La OTAN, el bloque militar occidental más poderoso del mundo, en
términos categóricos y hasta con ciertas dosis de demagogia, negó a
Siria el derecho a defender su territorio al condenar al país árabe por
derribar un caza de Turquía que violó su espacio aéreo, durante una
oscura misión considerada por expertos militares en Rusia, como una
provocación premeditada.
El secretario de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, afirmó que la destrucción del caza turco
el pasado 22 de junio, fue una acción inaceptable y otro ejemplo de
cómo las autoridades sirias “violan las normas internacionales, la paz,
la seguridad y las vidas humanas”.
Declaraciones que causaron mucho asombro en Rusia, porque defender la
soberanía nacional nunca ha sido una violación de las normas
internacionales, y teniendo en cuenta la procedencia del avión
infractor, el ejército sirio no pudo obrar de otra forma.
Porque en las actuales circunstancias, Turquía es uno de los
principales enemigos potenciales de Siria, debido a que su gobierno,
desde su territorio, abiertamente tolera, ejecuta o financia la entrega
de armamento a una oposición insurgente con el fin de derrocar al
gobierno legítimo, y sumir al pueblo sirio en una cruenta guerra civil
de consecuencias impredecibles.
A partir de estas consideraciones, cualquier militar sirio, hasta el
recluta más bisoño, comprende que la incursión de un caza turco en el
espacio aéreo de su país es una amenaza evidente que requiere respuestas
contundentes.
Analizando la información disponible, expertos militares consideran
infantil y cínicas las reclamaciones hechas por algunos gobiernos
occidentales de que Siria debió evitar la destrucción del avión y tal
vez, debió ordenar a sus cazas de la Fuerza Aérea interceptar el avión
turco, custodiarlo hasta los límites del espacio aéreo, o obligarlo a
aterrizar en territorio sirio.
Ese tipo de medidas son aplicables en situaciones cuando los
infractores son aviones con pasajeros o de la Fuerza Aérea de países con
las que existen relaciones normales, y no en el caso de circunstancias
hostiles, como las actuales relaciones turco-sirias.
Además, el hecho de que el caza de reconocimiento violó el espacio
aereo sirio fue reconocido por el primer ministro turco, Recep Tayyip
Erdogan durante una alocución al parlamento donde dijo que el caza
realizó un vuelo de instrucción y que por error, y durante poco tiempo,
entró en el espacio aéreo sirio.
Pero por lo visto, los militares sirios no creen en los errores
turcos y afirmaron que el avión de reconocimiento turco, un RF-4E, voló a
baja altura por lo que no fue detectado por los radares, y que las
tropas de la guardia costera al detectar visualmente el avión infractor,
abrieron fuego con baterías de defensa antiaérea.
Es decir, según la versión siria, el avión fue derribado con un
proyectil de cañón, y no por un misil dirigido, como afirman los turcos.
“Fue una incursión burda e inesperada Cuando nuestros militares
vieron el caza tan cerca no pudieron hacer otra cosa que abrir fuego con
cañones. En la cola del avión quedaron orificios hechos por los
proyectiles, el alcance de estas baterías no supera los dos kilómetros y
no pudieron abatir ningún blanco en aguas internacionales”, dijo a la
prensa el representante de la cancillería siria, Yihad Makdissi.
A favor de esta versión queda el hecho de que tras el ataque, el
avión turco pudo volar unos cuantos kilómetros más hasta su caída en
suelo sirio, lo que no ocurre tras el impacto de un misil.
Fuentes cercanas a la inteligencia militar rusa consultadas por la
prensa moscovita no descartan la posibilidad de que el incidente del
caza turco tuvo relación con la fuga de un coronel en un MiG-21 de la
Fuerza Aérea de Siria, que pidió asilo político en Jordania, algunos
días antes.
Tras descodificar del MiG-21 las señales de reconocimiento
amigo-enemigo, secretas para cada país, el caza turco pudo realizar ese
vuelo ilegal para comprobar esos parámetros, y la capacidad operativa de
las estaciones de radar y los sistemas de defensa antiaérea de Siria.
Información clave en el momento de una intervención militar contra
Siria por la que apuesta la mayoría de países occidentales y las
monarquías del Golfo Pérsico, y que hasta el momento, no se produce por
la inamovible postura de Rusia y China dispuestos a vetar cualquier
resolución en el Consejo de Seguridad que insinúe el uso de la fuerza
contra Damasco.
Actualmente, la ayuda extranjera a las partes enfrentadas en Siria se
realiza de forma indirecta, Irán y el movimiento Hezbollah en Líbano
ayuda al presidente Bashar Asad, mientras que Arabia Saudita, Qatar y
Turquía ayudan a la oposición armada siria.
Según analistas rusos, la evolución de los acontecimientos indica que
falta poco tiempo para que esa ayuda indirecta pase a una fase directa,
con el riesgo de que estalle otro conflicto regional en Oriente
Próximo.
Porque en territorio turco cada día aumenta el flujo de la población
siria que busca seguridad en campos de refugiados donde no existe ningún
control.
Ante la proximidad del caos, las autoridades de Ankara ya piensan en
la creación de una zona de contención en la frontera con Siria bajo la
protección del ejército turco, o en el mejor de los casos por tropas
internacionales de paz.
El problema es que como demuestran los hechos, en esos campos de
refugiados también se aglutinan agrupaciones de la oposición armada,
voluntarios y mercenarios para combatir contra el ejército sirio e
incluso delincuentes comunes.
Según la prensa estadounidense en esos campamentos ya operan agentes
de la CIA que controlan la distribución de ese armamento que también
puede caer en manos de agrupaciones extremistas como Al Qaeda y sus
aliados.
Como en otras ocasiones, Al Qaeda puede ser un aliado táctico útil
para derrotar al ejército sirio y derrocar a Bashar que son los planes
de EEUU y sus amigos.
El problema es que Al Qaeda tiene la costumbre de volver sus armas contra sus benefactores.
Columna semanal por Armando Pérez, Ria Novosti
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