Como se preveía, el «cambio de actitud» de Turquía respecto
al ISIS ha resultado ser ante todo una forma de finiquitar el más que
precario proceso de paz propiciado por el líder kurdo Abdullah Öcalan.
El temor turco al fortalecimiento y creciente legitimación a nivel
internacional del movimiento kurdo en la región era evidente, y el
Gobierno de Erdogan pretendió disfrazar sus intenciones de voluntad de
disipar dudas respecto a la indisimulada cobertura que brindaba al
llamado Estado Islámico en su frontera que atraviesa Kurdistán.
La ofensiva contra los kurdos es también un modo de afrontar la
crisis política creada a raíz de las últimas elecciones legislativas, en
las que el AKP perdió la mayoría absoluta y el movimiento prokurdo de
izquierda HDP consiguió un excelente resultado. Resulta significativo al
respecto el ofrecimiento del ultraderechista MHP al partido de Erdogan,
al que está dispuesto a apoyar hasta la celebración de elecciones
anticipadas en noviembre. La represión contra la oposición y medios de
comunicación kurdos incluye la denunciada intención de eliminar al HDP,
vía criminalización, de la escena electoral, lo que en una eventual cita
con las urnas, según los cálculos de Erdogan, le pondría en bandeja su
ansiada mayoría absoluta.
Editorial Gara
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