El descontento que experimenta una gran parte de los londinenses con
respecto a los Juegos Olímpicos que arrancan en la capital británica es
fácil de comprender si uno ve este gran evento deportivo como una fiesta
privada de los inversores.
La huida de la felicidad
A la Villa Olímpica de Stratford, al este de Londres, siguen llegando
delegaciones deportivas de todo el mundo y cada día se izan las nuevas
banderas de los países participantes. La bandera rusa también está
izada.
Los turistas tanto del interior del país como del extranjero siguen
llegando a Londres. En total, será casi un millón de personas que
visitarán la capital británica sólo para ver los Juegos Olímpicos. Si
recordamos que Londres es el destino turístico más popular en el mundo
(con 15 millones visitas anuales) se comprende por qué los habitantes de
la ciudad sueñan con escapar de ella mientras duren las Olimpíadas.
Los sondeos revelan que del 20% al 26% de los londinenses planean
abandonar la capital durante los Juegos. En la comunidad rusa de Londres
esta cifra asciende a un 41%.
Y eso que muchos les envidian. Los Juegos Olímpicos en tu ciudad no
es un evento tan frecuente, incluso para Londres que se convierte en el
escenario de la fiesta del deporte por tercera vez. Los habitantes de la
capital británica deberían estar felices: no tienen que ir a ninguna
parte para verlos, pagarse el hotel y las comidas.
El número exacto de londinenses que huirán se sabrá una vez
terminados los Juegos. No todos los que querrían hacerlo se lo pueden
permitir, por motivos ajenos a su voluntad.
Pero en general, por más que se hable de los millones que se gastarán
los turistas durante las Olimpíadas, de los nuevos puestos de trabajo y
otras ventajas económicas del evento, no se puede negar que una gran
parte de los anfitriones tiene una actitud negativa ante los Juegos.
Porque esto se llama la “fiesta ajena”.
La voz desde el sótano
“Los Juegos Olímpicos hace tiempo ya se han convertido en un factor
que justifica los proyectos de inversión difícilmente justificables en
otros casos”, opina Dmitri Abzálov, experto del Centro de Coyuntura
Política de Rusia.
Según él, los Juegos como eventos meramente deportivos nunca son
rentables pero sí contribuyen a mejorar la infraestructura de las
ciudades, o incluso de los países que los reciben. El experto pone como
ejemplo a China, que gracias a los Juegos Olímpicos mejoró notablemente
sus redes viales, construyó nuevas viviendas y solucionó el problema del
suministro de electricidad a la capital.
Pekín gastó un monto récord en la historia de los Juegos Olímpicos,
40.000 millones de dólares, pero sin las Olimpíadas habría sido mucho
más ya que parte del dinero la asignó el Comité Olímpico Internacional y
al mismo tiempo se pudo captar con más facilidad a los inversores para
los proyectos de infraestructura.
Además, la afluencia de turistas durante las competiciones deportivas
tiene una ventaja de la que muchas veces hacen nos olvidarnos los
superproyectos olímpicos. Y es que el dinero que gastan los turistas
anima al pequeño comercio de la sede de los Juegos y los impuestos se
pagan directamente al presupuesto local, que en otras situaciones no
podría ni soñar con tales ingresos.
Todo esto son cosas bien conocidas y banales, pero cada cuatro años
hay que volver a recordarlas a los habitantes del nuevo “paraíso
olímpico”. Y cada vez resulta en vano. Por lo menos uno de los diarios
británicos publicó recientemente la siguiente anécdota, muy típica en el
Londres olímpico. Un amigo se queja al otro: “Todo este rollo me
recuerda la situación cuando alguien monta una gran fiesta en tu casa,
mientras a ti te encierra en el sótano”.
Amenaza infantil
Estas reacciones negativas con respecto a una gran fiesta del deporte
no puede ser explicada solo desde el punto de vista de la mentalidad
pequeñoburguesa de los europeos que no se tienen que preocupar por el
prestigio internacional de su país. Los ucranianos, que tienen una
mentalidad muy diferente, reaccionaron de manera muy semejante ante la
Eurocopa de Fútbol que sus ciudades acogieron hace un mes, un evento
menos grandioso pero de una importancia colosal para Ucrania.
La actitud de los ucranianos ante la Eurocopa-2012 fue cambiando del
entusiasmo general a la desilusión e incluso rabia conforme se acercaban
las fechas del campeonato. El gobierno de Kiev anunció que las
estaciones del metro de la ciudad estarían cerradas durante el evento y
los colegios pidieron a los padres que se llevaran a sus hijos de la
ciudad durante ese tiempo.
“Me recuerda los Juegos Olímpicos de Moscú en 1980. Entonces a mis
padres, y a muchos otros padres, también recomendaban llevarse a sus
hijos de la capital para que no empezaran a pedir chicles a los
extranjeros desprestigiando el régimen soviético”, dice Alexei Makarkin,
vicepresidente del Centro ruso de Ingeniería Política.
Concurso de proyectos
El politólogo afirma que la efectividad de los Juegos Olímpicos para
mejorar la imagen del país está muy exagerada. “Además, Gran Bretaña no
necesita mejorar su imagen. Lo hacen los países que tienen una fama,
digamos, ambigua. Pero en estos casos los juegos tampoco son una receta
universal. Por ejemplo, las Olimpíadas en Pekín no cambiaron la imagen
de la capital china”, señala Alexei Makarkin.
Según Makarkin, de los últimos juegos tan solo los de Seúl de 1988
contribuyeron a elevar el prestigio internacional del país, pero fue
porque se celebraron paralelamente a unas reformas democráticas sin
precedentes y las primeras elecciones libres.
“Los Juegos Olímpicos son una herramienta eficaz para realizar
cambios de infraestructura, pero esto puede acarrear ciertos riesgos.
Ahora es evidente que los Juegos Olímpicos de Atenas en 2004 asestaron
un duro golpe a la economía nacional, que no llegó a recuperarse tras
las competiciones”, dice Dmitri Abzálov.
“La reacción de la población ante un evento como los Juegos Olímpicos
nunca podrá ser homogénea. Siempre habrá descontentos. Pero si alguien
pretende con la ayuda de los Juegos elevar el prestigio de su país en el
mundo a pesar de las dificultades que esto supone para su población,
tiene que comprender que no conseguirá este objetivo”, asegura Alexei
Makarkin. El experto indica que si en el curso de dos años Rusia no
logra realizar reformas democráticas, los Juegos Olímpicos de Sochi en
2014 no cambiarán de ninguna manera la “fama ambigua” del país.
Así que la reacción negativa de los londinenses no es un rasgo típico
del carácter británico. Es una de las características del movimiento
olímpico moderno que se ha convertido en un concurso de proyectos de
inversión.
Serguei Petujov, RIA Novosti
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