jueves, 5 de julio de 2012

El ‘comodín’ turco de la baraja siria

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La reciente entrevista del presidente de Siria, Bashar Al Asad, concedida en tono de disculpa al diario turco Cümhuriyet, podría considerarse aún más importante que las diferentes conferencias internacionales dedicadas al futuro del país.

El conflicto entre Damasco y Ankara por el avión militar turco abatido por Siria podría haber adquirido un carácter muy grave. Y aunque la oposición siria todavía ha de demostrar su capacidad de derrocar al régimen, Turquía podía actuar de una manera brusca y decidida, sin hacer caso de nadie, ni siquiera de la OTAN. Sin embargo, de momento parece que las tensiones se relajaron aunque Ankara reforzó la frontera con tanques y unidades adicionales.



Las delicadas relaciones turco-sirias

Lo más curioso de la entrevista de Al Asad no es su no extremadamente sincera descripción de lo ocurrido, sino la siguiente declaración: “Desde que en Turquía cambió el jefe del Estado Mayor, el Gobierno le prohibió mantener con nosotros ningún tipo de contacto. Ni siquiera tenemos la posibilidad de contactar, en caso de necesidad, con los altos mandos turcos”. ¿Cuál será la razón de estas instrucciones?

La historia de las relaciones entre Siria y Turquía fue igual de cambiante que toda la política exterior de Ankara en Oriente Próximo. La atención general se centró en ella a principios de junio de 2010, al atacar las tropas de misiones especiales de Israel la llamada “Flotilla de la paz” que se dirigía a Gaza para burlar el bloqueo israelí de las tierras palestinas. Uno de los principales promotores de la iniciativa fue Turquía.

Todo el mundo empezó a preguntarse qué era lo que estaba ocurriendo. Hubo incontables respuestas. Se llegó a suponer incluso que Turquía estaba creando su propio mini imperio, una zona de influencia a lo largo de sus fronteras, al tiempo que mejoraba sus relaciones con Irán y se ganaba amigos enfrentándose a Israel. Y sus amigos en aquellos momentos no eran pocos: casi todos los países, Siria incluida. La única excepción era, por supuesto, Israel.

En la actualidad estamos presenciando otro giro de la política exterior turca: un evidente conflicto con Siria, lo que no puede ser del agrado de Irán. No es ningún secreto que para parte de la oposición siria, tanto la armada como la que no lo está, la vecina Turquía representa un asilo seguro. En el país, en los campamentos de refugiados ya residen cerca de 33.000 sirios. Se considera que Damasco hizo enojar a los turcos al permitir que opere en su territorio la oposición kurda.

Todo parece indicar que la situación, más que una simple pelea de dos países vecinos, es señal de una nueva línea política aplicada por Turquía. Los nuevos elementos son una serie de disturbios callejeros, guerras y revueltas ocurridas en el mundo árabe.

La nueva política de Turquía

En el espacio informativo ruso no es nada fácil encontrar opiniones cualificadas sobre Turquía, dedicada por completo a la elaboración de su nueva política. Posiblemente, el criterio que mayor interés presenta figura en la página del Consejo para Asuntos Internacionales de Rusia.

El panorama es más o menos el siguiente: Turquía primero seguía con recelo los acontecimientos que estaban ocurriendo en el mundo árabe y más tarde empezó su propio e intrincado juego. Los requisitos son: no provocar peleas con Estados Unidos, pero tampoco alejarse de sus vecinos árabes que cada vez realizan mayores inversiones en la economía turca. Al mismo tiempo, Ankara intenta aprovechar la situación para afianzar todavía más sus posiciones en la región. Sobre todo, teniendo en cuenta que las fuerzas islamistas que están llegando al poder en los países árabes se parecen en gran medida al Partido de la Justicia y el Desarrollo que casi ha acaparado el monopolio del poder en Turquía. Es un buen motivo para establecer relaciones de amistad.

El efecto adverso de la nueva línea política de Ankara consiste en que sus relaciones con Irán han empeorado y bastante, a causa de Siria. La diplomacia turca, sin embargo, es muy hábil buscando fórmulas de compromiso. Otra campo de maniobra son las relaciones de Turquía con Rusia.

Sin pelearse con el vecino

En realidad, los socios más importantes de Rusia en Oriente Próximo son Siria y Turquía, solo que el nivel de la cooperación comercial es incomparable.

Así, por ejemplo, entre enero y noviembre del año pasado de los más de 30 millones de turistas que visitaron Turquía, cerca de 3,4 millones eran rusos. Los rusos y los alemanes no dejan de competir por asumir el liderazgo en el sector. Al parecer, en 2011 lideraron los alemanes, aunque en el principal sitio del veraneo del país, Antalya, los ciudadanos alemanes cedieron sus posiciones a los rusos. En otras palabras, un impresionante número de nuestros compatriotas no se imagina un verano sin el mar turco.

El intercambio comercial es un índice muy curioso: debido a la crisis los volúmenes se redujeron de unos 40.000 millones de dólares a unos 25.000 millones, tras lo cual empezaron a crecer y alcanzaron en 2011 el nivel de unos 31.000 millones de dólares. Rusia es el segundo socio comercial, después de Alemania, de Turquía. Y Turquía es para Rusia el séptimo.

¿Es mucho o poco? Digamos que es diez veces más que el intercambio comercial entre Rusia y muchos de los países árabes. Los dos gobiernos, sin embargo, se plantearon un objetivo muy ambicioso, el de elevar los índices para 2015 hasta 100.000 millones anuales.

No menos importante es el principal proyecto extranjero de Moscú, la construcción en Turquía de una central nuclear que supone inversiones rusas por el monto total de unos 20.000 millones de dólares.

Es evidente que respecto a la situación en Siria, Moscú y Ankara se atienen a unas posturas bien distintas, pero por lo menos intentan no complicar las relaciones bilaterales. En realidad, Turquía es uno de los poquísimos países cuya opinión sobre Siria y las revoluciones árabes tiene valor para Moscú.

Las opiniones de otros países pueden ser sometidas a discusión, porque son tantas como cartas tiene una baraja. Ankara, sin embargo, es una especie de jóker o comodín y merece la pena prestarle atención.
 
Dmitri Kósirev, RIA Novosti
 

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