lunes, 9 de julio de 2012

Desempolvando archivos: Alegato de Percy Alvarado, en nombre de Cuba, ante el Tribunal Antiimperialista en el XVI Festival de la Juventud y los Estudiantes. (Caracas, 2005)


Compañeras y compañeros miembros del Tribunal:

Como señalara Noam Chomsky, encumbrado lingüista y politólogo norteamericano, Cuba ha sido la nación más afectada  por el terrorismo en los últimos tiempos. Este flagelo, condenable no sólo por sus métodos, sino también por sus propósitos, fue instrumentado, organizado y planificado por las administraciones norteamericanas desde el momento mismo del advenimiento de la Revolución Cubana aquel inolvidable Primero de Enero de 1959. Para llevarlo a cabo, hallaron en la burguesía cubana derrotada, en el esbirro aún sediento de sangre, en el torturador batistiano, en el lumpen y en el criminal amasador de fortunas, al Frankestein idóneo. No importó entonces cuánta muerte se ocasionaría, cuánto daño físico y psicológico se provocaría, cuánta lágrima y dolor se causarían en un pueblo inocente cuyo único delito fue desear una vida mejor para todos y apostar por un cambio profundo de su realidad. Todo lo que se hizo, pues, estaba dirigido al objetivo de derrocar por la violencia a la Revolución naciente, desafío bochornoso para el gigante del Norte y para sus apetencias geopolíticas.

Más de 560 hechos de terrorismo se llevaron a cabo contra el pueblo cubano en estas últimas cuatro décadas. Desde la planificación de cerca de 600 planes de atentado contra el líder incuestionable de esas transformaciones, el compañero Fidel Castro, y el intento de asesinar a otros líderes de la Revolución, así como el asesinato de milicianos, jóvenes guardafronteras, maestros alfabetizadotes y familias campesinas; desde los secuestros de naves aéreas y embarcaciones,  los ataques piratas,  la guerra bacteriológica, la colocación de bombas en instalaciones económicas, escuelas, hoteles y  fábricas, hasta el ametrallamiento de poblados de pescadores, Cuba ha visto morir a sus mejores hijos de una forma indiscriminada  y criminal por malhechores que partieron de la Florida, Estados Unidos, bajo la mirada complaciente y encubridora de las autoridades norteamericanas. 3478 asesinados y 2099 heridos ha sido el penoso costo de la hostilidad estadounidense hacia Cuba y del odio irracional de las organizaciones terroristas radicadas en Miami. A ello se suman cifras millonarias por las afectaciones materiales producidas.

Bastaría examinar brevemente la década de los noventa para entender la envergadura de la violencia desatada contra la Isla de la Libertad por parte de sus enconados e históricos enemigos:

En esa década se organizaron 16 planes de atentado contra el Comandante en Jefe, coincidentes todos con las visitas efectuadas por el mandatario para participar en Cumbres Iberoamericanas de Jefes de Estado y otros eventos internacionales.

En ese mismo tiempo se organizaron 8 atentados contra otros dirigentes cubanos.

Al mismo tiempo, se llevaron a cabo 108 acciones terroristas contra objetivos en Cuba y representaciones cubanas en el exterior.

Cuba también ha sufrido la agresión a su espacio radioeléctrico por 25 emisoras radiales y la mal llamada TV Martí, cuya señal parte de Estados Unidos, en franca violación de las leyes internacionales de comunicación. Desde esa época, dichas emisoras transmiten cerca de 2000 horas semanales, profiriendo constantes ataques contra el orden institucional y llamando a la subversión. Sólo en un mes, por ejemplo, entre el 26 de enero y el 25 de febrero de 1993,  desde estas emisoras se realizaron:

20 llamamientos a atentar contra Fidel.

100 exhortaciones para realizar sabotajes contra instalaciones económicas y sociales del país.

124 llamamientos a miembros del Ministerio del Interior y de las Fuerzas Armadas para insubordinarse contra el gobierno revolucionario.

471 incitaciones a realizar propaganda contra la dirección del país y el sistema socialista democráticamente establecido.

Compañeras y compañeros integrantes del Tribunal:

Para todos es harto conocido que, con el derrumbe del campo socialista europeo, la mafia terrorista de Miami y los propios Estados Unidos albergaron la infundada idea de que las horas de la Revolución Cubana estaban contadas. Muchos ilusos, incapaces de valorar la resistencia del pueblo cubano, prepararon apresuradamente las maletas para regresar a la Isla y acabar de un solo manotazo con la obra de la Revolución, sumiendo al país en un baño de sangre y descargando sobre todos nosotros su odio irracional y la impotencia acumulada. Sin lugar a dudas, Cuba atravesó en esos momentos una situación verdaderamente difícil:

Cuba perdió el 59.9 % de sus exportaciones al exterior, con la consecuente pérdida de sus mercados tradicionales y la imposibilidad de colocar sus productos en otros países como consecuencia del férreo bloqueo establecido por los Estados Unidos contra la Isla.

Cuba también perdió  el 68 % de sus importaciones, lo que provocó la rápida carencia de materias primas y combustible, y la inmediata paralización de las inversiones, así como la semiparalización de la industria nacional reducida a un 10-15 %  en 1993. En esos momentos, la producción decreció, pues, en un 54,3 % y, en consecuencia, el consumo total de la población bajó en un 27 % aproximadamente.

Ante este difícil panorama, la Revolución y el pueblo cubano decidieron sobrevivir a toda costa. Se adoptaron urgentes, pero bien pensadas medidas encaminadas a reducir los desequilibrios económicos existentes,  de ajuste y estabilización económica, así como para lograr la eficiencia económica. Tales medidas fueron, en sentido general, la apertura al capital extranjero para estimular el desarrollo inversionista, la búsqueda de nuevos mercados y el desarrollo del turismo como motor impulsor del desarrollo económico ulterior.

¿Qué hicieron entonces las organizaciones terroristas radicadas en Miami y las administraciones estadounidenses para contrarrestar la estrategia cubana? Sin lugar a dudas, incrementar las acciones de terror para dar el golpe de gracia al gobierno y fortalecer las medidas para propiciar su aislamiento internacional. Para ellos, sus objetivos más precisos fueron:

1)   Atentar contra instalaciones turísticas con el doble propósito de desalentar el naciente flujo de turistas a la Isla y dañar esta alternativa económica  escogida por la Revolución. En esa década fueron colocadas 30 bombas en hoteles y otras instalaciones del turismo, de las que hicieron explosión once de ellas. Los daños ocasionados fueron cuantiosos, a lo que se sumó la muerte del joven turista italiano Favio di Celmo y diez ciudadanos cubanos heridos. En ese período se planificaron otras acciones que fueron descubiertas a tiempo y debidamente neutralizadas.

2)   Atentar contra instalaciones económicas de importancia vital para mantener la deteriorada producción industrial, tales como termoeléctricas, refinerías, centrales azucareros y otras instalaciones fabriles.

3)   Búsqueda de información sobre empresas extranjeras que invertían en Cuba, no sólo para ejercer presiones contra sus dueños sino para preparar también acciones terroristas contra las mismas.

4)   Estudios sobre las fuentes de abastecimiento de piezas de repuesto para la industria azucarera, la industria básica y otras ramas de la economía para cortarlas o atentar contra los suministradores.

5)   Estudios sobre la vulnerabilidad de las principales industrias cubanas e instalaciones hoteleras, que consistieron en filmaciones, fotografiado, marcajes con GPS, elaboración de mapas y croquis sobre sus dependencias y vías de acceso, con vistas a sabotearlas después  usando  medios explosivos e incendiarios.

Compañeras y compañeros del Tribunal:

Yo fui un testigo excepcional de estos planes terroristas y criminales maquinaciones planificadas y organizadas contra Cuba. Durante 22 años permanecí infiltrado dentro de las filas de los enemigos de la Revolución y tuve el magnífico privilegio de luchar en las sombras, al igual que una valiosa pléyade de hombres, entre los que se encuentran los 5 Héroes cubanos injustamente presos en cárceles norteamericanas, para salvaguardar la vida de este heroico pueblo, mantener intactas sus conquistas y detener la amenaza terrorista.

Durante los años noventa pude infiltrar tres poderosas organizaciones terroristas entre las que se encontraba  la Fundación Nacional Cubano Americana. Lo hice yo, y lo hicieron mis compañeros, ante la negativa del gobierno norteamericano de detener a esos terroristas, ante su complicidad con ellos y ante la apatía de las naciones desarrolladas del planeta, incapaces de levantar un solo dedo para condenar ese criminal terrorismo desplegado contra Cuba. Un general retirado norteamericano, Edgard Atkeson, ex vice jefe del Estado Mayor del ejército norteamericano para la inteligencia, reconoció en el injusto y amañado juicio impuesto de mis hermanos en Miami, que a Cuba le asiste el derecho de defenderse cuando no representa un peligro para los Estados Unidos y, sin embargo, se siente amenazada por su vecino del Norte. “Cuba necesita de ojos y oídos en la Florida que la alerten ante una posible agresión”, aseguró este general. Y es cierto, nosotros fuimos los ojos y oídos de Cuba en Miami, los que la defendimos del terror y evitamos tanta muerte injustificada para nuestro pueblo.

Muchos fueron los planes que mis hermanos antiterroristas evitaron y descubrieron. Le cabe a ellos  a René González, a Fernando González, a Ramón Labañino, a Gerardo Hernández y a Antonio Guerrero, el mérito de  haber impedido la consumación de más de setenta actos terroristas contra Cuba. En mi caso particular, quisiera referirme a algunos ejemplos para demostrar la calaña asesina de los líderes de la Fundación Nacional Cubano Americana y de otras organizaciones terroristas, que se pasean con total impunidad por las calles de ciudades norteamericanas y han llegado incluso a retratarse con  presidentes como Ronald Regan. George Bush padre, Bill Clinton y con el actual ocupante de la Casa Blanca:

El día 23 de diciembre de 1993 tuve la tarea de organizar, a solicitud de los jefes de la FNCA, la colocación de cuatro bombas en hoteles de la Habana y  de ocho cápsulas de fósforo vivo en cines y teatros de la Capital. ¿Cuánta gente inocente, me pregunto hoy, debería morir ese día para satisfacer el odio irracional contra Cuba de la mafia miamense y su incontrolable sed de poder?

Entre los meses de enero y septiembre de 1994, se me encargó por el propio Presidente de la Fundación, Francisco José Hernández Calvo, y otros directivos de la  criminal organización, realizar estudios en cinco termoeléctricas cubanas para preparar condiciones para su voladura mediante explosivos. También me orientaron preparar condiciones para atentar contra varias refinerías del país, dos hospitales, otras instalaciones económicas, la sede del Comité Central del Partido, el Ministerio del Interior y el Palacio de Convenciones, visitado por muchos de ustedes en alguna ocasión. También se me encargó la planificación de un posible atentado contra Fidel y la introducción de abundante dinero falso para caotizar la economía cubana.

En noviembre de ese mismo año se me orientó volar el famoso cabaret Tropicana, de la Habana, al que asisten diariamente 1050 personas entre turistas extranjeros y ciudadanos cubanos. Para tal propósito fui entrenado en el manejo de los explosivos, en un  hotel de Guatemala, nada menos que  por  Luís Posada Carriles y Gaspar Jiménez Escobedo. Esos dos terroristas de amplio historial criminal, liberados bochornosamente por la expresidenta panameña Mireya Moscoso, me entregaron dos poderosas bombas que supuestamente yo colocaría en ese cabaret la noche del 29 de noviembre de 1994. ¿Cuántas madres, esposas e hijos norteamericanas, canadienses, italianas, mejicanas, venezolanas, francesas y de otros países, incluidos cubanos,  me pregunto hoy, hubieran llorado esa vez la muerte de sus seres queridos? ¿Cuántos hogares de todo mundo no habrían sufrido un penoso luto en esa oportunidad? ¿Cuánto dolor y pena se hubiera causado en nombre del terror y el odio irracional de bestias como Posada Carriles y sus jefes de la FNCA?

Muchas otras detestables tareas me dieron los enemigos de la patria cubana y me satisface hondamente haber puesto mi vida en peligro por neutralizarlas. ¿Qué otra cosa no puede merecer que se haga por él el glorioso pueblo cubano  por parte de este hermano guatemalteco que siente, como todos ustedes, la admiración por esa gente noble y laboriosa, solidaria y amiga de las causas más justas?

Permítanme entonces, ante tanta indignación acumulada, ante la certeza de haber vivido una página de horror y ser testigo de ella, sin odios, pero con la convicción de la necesaria justicia, parafrasear a aquel ilustre chileno universal, Pablo Neruda, en su Canto General:

Para los que un día asesinaron a un joven alfabetizador cubano, Manuel Ascunce Doménech, de apenas 16 años de edad por haber cometido el delito de enseñar a  humildes campesinos, sin darle la oportunidad de crecer en un mundo mejor y conocer alguna vez el amor de mujer, pero sí conocedor del amor grande a los hombres de su tierra, PIDO CASTIGO.

Para los que asesinaron a tantas familias campesinas en Cuba, incluidos decenas de niños y niñas, les hirieron y dejaron inválidos, por el único delito de labrar la tierra que les entregó la Revolución, sentirse dignos por vez primera  y convertirse al fin en privilegiados dueños de su  destino, PIDO CASTIGO.

Para los que planearon y ejecutaron el criminal atentado contra el avión cubano en Barbados, en el que murieron 73 inocentes, segándole de tajo sus más hermosos sueños; laceraron la vida de jóvenes atletas orgullosos a traer a la Patria sus triunfos y les quebraron la ternura, PIDO CASTIGO.

Para los que han asesinado a diplomáticos cubanos  como Félix  García Rodríguez y Adriana Corcho, con total impunidad y criminal saña, ante los ojos indolentes de los gobiernos ante los que estaban acreditados,  hundiendo a sus familias en el luto y la desheredad, PIDO CASTIGO.

Para los que han asesinado a 101 niños cubanos, víctimas de la más detestable guerra biológica, privándoles del sagrado derecho a la vida, cercenando sus vidas tempranas y llenas de esperanza, PIDO CASTIGO.

Para los que sembraron de luto las calles cubanas, sus cines y granjas; han diseminado su odio sobre víctimas inocentes y han asesinado a mansalva, asesinando y malhiriendo, PIDO CASTIGO.

Para los que desde la Casa Blanca y Langley, han azuzado el odio irracional contra los cubanos, imponiéndoles una guerra sucia y un criminal bloqueo; que son capaces, a la vez,  de hablar hipócritamente de cruzadas antiterroristas mientras siembran de terror en el mundo entero.  Para los que mienten y distorsionan la verdad y endilgan falsas acusaciones a los justos, amenazando sin piedad como procónsules del mundo, PIDO CASTIGO.

Para esos mismos que han fabricado criminales y los han entrenado para matar y torturar empleando manuales made in USA y CIA; para los que los usado para reprimir y desaparecer gente progresista en América Latina; para los que los han empleado para el trabajo sucio como el asesinato de Kennedy, los escándalos Watergate e Irán Contras, el asesinato de Letelier, Carlos Prats y otros, PIDO CASTIGO.

Para los que se pasean impunemente por las ciudades norteamericanas, pavoneándose de sus crímenes, como Orlando Bosch y Luís Posada Carriles;  para sus cómplices menos afamados pero peligrosos como ellos, enfrascados en preparar atentados contra Cuba siempre  y hoy contra la hermana Venezuela, PIDO CASTIGO.

Para los que han ignorado a nuestros muertos y sólo se han sentido consternados ante las muertes de seres inocentes en Nueva York, Madrid y Londres, víctimas del mismo terrorismo que ellos han estimulado, discriminando inexplicablemente a las víctimas cubanas con un bochornoso silencio, PIDO CASTIGO.

Para  los cómplices y bárbaros,
para  los criminales redomados,
para los asesinos sin escrúpulos,
para los victimarios indolentes,
para sus cómplices y amigos,
para sus socios de tantas correrías,
para los que prefieren callar y no comprometerse,
para los apáticos e indiferentes,
PIDO CASTIGO

Por  nuestros  muertos, por los que nos ha arrebatado la mano criminal, privándonos de su compañía, de su caricia, de su sonrisa y de su afecto; por los que no tuvieron la oportunidad de despedirse de nosotros y aún reclaman justicia; por los que diariamente nos contemplan desde una vieja foto, arrugada de tanto ser acariciada por nosotros, EXIJO JUSTICIA. 

Por nuestros hermanos, hacinados en cárceles por defender a su gente del terror y el crimen; burdamente difamados e injustamente condenados por los propios asesinos que combatieron; por la falta de justicia, EXIJO JUSTICIA.

Por los que vamos a morir si se atreven a atacarnos; por los que a diario los combatimos y combatiremos, por los que no entregaremos nuestras conquistas y preferimos perecer por defenderlas, EXIJO JUSTICIA.

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