Nuestro José Martí escribió: ¨(...) Es hora ya de que las fuerzas de construcción venzan en la
colosal batalla humana a las fuerzas de la destrucción. La guerra, que
era antes el primero de los recursos, es ya hoy el último de ellos:
mañana será un crimen.¨
La universalidad y trascendencia de esta frase cobra notable relevancia en la Venezuela de hoy, inmersa en un proceso eleccionario para elegir a un nuevo presidente. Por un lado, Nicolás Maduro intenta continuar la obra generada por Hugo Chávez, caracterizada por un profundo humanismo y un carácter inclusivo, dándole al pueblo un rol protagónico en las necesarias tranformaciones para convertir a la patria en una realidad más próspera para los venezolanos. Maduro quiere, genuinamente, dar continuidad a los programas sociales emprendidos por Chávez.
Por otro lado, Henrique Capriles, aupado por la derecha reaccionaria y desplazada del poder, así como por las fuerzas del Imperialismo, pretende destruir la gran obra bolivariana que ha beneficiado ostensiblemente a las masas populares, brindándoles dignidad, protagonismo, participación democrática y roles transformadores. Capriles representa la destrucción, el desmantelamiento de los logros humanitarios del chavismo y el regreso a la exclusión, la pobreza, la discriminación y otros males de la IV República.
Es por ello, que cada venezolano debe tener una clara percepción de que una supuesta victoria de Capriles representaría un triste retorno al pasado de crímenes y desapariciones, de represión y desapariciones, así como el desmantelamiento de las valiosas y profundas transformaciones sociales promovidas por las fuerzas del chavismo.
La MUD y Capriles, aunque usen la hipocresia y el falso discurso populachero, tienen entre manos la entrega de los recursos venezolanos a la oligarquía y a los monopolios internacionales, abriendo las puertas a la privatización más desenfrenada de dichos recursos y a la dependencia neoliberal a las grandes potencias económicas. En resumen, esta batalla planteada por Martí representa a la lucha de la independencia contra la dependencia, la lucha del futuro contra el pasado.
Otra vez los salones de Miraflores, los cuarteles, las calles, las plazas, selvas, montañas y sabanas serían hollados por el oligarca y el gringo prepotentes. Otra vez se mancillaría a Bolívar.
He alli la responsabilidad de cada venezolano: apostar por el futuro o dejar sumergirse en el oprobioso pasado. He allí su papel histórico, el cual será cuestionado por las venideras generaciones.
Por primera vez esta batalla no se logra con las armas sino haciendo uso del derecho cívico, con la posibilidad democrática, tan rara en nuestra Latinoamérica, de escoger sabiamente nuestros destinos.
La madrugada abierta por Chávez debe convertirse en día pleno, adornado por un sol brillante y pletórico de vida. Es la hora de dejar la noche atrás, los nubarrones oscuros cargados de luto y tanta infamia. Es la hora de pensar en la Venezuela del mañana, en los cambios reales que faltan por venir, en la profundización de los cambios emprendidos. Es la hora de echar a un lado los viejos vicios, la falta de entrega y compromiso que todavía se pavonea entre nuestros cuadros y nuestra gente; es la hora de los cambios profundos en el alma y en el corazón de cada uno; es la hora de dejar atrás las frases manidas, los discursos apasionados que no se respaldan con una verdadera organización y unidad, con franca entrega y responsabilidad; es la hora de estar realmente junto al pueblo.
En este sentido, si queremos que Chávez y su legado vivan eternamente en el pueblo, debemos combatir lo mal hecho, desnudar al oportunista y al malversador; ser fieles soldados de sus ideas y aliados firmes; ser cada uno un verdadero bastión de sus ideas.
Hay que cerrar las brechas que dejamos nosotros mismos al enemigo. Así, entonces, realmente Chávez tendrá vida eterna en el corazón del pueblo. Solo así, como señaló Martí acertadamente: podremos vencer en esta colosal batalla contra las fuerzas de la destrucción.
Percy Francisco Alvarado Godoy.
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