez de Hoz.
Los tres compartieron una época que
remataría en el apogeo de Ronald Reagan y George Herbert Walker Bush (el
padre de George W.), la dupla que se encargó de profundizar la
desigualdad en los Estados Unidos y ganar la última carrera contra la
desvaída Unión Soviética, entre 1981 y 1993. La URSS se disgregó en
1991, durante la presidencia de Bush, que había sido vicepresidente de
Reagan. Aún vive. Nació el 12 de junio de 1924 y tiene 88 años. Acaso
Bush sea el que une a todos los personajes de ese tiempo. Miembro de la
élite política, financiera y petrolera de los Estados Unidos, con el
republicano Gerald Ford de presidente fue director de la CIA, la Agencia
Central de Inteligencia, entre enero de 1976 y enero de 1977. Antes
había sido el encargado de la oficina de enlace en la República Popular
China, donde tejió el estreno de las relaciones con Beijing por decisión
del presidente Richard Nixon y su mano derecha para la política
exterior, Henry Kissinger. Bush padre pertenece a la generación de
políticos norteamericanos fogueados no solo en la Guerra Fría sino en la
Segunda Guerra Mundial, en su caso como un joven piloto de la aviación
naval condecorado por 58 misiones.
El gran giro de los Estados Unidos
comenzó a producirse con Nixon, presidente entre 1969 y 1973 y luego
otra vez presidente, aunque trunco. No completó su segundo mandato por
el escándalo de Watergate, cuando los periodistas de The Washington Post
Bob Woodward y Carl Bernstein descubrieron el espionaje de los
servicios de inteligencia al Partido Demócrata.
Además de reconocer a la China surgida
en la revolución de 1949, Nixon firmó la paz en Vietnam y oficializó el
fin de una guerra que ganaron Vietnam del norte, los guerrilleros de
Vietnam del Sur y el movimiento pacifista norteamericano, robustecido
por el espíritu libertario nacido en la década del ’60 y los cientos de
miles de cadáveres de jóvenes conscriptos que se tornaron una carga
social intolerable.
Nixon, Ford, Kissinger, Reagan y Bush
forman parte de la casta que se propuso, y lo consiguió, rediseñar su
país sin concesiones a políticas populares como las de Franklin Delano
Roosevelt en los ’30, aplastar todo intento de cambio en América latina y
ganarle la carrera armamentista a la otra superpotencia con base en
Moscú. La carrera armamentista y la carrera a secas.
Thatcher integró ese juego a nivel
internacional tanto como los dirigentes norteamericanos o como Juan
Pablo II, que inauguró su papado en 1978. Y a nivel de su práctica y sus
ideas en Gran Bretaña, buscó desmontar lo más posible la construcción
laborista de posguerra. Hugo Young, que escribió el libro Margaret
Thatcher. La mujer de hierro, destaca allí dos expresiones de la líder
conservadora que murió ayer.
Una: “Es imposible atender a la gente necesitada de la sociedad a menos que uno acumule riqueza suficiente para proceder así”.
Otra: “No debemos pretender que el
Estado aparezca en la forma de una extravagante hada buena en todos los
bautismos, un acompañante locuaz en cada etapa del viaje de la vida, el
deudo anónimo de cada funeral”.
Redujo el impuesto a la capa de ricos
más ricos del 83 al 60 por ciento. Duplicó el impuesto al valor
agregado. Destruyó las conquistas de los mineros del carbón, a tal punto
que ayer David Hopper, secretario general de la Asociación Mineros de
Durham, festejó su cumpleaños número 70 agradeciendo estar vivo para
celebrar “un gran día”. “No siento ninguna tristeza –dijo el
gremialista–. Thatcher destruyó a nuestra comunidad, nuestros a pueblos y
a nuestra gente.” La primera ministra derrotó a los mineros tras una
larga lucha que emprendieron tras una chispa: en marzo de 1984, el
director de la estatal Empresa Nacional del Carbón para South Yorkshire,
George Hayes, informó a los sindicalistas que la mina de Cortortwood no
sería cerrada cinco años después sino en cinco semanas. Todo para
reducir costos.
En el diario conservador The Times, el periodista George Osborne escribió que Thatcher restauró el optimismo en el Reino Unido.
Una de las formas de esa restauración,
junto al combate contra el igualitarismo, contra el Estado fuerte y
contra el poder de negociación sindical, fue la decisión con la que
Thatcher ordenó enviar la fuerza punitiva a Malvinas tras el desembarco
resuelto por la Junta Militar el 2 de abril de 1982.
Ya no estaban Videla ni Martínez de Hoz
sino Leopoldo Galtieri y Roberto Alemann. Los primeros habían
protagonizado una batalla por un ideal que Mariano Grondona llamaba en
su revista Carta Política “Extremo Occidente”. Si Occidente estaba
encabezado por James Carter, el demócrata que gobernó entre 1977 y 1981,
antes de Reagan, y reclamó por los derechos humanos en la Argentina,
entonces la Argentina debía ser Extremo Occidente. Videla y Martínez de
Hoz llegaron a pactar con la Unión Soviética el apoyo doméstico e
internacional a la dictadura. Su compromiso fue firme: en 1980 ambos
cruzados de la guerra sucia no acompañaron a Carter en el boicot
cerealero a la URSS y lo hicieron fracasar. Con Reagan, suponían los
nuevos cruzados, que colaboraron en el exterminio de toda forma de
rebeldía en América Central, Occidente y Extremo Occidente regresaban a
las mismas fuentes. Era cierto, pero no calcularon que en el mercado de
las alianzas la presencia de torturadores argentinos en Centroamérica no
era suficiente para conseguir el apoyo de Washington a Buenos Aires
contra Londres.
A diferencia de lo que ocurrió en los
vecinos Chile y Brasil, en la Argentina la transición democrática tuvo
un componente nacional propio: las Fuerzas Armadas habían sido
derrotadas militarmente mientas estaban en ejercicio del poder.
Solo con demasiado cinismo podría
afirmarse que Thatcher, socia de la dictadura y sobre todo de sus
inspiradores globales, es la madre de la democracia argentina, y menos
su causante decisiva. Pero nadie podría discutir que, como objetivo no
buscado pero real, la derrota militar en la guerra de 1982 fue una de
las parteras del resquebrajamiento de la tiranía argentina. De allí en
adelante, como ocurrió en 1989, el thatcherismo sería posible
exclusivamente con la combinación de crisis profunda, desarticulación,
miedo y votos. Así fue que los neoconservadores argentinos liderados por
Carlos Menem cumplieron con una de las máximas preferidas de Thatcher:
“No hay sociedades, solo individuos”.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-217584-2013-04-09.html
Tomado de http://www.kaosenlared.net
AFP / RT / Corbis
La CIA realizó un trato con Pakistán que permitió a
EE.UU. comenzar su programa de asesinatos selectivos a través de aviones
no tripulados a cambio del asesinato de un opositor del Gobierno de
Pakistán.
Las negociaciones que condujeron al acuerdo y la metamorfosis que produjeron en la CIA son el tema de un nuevo libro del periodista Mark Mazzetti.
En un extracto publicado por el 'The New York Times', Mazzetti describe cómo Pakistán, que inicialmente opuso resistencia a los intentos de la CIA de comenzar la campaña de asesinatos dentro de sus fronteras, en 2004 pidió ayuda a la agencia para matar a Nek Muhammad, aliado de los talibanes, a cambio de la autorización para comenzar su polémico programa de asesinatos con aviones no tripulados en el país.
El libro explica con detalle la evolución del programa de drones de la CIA, que comenzó durante la presidencia de George Bush, fue adoptado y ampliado por Barack Obama y ahora es objeto de duras críticas.
La CIA desde entonces ha llevado a cabo cientos de ataques con aviones no tripulados en Pakistán que han matado a miles de personas, pakistaníes y árabes, militantes y civiles por igual. Si bien no fue el primer país en donde EE.UU. utilizó drones, se convirtió en el laboratorio para las operaciones de asesinatos selectivos que han llegado a definir una nueva manera de luchar estadounidense, borrando la línea entre soldados y espías y eliminando los mecanismos normales con los que Washington marca su estilo de guerra.
En el proceso, dice el periodista, “la agencia, que comenzó como un servicio de espionaje de inteligencia durante la guerra fría, se transformó en una organización paramilitar”.
El libro de Mazzetti, 'The way of the knife: the C.I.A., a secret army, and a war at the ends of the Earth', salió a la venta el martes.
En un extracto publicado por el 'The New York Times', Mazzetti describe cómo Pakistán, que inicialmente opuso resistencia a los intentos de la CIA de comenzar la campaña de asesinatos dentro de sus fronteras, en 2004 pidió ayuda a la agencia para matar a Nek Muhammad, aliado de los talibanes, a cambio de la autorización para comenzar su polémico programa de asesinatos con aviones no tripulados en el país.
El libro explica con detalle la evolución del programa de drones de la CIA, que comenzó durante la presidencia de George Bush, fue adoptado y ampliado por Barack Obama y ahora es objeto de duras críticas.
La CIA desde entonces ha llevado a cabo cientos de ataques con aviones no tripulados en Pakistán que han matado a miles de personas, pakistaníes y árabes, militantes y civiles por igual. Si bien no fue el primer país en donde EE.UU. utilizó drones, se convirtió en el laboratorio para las operaciones de asesinatos selectivos que han llegado a definir una nueva manera de luchar estadounidense, borrando la línea entre soldados y espías y eliminando los mecanismos normales con los que Washington marca su estilo de guerra.
En el proceso, dice el periodista, “la agencia, que comenzó como un servicio de espionaje de inteligencia durante la guerra fría, se transformó en una organización paramilitar”.
El libro de Mazzetti, 'The way of the knife: the C.I.A., a secret army, and a war at the ends of the Earth', salió a la venta el martes.
Texto completo en: http://actualidad.rt.com/actualidad/view/91381-cia-programa-asesinatos-drones-pakistan
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