lunes, 31 de agosto de 2015

Dos espinas en el pie de Obama

Pase lo que pase, Washington ganará en Siria. Así será porque Estados Unidos no tiene una sino dos políticas hacia ese país. Si se llega a la paz, habrá felicitaciones para el presidente Obama por haber sabido negociar con Irán. Si se logra la destrucción de la República Árabe Siria y su ocupación por las fuerzas de la OTAN, habrá felicitaciones para unos cuantos generales estadounidenses y para la ONU por haber puesto fin al baño de sangre. Thierry Meyssan revela aquí los aspectos ocultos de esta doble política, fundamentalmente la conspiración urdida en el seno de la ONU por el secretario general adjunto para los Asuntos Políticos.

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General John Allen
La aplicación del acuerdo concluido entre Washington y Teherán, el pasado 14 de julio, depende principalmente de la habilidad del presidente Obama para lograr que lo acepten sus conciudadanos en general así como el Congreso y, en particular, su propia administración. Pero está enfrentando dos importantes obstáculos.

El grupo de Petraeus

Por un lado, una corriente política sigue siendo favorable al proyecto Juppé-Wright de creación de un Sunnistán y de un Kurdistán en territorios que hoy son parte de Siria e Irak. Ese grupo está organizado alrededor del general David Petraeus, director de la CIA hasta la reelección de Obama, en octubre de 2012, y actual analista en jefe del fondo de inversiones Kohlberg Kravis Roberts. En este grupo se hallan el general John Allen, quien fue segundo de Petraeus y hoy es el enviado especial del presidente Obama para la lucha contra el Emirato Islámico, y la ex secretaria de Estado y actual aspirante a la nominación como candidata a la presidencia de Estados Unidos por el Partido Demócrata, la señora Hillary Clinton. En el seno del Partido Republicano, ese grupo dispone de partidarios como el actual presidente de la Comisión del Senado de Estados Unidos para las Fuerzas Armadas, el senador John McCain, y el promotor inmobiliario y principal aspirante a la nominación del Partido Republicano como candidato a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump.

A finales de julio, el general John Allen participó como invitado en el Aspen Security Forum. Allí se reunió con periodistas del New York Times y les susurró al oído que se había puesto de acuerdo con Turquía para crear una zona de seguridad en el norte de Siria. Estupefacto ante esa decisión, violatoria de la Carta de la ONU, Eric Schmitt decidía entonces dedicarle la primera plana de su diario [1]. Pero, al cabo de varios días de declaraciones públicas contradictorias, Washington y Ankara desmentían esa información [2]. Y la Casa Blanca aclaraba, de paso, su posición: la prioridad es la lucha contra el Emirato Islámico, tanto a través de los «rebeldes sirios moderados» como junto a las YPG (kurdos marxista-leninistas de Siria). Por consiguiente, a Turquía, aunque fue autorizada a atacar dentro de su territorio a la rama turca de esa organización, se le solicitó que no los ataque [3].

El 29 de julio, «el ejército» de 60 «rebeldes sirios moderados» entrenados por la CIA entraba en territorio sirio para comenzar a señalizar en el terreno los blancos del Emirato Islámico que la coalición internacional encabezada por Estados Unidos pretende bombardear. Pero al-Qaeda [4] estaba al tanto de la llegada de esos hombres y los atacó, tomando prisioneros a 20 de ellos, entre los que se encuentra su jefe, el coronel Nadim Hassan. Esa traición sólo pudo venir de los ejércitos de Estados Unidos o de Turquía.

Aunque en los primeros momentos las sospechas de traición recayeron sobre Turquía, lo cierto es que rápidamente apuntaron hacia Estados Unidos, luego de las vehementes protestas del primer ministro interino turco, Ahmet Davutoglu [5]. ¿Y quién sino el grupo del general John Allen podía ser el traidor en las filas estadounidenses?

Las maniobras del general John Allen provocaron inicialmente un grave incidente entre el Pentágono y el ejército turco. El oficial de enlace del ejército turco en el CAOC (Combined Air and Space Operations Center) anunció, con sólo 10 minutos de antelación, una incursión aérea turca en Irak, poniendo así en peligro las vidas de los alumnos-soldados kurdos y de sus instructores estadounidenses presentes en la zona bombardeada [6]. La vía que Recep Tayyip Erdogan ha escogido puede desembocar, si el AKP llegara a mantenerse en el poder, en una ruptura parcial de las relaciones entre Washington y Ankara [7].

Lo más importante es que esos incidentes han llevado el Pentágono a solicitar al CentCom que investigue las alegaciones, generalizadas en el Medio Oriente, que señalan que la coalición no está bombardeando al Emirato Islámico sino que, por el contrario, está apoyándolo. Es precisamente este el momento que la Defense Intelligence Agency [8] ha escogido para denunciar que los informes del CentCom están “arreglados” [9]. Y resulta que quien encabeza esa estructura es el general Lloyd James Austin III, otro ex colaborador del general David Petraeus.
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Jeffrey D. Feltman

El grupo de Feltman

La otra espina en el pie de Obama es la secretaría general de la ONU. Si bien es difícil saber a qué corriente pertenece el secretario general Ban Ki-moon, quien se ve demasiado ocupado negociando el mejor provecho que puede sacar de su posición, no sucede lo mismo con su segundo, el estadounidense Jeffrey Feltman, secretario general adjunto a cargo de los Asuntos Políticos.

Antes de convertirse en funcionario internacional, Jeffrey Feltman era diplomático estadounidense. Con el tiempo fue especializándose en el Medio Oriente. Ejerció diferentes funciones en Israel, en Irak –donde estuvo a cargo de la administración de la región kurda– y en Líbano –donde impuso sus puntos de vista al gobierno de Fouad Siniora. Mantenía una relación de rara confianza con la secretaria de Estado Condoleezza Rice, con quien incluso tenía una videoconferencia semanal, y posteriormente trabajó en Washington, donde la secretaria de Estado Hillary Clinton puso en sus manos la supervisión de toda la política en el Medio Oriente.

Fue Jeffrey Feltman quien organizó, en 2005, el asesinato del ex primer ministro libanés Rafic Hariri, y posteriormente la comisión investigadora de Detlev Mehlis así como el Tribunal Internacional Especial para el Líbano. Esta estructura hibrida había sido creada para condenar al entonces presidente del Líbano, Emile Lahoud, y al presidente sirio Bachar al-Assad, utilizando para ello las declaraciones de testigos falsos generosamente remunerados, pero la acusación se derrumbó ante la verdad. Ahora, el señor Feltman prosigue su labor contra Siria y contra Irán desde su nuevo cargo en la ONU.

Al llegar a la ONU, justo antes de la primera conferencia de Ginebra sobre Siria, el estadounidense Jeffrey Feltman se esforzó por sabotear el acuerdo entre su país y Rusia y se unió al grupo del general Petraeus para empujar a Francia a reactivar la guerra. Redactó entonces un plan de capitulación total e incondicional de la República Árabe Siria. En ese plan, la soberanía del pueblo sirio quedaba abolida; se abrogaba la Constitución siria; se destituía al presidente sirio; se disolvía la Asamblea del Pueblo; se ordenaba el arresto, juicio y condena de 120 dirigentes sirios; se decretaba la decapitación o disolución de la Dirección de Inteligencia Militar, la Dirección de la Seguridad Política y la Dirección de la Seguridad General; y se imponían la liberación de los «prisioneros políticos» así como la abrogación de los tribunales antiterroristas.

Después del fracaso de Lakhdar Brahimi, Jeffrey Feltman instó al secretario general de la ONU Ban Ki-moon a designar al italiano Stefan De Mistura como su representante para Siria. Feltman había conocido a este elegante diplomático en Irak y había trabado amistad con él durante sus misiones en Líbano. Por su parte, De Mistura también mantuvo frecuentes contactos con los generales Petraeus y Allen durante su propia misión como representante del secretario general de la ONU en Afganistán.

Después de su nuevo nombramiento, reuniéndose con las partes en conflicto y sonriéndoles constantemente, el italiano Stefan De Mistura se dio a la tarea de imponer por sorpresa el plan de Feltman para Siria. El pasado 29 de julio, De Mistura expuso, junto a Ban Ki-moon, las líneas generales de “su” plan «de paz» ante el Consejo de Seguridad de la ONU. Pero, tanto De Mistura como Ban Ki-moon se abstuvieron de distribuir ningún documento escrito al respecto [10]. Sólo pidieron amablemente que el Consejo de Seguridad actuara para llevar a las partes a firmar un Acuerdo Interino y que confiara en ellos [De Mistura y Ban Ki-Moon] para garantizar la aplicación de dicho acuerdo. En realidad estaban tratando de que el Consejo de Seguridad renunciara a sus prerrogativas y de obligar la República Árabe Siria a firmar un texto vago que permitiría a la OTAN ocupar el país y que autorizaría a los señores De Mistura, Feltman y Ban a implementar la capitulación de Siria, según el procedimiento elaborado en 2012 por el propio Feltman.

Esta hábil maniobra estuvo a punto de funcionar ya que el 17 de agosto el Consejo de Seguridad adoptó una extraña declaración (no una resolución) de respaldo a Stefan De Mistura [11]. Contrariamente a lo usual, el texto se discutió primero, por separado, con cada una de las 5 potencias miembros permanentes del Consejo de Seguridad.

Inquieta ante lo que pudiese estarse tramando, Rusia decidió votar a favor. Sin embargo, dando muestra de sabia prudencia, el embajador de Venezuela, Rafael Ramírez, que había sido mantenido al margen del proceso de redacción de la declaración, presentó 2 objeciones: 

- Primero, el Comunicado de la conferencia Ginebra 1 [12], que todo el mundo respalda, en realidad contradice la Carta de las Naciones Unidas; 

- además, no basta con limitarse a decir que se está luchando contra el terrorismo, habría que ayudar realmente a la República Árabe Siria en su lucha contra al-Qaeda y contra el Emirato Islámico y dejar de alimentar a esas dos organizaciones, poniendo fin a la entrega indirecta de las armas que siguen recibiendo así como a la fabricación o la manipulación de seudo grupos rebeldes.

En conclusión, no son los “aliados” de Estados Unidos sino el compañero de armas de Hugo Chávez quien está en sintonía con el presidente Barack Obama.

 
[1] «Turkey and U.S. Plan to Create Syria ‘Safe Zone’ Free of ISIS», Anne Barnard, Michael R. Gordon y Eric Schmitt, The New York Times, 27 de julio de 2015.
[2] «Siria, diferencia entre retórica y verdad», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 10 de agosto de 2015.
[3] «Washington prohíbe a Ankara ataques contra los kurdos en Siria», Red Voltaire, 13 de agosto de 2015.
[4] Representada en Siria por el Frente al-Nusra. Nota de la Red Voltaire.
[5] “Turkey Denies Allegations it Tipped Off Al Qaida Abductors”, Mitchell Prothero, McClatchy, 25 de agosto de 2015.
[6] «Fricciones entre el Pentágono y su aliado turco», Red Voltaire, 15 de agosto de 2015.
[7] “America’s Dangerous Bargain With Turkey”, Eric S. Edelman, The New York Times, 27 de agosto de 2015.
[8] La DIA es la Agencia de Inteligencia del Departamento de Defensa de Estados Unidos.
[9] “Pentagon Accused of Skewing Intel on War Against ISIS”, Mark Mazzetti y Matt Apuzzo, The New York Times, 25 de agosto de 2015.
[10] « Débat du Conseil de sécurité sur la Syrie (rapport De Mistura)» [En español, Debate del Consejo de Seguridad de la ONU sobre Siria (Informe De Mistura)], Réseau Voltaire, 29 de julio de 2015.
[11] «Réunion du Conseil de sécurité sur la Syrie (déclaration présidentielle)», Réseau Voltaire, 17 de agosto de 2015.
[12] «Comunicado final del Grupo de Acción para Siria», Red Voltaire, 30 de junio de 2012.
 

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