I.
Introducción
Leer a
Carlos Fonseca es descubrir los ejes esenciales de la realidad histórica
nicaragüense, entendiendo por tal no sólo el pasado, como suele pensarse, sino
también el presente y la potencialidad de desenvolverlo hacia horizontes que
den o puedan dar a la nación posibilidades de felicidad creciente.
Hablar
de Carlos Fonseca no se reduce a su persona, sino a todo el entorno histórico
de nuestro país. No es así posible referirse a él sin tomar en cuenta sus
estudios sobre Sandino, su lucha, sus compañeros de lucha, su vida y su legado
político-ideológico. No resulta pues fortuito que hable y escriba profusamente
sobre el héroe de las Segovias y haga referencia a los antecedentes más remotos
de su gesta. Tampoco lo es que asuma constantemente el análisis de lo que
caracterizó a la dictadura somocista, a la oposición burguesa y a la permanente
resistencia que el pueblo libró en contra de las distintas formas de opresión a
la que ha sido sometido; lucha de la que él mismo fue no sólo testigo y
protagonista sino también, sobre todo, su impulsor más importante.
Si
para Sandino Benjamín Zeledón fue la clave de la realidad nacional, para Carlos
Fonseca, Sandino fue la antorcha que iluminó con su lucha, sus ideas, su
genio y patriotismo a toda prueba, toda la lucha ulterior del pueblo no sólo
hasta el derrocamiento de la dictadura somocista en 1979, sino hasta el
presente, en el que su legado está presente en todos los proyectos que impulsa
el FSLN en el poder.
II.
Breve comparación entre Sandino y Carlos Fonseca
Sandino nació el 18 de mayo de 1895 en condiciones de
extrema pobreza; murió asesinado el 21 de febrero de 1934, por órdenes
del imperio y la dictadura somocista en ciernes. No pudo cumplir los 40 años.
Carlos
Fonseca nació el 23 de junio de 1936,
murió combatiendo a la dictadura somocista el 8 de noviembre de 1976.
Apenas pudo llegar a los 40 años.
Sandino fue hijo natural de Margarita Calderón, una
campesina, y de Gregorio Sandino, un terrateniente medio. Carlos
Fonseca fue también hijo natural. Fausto Amador, su padre, fue un
funcionario de la dictadura somocista y antes administrador de la mina la Reina
en San Ramón, Matagalpa, fundada en 1938 por inversionistas yanquis. Su madre
fue Agustina Fonseca Úbeda, campesina y cocinera.
Tanto
Sandino como Carlos Fonseca, al tiempo que se interesaban vivamente por la
realidad local a cuya transformación radical dedicaron todas sus energías y sus
vidas, comprendían a la nación como parte inseparable del mundo y,
particularmente de Nuestra América.
“Diga
usted a Hispanoamérica que mientras Sandino aliente, la independencia de
Centroamérica tendrá un defensor. Jamás traicionaré mi causa. Por esto me llamo
hijo de Bolívar…” [1]
Carlos
Fonseca, por su parte, hablaba de la necesidad de alzar los ideales de
Carlos Marx, Camilo Torres, el Che y muchos otros héroes del mundo.[2]
Hacía ver la esperanza que produjo en el pueblo nicaragüense la victoria del
pueblo venezolano en enero de 1958, contra la dictadura de Pérez
y Jiménez y Pedro Estrada;[3] de forma semejante se expresó de la victoria
del pueblo cubano en su lucha contra la dictadura batistiana, el 1 de enero
de 1959, anotando que ella daba nuevas esperanzas a nuestro pueblo que
la acogía como propia.[4]
Veamos
algunos de los hilos esenciales que Carlos Fonseca descubre en Bajo la
bandera del sandinismo.
III.
Análisis histórico-políticos[5]
En sus
Análisis histórico-políticos, al hacer referencia a lo que él
llama “La lucha por la transformación de Nicaragua”, resalta que la
lucha contra la dictadura somocista no implica un simple cambio, sino un cambio
radical traducido en la liquidación del sistema económico y político que impera
en Nicaragua, sustituyéndolo por uno nuevo y superior. No es casual que coloque
a Nicaragua como parte inseparable del mundo oprimido por el imperialismo cuya
capital reside en Washington. En correspondencia con ello, el país posee una estructura
económica que en su mayor parte responde a las demandas del mercado externo,
fenómeno que, a lo interno, se expresa como monocultivismo. De esta
suerte, las mejores tierras se encuentran bajo el poder de la oligarquía
terrateniente.
Caracterizando
siempre las estructuras socio-económicas del país, Carlos Fonseca acota que las
mismas personas que controlan el aparato estatal del mismo, controlan
igualmente su vida económica. A la vez, sirviendo los intereses foráneos
de EEUU, la dictadura funge como agencia del Departamento de Estado de EEUU. Y
desde luego, los invasores yanquis, obligados por los patriotas sandinistas a
desocupar el territorio nicaragüense, crearon a la Guardia Nacional como
sostén fundamental de la dictadura somocista.
Ante
este panorama que favorece a los menos en detrimento de los más, éstos se
interesan en que en Nicaragua triunfe una revolución que los convierta en dominadores
y a los primeros en dominados.
Pero
Carlos Fonseca no hace su examen de la realidad sólo desde la óptica de los
grandes autores más visibles de las contradicciones de clase (pueblo vs.
dictadura), sino también desde la de quienes formalmente, no de fondo,
conforman la oposición al somocismo: los conservadores, cuyos intereses
representan a los grandes ricos, comerciantes millonarios, empresarios y
latifundistas. Estas fuerzas, organizadas en el Partido Conservador,
tienen como meta única “sustituir a los Somoza en el primer lugar como
millonarios.” No representan así “intereses irreconciliables con
la dictadura.” [6]
Dictadura,
oposición, pueblo y lucha armada
Sobre
esta base, Carlos Fonseca plantea:
“En
gran medida la camarilla conservadora se encuentra interesada en la
continuación del somocismo si la caída de éste lleva a una revolución que
liquide la explotación brutal del pueblo. Este señalamiento trae la explicación
sobre la causa por la cual el Partido Conservador no ha sido capaz de dirigir
con éxito la lucha opositora y también explica los numerosos pactos que se han
puesto en práctica con la camarilla dictatorial.”[7]
Como
contraparte de lo arriba señalado, los sectores más combativos del pueblo,
particularmente los estudiantes y los jóvenes de la clase media urbana, buscan
nuevos caminos para derrocar a la dictadura.
La
conclusión inequívoca a la que llega Carlos Fonseca consiste en que con la
lucha legal no se puede alcanzar ninguna victoria, sobre todo considerando que “la
dictadura es un régimen de fuerza y no de ley.” En este sentido,
resulta absurdo que el pueblo levante “la ley contra la fuerza, el código
contra la bayoneta.” [8]
Necesidad
de otras formas de lucha
Pero
la lucha armada, por importante que sea, no puede por sí sola
conducir a la victoria del pueblo. Por lo mismo, esta forma de lucha debe
forzosamente aprovechar las puertas legales, por pocas y limitadas que
sean, para denunciar los problemas que el pueblo soporta. Igual pasa con la actividad
clandestina, que debe estimarse auxiliar importante de la lucha
armada. Esta actividad debe ocuparse de la organización de mítines
relámpagos, pintas, etc.[9]
Sin
embargo, la lucha armada no equivale para Carlos Fonseca, a
terrorismo. Por ello, declara que las fuerzas revolucionarias se
declaran enemigas del uso de bombas y sabotajes aislados como base de la lucha
contra la dictadura. Para él, resulta erróneo asumir “que la zozobra producida
por las bombas”, pueda liquidar al régimen dictatorial. Tampoco se trata de
descartar esas formas de lucha por completo; se debe recurrir a ellas como
auxiliares de una acción armada determinada, evitando que ello pueda dar lugar
a víctimas inocentes. [10]
La
unidad en la acción, sin sectarismos
Empero,
ningún triunfo resulta posible sin la unidad en la acción; sin sectarismos de
ningún tipo. Sólo así son alcanzables los objetivos revolucionarios. Mas, ello
es alcanzable solo en la medida que la dirección de la lucha exitosa contra el
régimen opresor se encuentre en manos revolucionarias que cuenten, además, con
el respaldo del campesinado poniendo en práctica “una línea agraria de
entregar la tierra.” [11]
El
éxito de la lucha depende, así mismo, de la capacidad autocrítica de las
fuerzas revolucionarias; del estudio permanente de la experiencia de lucha
propia y la de otros pueblos hermanos.[12]
Breve
estudio de la lucha popular nicaragüense: la GN, la dictadura y la complicidad
conservadora
En su
Breve estudio de la lucha popular nicaragüense contra la dictadura de Somoza,
Carlos Fonseca aborda tópicos diversos que complementan el panorama
anteriormente expuesto.
Lo
primero que sale a flote en este análisis es que la Guardia Nacional es el
principal instrumento para garantizar el sostenimiento de la dictadura, al
grado que la historia de ésta es la de aquélla. Profundizando al respecto de
este asunto, Carlos Fonseca añade que los métodos criminales adoptados por
el Somocismo en función de consolidar su poder, cuentan con el aplauso de
los líderes del Partido Conservador, al que llama “tienda política
de la oligarquía feudal”, tal como queda demostrado con el
banquete que diera en Granada tras el asesinato de Sandino el 21 de
febrero de 1934 para festejar el hecho, ante confesión que hiciera Somoza
asumiendo su responsabilidad por dicho crimen y el de muchos patriotas que
seguían al héroe. No resulta sobrancero decir que, para Carlos Fonseca, la
instauración del Somocismo debe considerarse “parte del plan
fascista internacional de implantar gobiernos basados en la fuerza
reaccionaria”. No extraña que Somoza García, durante algún tiempo,
exhibiera en su despacho fotografías de Hitler, Mussolini e Hirohito,
las cuales retiró tras el ataque japonés a Pearl Harbor.[13]
Caracterización
del régimen somocista
Entre
los objetivos del régimen somocista, Carlos Fonseca señala:
1. Servir de centro de conspiración contra gobiernos caribeños
legítimamente electos que cuentan con voluntad, mayor o
menor, de proteger los intereses de sus propios pueblos. En Guatemala, Carlos
Castillo Armas, para derrocar a Jacobo Árbenz -lo que acaeció el
19 de febrero de 1954-, contó con aviones que la dictadura
somocista le facilitó; en Costa Rica, Pepe Figueres (padre), mismo que
en algún momento hizo reclamos a los monopolios, el 8 de enero de 1955 se vio agredido
por Somoza García; en Cuba, el dictador Fulgencio Batista masacró al
pueblo con tanques que el somocismo le envió.
2. Ultraje a los valores nacionales, como la memoria de Rubén
Darío, al darle su nombre a la principal
condecoración del país, otorgándosela, además, a gente de la peor ralea del
continente y del mundo.
3. Adopción de una naturaleza dinástica a raíz del
ajusticiamiento de su fundador, Anastasio Somoza García, el 21 de septiembre
de 1956. Así las cosas, la presidencia del país la asume Luis Somoza
Debayle (quien, el 2 febrero de 1957, mediante una farsa electoral es
electo presidente hasta 1963), lo que contó con el respaldo de Thomas Whelam,
embajador de EEUU en Nicaragua, ello mientras su hermano, Anastasio Somoza
Debayle, contando con el mismo respaldo, se colocó al frente de la
Guardia Nacional.
4. La economía del país se conserva en un
nivel semifeudal y semicolonial, sobre todo porque la parte
fundamental de su producción se orienta a los mercados
externos, esencialmente a EEUU y porque la mayor parte de los
productos que importa son manufacturados. No es fortuito que el
principal terrateniente y el primer rico del país sea la familia Somoza. La
dictadura ha reducido al pueblo a soportar una vida llena, por completo, de las
peores calamidades, entre otras, la desocupación, los bajos salarios,
el analfabetismo, enfermedades, etc. Más del 50 % de las personas que
mueren en Nicaragua son menores de 4 años. No hay así pobre en el país que
no haya sufrido al menos el fallecimiento de uno de sus hijos.
5. Son durísimas las penalidades que soportan los trabajadores
de las minas de oro, plata y cobre en manos de compañías
extranjeras.[14]
Algunas
conclusiones en torno a la lucha popular
Tras
el análisis breve de la lucha popular contra el somocismo, Carlos Fonseca, hace
algunas conclusiones:
1. La salida electoral es una farsa hipócrita sobre todo
por el carácter represivo de la Guardia Nacional y la recurrencia a los fraudes
electorales por parte del régimen.
2. El Partido Conservador y otros elementos vacilantes
son, como los Somoza, traidores a Nicaragua.
3. La insurrección popular armada es la médula de la
lucha contra el somocismo.
4. La unidad es, necesariamente, fundamental
para que la insurrección progrese. Y ésta requiere sin falta de unidad
en la acción.
5. El Ejército Defensor del Pueblo Nicaragüense debe
contar con el apoyo del Frente Interno de la Resistencia, mismo que debe
hacer uso de “métodos clandestinos y secretos de lucha, al margen de las leyes
reaccionarias de la dictadura.”
6.
La actividad legal de determinadas organizaciones y
personalidades puede jugar un papel importante en la lucha
revolucionaria.
7.
La juventud nicaragüense del pueblo está vinculada al
triunfo contra la dictadura en tanto que siente y comprende que lo que está de
por medio es el futuro de Nicaragua.[15]
Mensaje
a los estudiantes revolucionarios, abril de 1968
En su Mensaje
a los estudiantes revolucionarios, publicado en mimeógrafo en abril de 1968,
hablando en nombre del FSLN, Carlos hace referencia a las dificultades con que
se ha tropezado el movimiento armado revolucionario para desarrollarse, lo que
atribuye a la política oportunista seguida por los que llama falsos
marxistas, quienes renuncian a la lucha armada para conquistar el
poder y han acaparado la dirección del movimiento revolucionario por
décadas, imprimiéndole métodos de trabajo pacifiqueros. Por el contrario,
anota, la decisión del FSLN de recurrir a la lucha armada
demuestra que los militantes de esta agrupación son la fuerza con mayor
ansia por la transformación de Nicaragua y el establecimiento en ella de un
régimen revolucionario.[16]
Estudiantes
revolucionarios y estudiantes guerrilleros
Enfatiza,
además, que los combatientes de procedencia estudiantil han ocupado un lugar
destacado en la germinación de la lucha armada. Sin embargo, hace la distinción
entre los estudiantes guerrilleros que han derramado su sangre y los
estudiantes revolucionarios que se han quedado en las aulas de brazos cruzados.
El movimiento estudiantil organizado, acusa, se ha limitado a lanzar
proclamas de pésame; no se ha concentrado en asambleas fraternales, no ha
proclamado en las calles su identificación con los ideales de los combatientes
del pueblo. Pero, inmediatamente advierte que la responsabilidad de ello recae
en la indisciplina del movimiento estudiantil y en la penetración
capitalista de las universidades del país.[17]
Desenmascaramiento
del Plan Nacional de Desarrollo de la Universidad
Carlos
desenmascara el carácter reaccionario del “Plan Nacional de Desarrollo” de la
Universidad Nacional de Nicaragua, que habla de coexistir pacíficamente,
entenderse, dialogar, transigir y respetarse mutuamente, conceptos que
consideran la lucha como algo que rebaja la función de la universidad. En
realidad de lo que habla ese documento es de coexistir no solo con la
oligarquía capitalista local sino también con el imperio yanqui. Además, en
él se divorcia la cultura de su base: la plena liberación
nacional. La pretensión señalada, acusa Carlos Fonseca, conlleva a la
aplicación de las teorías pedagógicas de la revista Life que inculca que
los programas educativos deben ocupar la mayor parte posible del tiempo
de los estudiantes, con el objeto de impedirles que dispongan de tiempo para
participar en la lucha popular.[18]
Estudiantes
de enseñanza media y universitaria deben respaldar lucha popular
Los
estudiantes de enseñanza media o universitaria no deben dar la espalda a las
mayorías oprimidas. Por su instrucción, ellos cuentan con mayor
facilidad para conocer las causas que provocan los problemas que
afectan a la nación, lo cual multiplica el deber que tienen de ser parte
del combate popular. Por otro lado, sus espíritus no han sido penetrados
muy hondo por las mentiras y vicios a los que da lugar la sociedad capitalista.
Se trata, pues, del sector de la población que con más dificultades se ve
enajenado por esta sociedad. Por ello, la relación entre fuerza estudiantil
y política resulta inevitable. Y aquéllos que se oponen a este vínculo
concreto, hablan en contra del pueblo. Aunque no en contra de toda política
porque en verdad desean ver a los estudiantes identificarse con la política
más reaccionaria.
Siendo
el sector que más ansias demuestra por los cambios radicales, los estudiantes,
por algún tiempo, deben ser la fuerza que deba encabezar la lucha popular,
lo que no significa negar el papel que en ello deben desempeñar el
sector obrero y el sector campesino. Más bien implica vincularse
estrechamente a ellos, lo que incluye la investigación de los problemas
que los aquejan, acudir a la fábrica, comarca y latifundio en que se
desenvuelven. Ello se hace primordial para movilizar a ambos sectores en
contra de sus enemigos.
Carlos
luego advierte que con el desarrollo de la organización guerrillera rural, el Partido
Conservador y el Partido Social Cristiano, identificados con el
capitalismo, lejos de quedarse de brazos cruzados echarán a andar maniobras en
su contra; pretenderán una componenda que cambie sólo de nombre el
aparato estatal somocista para conservar incólume el poder económico de los
capitalistas locales y extranjeros.[19]
Contra
penetración capitalista de la Universidad. Crítica a rectores
En la
misma tónica, Carlos advierte contra la penetración capitalista en la enseñanza
y en la universidad. Critica a los rectores de las universidades por
identificar a éstas con la formación de un hombre culto y no la de “un
patriota, de un ser humano consciente de poner sus conocimientos al servicio de
la patria, al servicio de la humanidad.”
Sin
embargo, tratando de obstaculizar la identificación estudiantil con el pueblo,
las autoridades universitarias, el Instituto Nicaragüense de
Desarrollo (INDE) y el Instituto Nicaragüense de Promoción Humana
(IMPRHU) conciben planes para desviar sus inquietudes hacia cosas inocuas
como la de hacer participar al movimiento estudiantil en campañas de
alfabetización a ciertas personas del pueblo. Lo que en sí no es malo, el
problema radica en la pretensión de dirigir sus inquietudes esencialmente a
este tipo de labores.[20]
En el
ámbito de la lucha nacional, Carlos acusa la necesidad de que en un programa
revolucionario se debe desenmascarar demagogia socialcristiana que pretende
la conciliación de clase; es decir, entre ricos y pobres, la que, como
muestra la experiencia internacional, no es alcanzable.[21]
Rescatar
universidad para el pueblo, demiurgo de la misma
Una de
las exigencias planteadas ante la acción estudiantil “es la obligación de
rescatar la universidad para el pueblo, la universidad se sostiene con el sudor
del pueblo trabajador. La cultura proviene del trabajo milenario de los pueblos.
De manera que el legítimo dueño de la universidad es el pueblo.” Pero
obsérvese ahora esta nota que no puede pasar desapercibida: “… la razón de
ser del movimiento estudiantil revolucionario, no puede consistir
exclusivamente en obtener posiciones en las directivas estudiantiles. En
nombre de la habilidad para ganar fuerzas en las elecciones estudiantiles se ha
llegado a renunciar a las demandas revolucionarias, a la ligazón con la amplia
masa.”[22]
Lucha
de clases, empleo de la violencia y falta de conciencia revolucionaria
En
“Nicaragua Hora Cero”, Carlos Fonseca trae a colación una idea de gran
importancia para comprender la realidad histórica nicaragüense y,
particularmente, lo relativo a la lucha de clases, idea que reproducimos
íntegra:
“Un
rasgo notable en la historia de Nicaragua, en particular en la etapa que se
inicia con la independencia de la dominación española en 1821, es el empleo de
la violencia en el relevo de las distintas fuerzas políticas, representantes de
las clases explotadoras, que se han disputado la hegemonía del poder. Los
cambios pacíficos entre los distintos bandos de las clases dominantes, un tanto
frecuentes en otros países de América Latina, en Nicaragua no han tenido lugar.
Esa experiencia tradicional predispone al pueblo de Nicaragua contra las farsas
electorales y a favor de la lucha armada.”[23]
Sin
embargo, sostiene que otros rasgos de nuestra historia consisten en que, pese a
que el pueblo ha tomado las armas, encabezado por individuos que no podían de
ningún modo encausar su lucha hacia cambios revolucionarios; ha faltado una
profunda conciencia revolucionaria, lo cual vincula con el oscurantismo
ideológico de la época colonial que ha seguido pesando decisivamente
impidiéndole al pueblo marchar a los combates con conciencia plena del cambio
social. En él ha pesado más el instinto que la conciencia.[24]
Lucha
se desarrolló sin la presencia de un proletariado industrial
Señala
Carlos Fonseca que, de 1926 a 1936, la lucha del pueblo nicaragüense:
“[…] se
desarrollo sin existir un proletariado industrial. La incipiente burguesía
traicionó al pueblo nicaragüense y se entregó a la intervención yanqui. La
burguesía no pudo ser relevada de inmediato de la vanguardia de la lucha
popular por un proletariado revolucionario. La resistencia sandinista,
que se convirtió en la heroica vanguardia del pueblo, presentaba una
composición casi absolutamente campesina y precisamente en este detalle reside
la gloria y la tragedia de aquel movimiento revolucionario. Fue una
gloria para el pueblo de Nicaragua que la clase más humilde respondiera por el
mancillado honor de la patria y al mismo tiempo fue una tragedia porque se
trataba de un campesinado sin nivel político alguno […] Esto
condujo a que una vez asesinado Sandino su movimiento no pudiera tener
continuidad.” [25]
Carlos
acota que el periodo que va desde el asesinato de Sandino en 1934, hasta el
triunfo de la Revolución Cubana en 1959, se caracterizó principalmente por la
interrupción de la lucha armada tradicional como forma sistemática para combatir
al somocismo. Ello lo vincula con esta otra característica principal del
periodo, a saber, “el dominio casi total que el sector conservador
ejerció sobre la oposición antisomocista.” No obstante, todo esto que
duró 25 años, fue el precedente de una nueva etapa de lucha que se origina con
la lucha armada y el triunfo revolucionario, en 1959, contra la dictadura
batistiana en Cuba.[26]
Y, en
su “Síntesis de algunos problemas actuales”, refiriéndose a las acciones del
enemigo de clase del pueblo nicaragüense, Carlos hace esta importante
advertencia:
“No se
necesita mucha perspicacia para adivinar que el enemigo tratará de penetrar la
organización, nuestras filas mismas, a través de personas que puedan hacerse
pasar por sandinistas, para más adelante provocar escisiones mediante grupos de
sandinistas “democráticos”. Indicios de tal posibilidad y peligro se ve en la
pose del señor P.J. Chamorro, quien en su oficina se atreve a
ostentar la imagen de Sandino.”
Mas no
se trata simplemente de preocuparse por “vulgares delatores en las filas,
sino también de ejercer vigilancia ante el peligro de
infiltración ideológica o de tipo político. Eso también hace ver la
importancia de no descuidar nunca la educación política de miembros,
simpatizantes, colaboradores y afiliados.”[27]
IV.
Carlos Fonseca al rescate de Sandino[28]
Viva Sandino y otros escritos
de Carlos Fonseca Amador
Carlos Fonseca, en su obra Viva
Sandino (1985), acota que para tener una visión completa de la lucha
que Sandino encabezó, así como de la gloria y la tragedia que la envolvieron,
es imprescindible resaltar la condición de istmo de la geografía de Nicaragua,
su ubicación estratégica; valorar la fecundidad del suelo, la codicia y la
soberbia del gobernante local, la gran rebeldía del pueblo y apreciar la forma
en que inciden sobre el país los acontecimientos internacionales.[29] No
por casualidad, habla de “los más remotos antecedentes del destino
histórico del pueblo nicaragüense”, mencionado en primera instancia a
Colón y a los exploradores y conquistadores que le sucedieron, quienes, desde
inicios de la conquista, convirtieron a la tierra nicaragüense en su
presa, hecho que no se acogería de rodillas por chontales, dirianes,
nagrandanos y matagalpas.[30]
Más adelante, al hacer referencia
a “la guerra de los indios” que estalló en Matagalpa en 1881,
guerra que él estima “síntoma visible de la descomposición del
sistema feudal”, Carlos Fonseca expresa: “La “guerra de los
indios” de 1881 debe anotarse como un antecedente de la colosal guerra de
guerrillas que cerca de medio siglo después encabezará Augusto César
Sandino. Tómese en cuenta que la zona de Matagalpa está ubicada en lo que
sería uno de los extremos de la amplia región del país en que llegaron a operar
los guerrilleros sandinistas”.[31]
Al valorar la etapa que se inicia
con la retirada de los invasores estadounidenses, Carlos Fonseca sostiene que
la comprensión de la misma requiere “contemplar la actitud del
movimiento revolucionario internacional hacia los patriotas nicaragüenses, lo
mismo que aspectos notables de la situación política interna de Nicaragua”.[32] Señala
que aunque Sandino contó con una correcta táctica militar, ella “no
pudo estar correspondida de una adecuada estrategia política” que
diera continuidad a la lucha de forma indefinida; pero el patriota contó en
cambio “con un pensamiento en el que a la vez está clara su
conciencia del papel determinante que desempeñó la lucha armada en la búsqueda
de la definitiva independencia nacional, es también evidente su identificación
con ideas avanzadas de reivindicación social”.[33]
De inmediato, Carlos Fonseca nos
dice que no es cierto que el héroe segoviano careciera de principios
programáticos, ligados no sólo a la expulsión del interventor extranjero, sino
también a la eliminación de lo que lesionara la soberanía nacional.[34] La
debilidad del movimiento sandinista no estuvo, pues, en los principios
programáticos sino en la estrategia de lucha y los medios para hacer realidad
las metas del movimiento. Es más, dicha debilidad no la contempla Carlos
Fonseca como algo subjetivo sino primordialmente como corolario de “la
limitación que las condiciones generales impusieron a la lucha sandinista”.[35]
Más aún, señala que a lo largo de la lucha sandinista de 1927-1934, se advierte
en ella “la identificación con las ideas sociales lindantes con el
socialismo”.[36]
Nosotros, con base en los escritos
de Sandino advertimos que, en efecto, hay un pensamiento en el héroe que yendo
más allá del liberalismo lo hace declarar, en mayo de 1933, su condición de “comunista
racionalista” [37]; dirá que jamás tuvo disputas ideológicas
con Farabundo Martí, comunista salvadoreño que peleó en sus filas y,
más aún, en noviembre de ese mismo año, declararía que estaba de acuerdo con
todas sus ideas. Pero, bajo condiciones creadas por la
intervención militar yanqui, insistirá en que su lucha tenía un
carácter de liberación nacional, antes que un carácter inmediatamente social.
[38]
Precisamente al periodista
vasco Ramón de Belausteguigoitia, que conversó con el héroe sobre
diversos temas, entre ellos los sociales, Sandino le expresa que en distintos
momentos trataron de darle a su lucha, de naturaleza nacional, un “carácter
más bien social”. Recalcaba que el movimiento que él había
encabezado era nacional y antiimperialista, manteniendo la bandera de la
libertad de Nicaragua y de Latinoamérica. Ello no niega, sin embargo, que
ignorara lo social y, por eso agregaba que su movimiento es popular y
preconiza “un sentido de avance de las aspiraciones sociales”.[39]
Carlos Fonseca, por ello, devuelve
las críticas hechas a Sandino a aquéllos que, desde la izquierda y desde lo que
él llama “pacifismo utópico”, no brindaron a la lucha que el
héroe encabezó el apoyo necesario.[40]
Sobre las consecuencias que tuvo
la paz en 1933, Carlos Fonseca expresa que el carácter negativo de las mismas
no dependía de las negociaciones de esa paz en sí misma “sino del
cúmulo de dificultades” presentadas “lo cual
truncó la perspectiva política de la lucha sandinista”.[41] En
otro escrito suyo sobre el héroe, intitulado “Crónica Secreta.
Augusto César Sandino ante sus Verdugos” (1981), Carlos Fonseca
manifiesta que de la atenta observación de “documentos esenciales,
resalta la conclusión inequívoca de que Sandino no confió para nada en la
contraparte, con la que le correspondió discutir, en los meses inmediatos a la
expulsión de los ocupantes armados norteamericanos”.[42]
Sandino, en efecto, habló de la
persecución criminal de que eran víctimas sus soldados por parte de la
guardia [43]; de seguir sorteando los peligros mientras las cosas
no llegaran a su punto en Nicaragua,[44] e incluso de que el no viviría mucho
tiempo pero que, de todos modos, quedaban sus muchachos para darle continuidad
a la lucha emprendida.[45]
Sergio Ramírez Mercado, cuando su
pluma estaba al lado de las mejores causas escribió sobre Sandino: “El Muchacho
de Niquinohomo”, “Sandino Clase e Ideología”, “Vigencia del Pensamiento
Sandinista”, “El Alba de los Desterrados”. En su ensayo histórico
“Sandino Clase e Ideología” anotaba que “en última
instancia lo que persiste en Sandino es el proyecto fundamental de la toma del
poder. Ninguna reivindicación social, ninguna idea de nacionalización de
recursos naturales […] ninguna idea de cambio estructural
en la producción, educación, desarrollo técnico, se pudo concebir sin el
desplazamiento de las paralelas históricas oligárquicas amarradas al
imperialismo y sin el advenimiento de una forma de poder popular”.[46] En “El Muchacho de
Niquinohomo”, Ramírez sostiene: “El hecho de que la Guardia Nacional
entraba a cumplir un papel de ejército de ocupación no le pasaría nunca
desapercibido” a Sandino.[47]
Edelberto Torres Espinoza, en su
obra Sandino y sus Pares (1981), hace un extenso estudio sobre
el héroe nicaragüense, referido a distintas facetas de la vida y de la lucha
del mismo. Es una obra ampliamente documentada lo cual le da un gran valor
a su contenido. Mas nuestro objeto, en lo que atañe a esta obra, es sólo
observar la valoración que su autor da a la paz suscrita en 1933.
Un sólo párrafo -que transcribimos a continuación- bastará para ello:
“Sandino tenía el hábito de
reflexionar detenidamente sobre los problemas de su preocupación, la guerra, la
vida ultraterrena, el destino de América, la vida del
pueblo nicaragüense y sus causas. Ahora tiene que
afrontar el transcendental problema político de la paz. Su decisión fue
sabia y acorde con la finalidad de su pertinaz oposición armada al
imperialismo: optó por la paz”.[48]
V.
Epílogo
Conducida
por el FSLN y teniendo como timoneles al Comandante presidente Daniel Ortega y
a la compañera Rosario Murillo, la Nicaragua de hoy transita hacia
cambios cada vez profundos que, desde luego, están lejos de llegar a su
culminación, a lo que Sandino llamada llevar las cosas hasta su punto.
En
ella, se han restablecido derechos y se han establecido nuevos. Hay múltiples
proyectos puestos en marcha. Se refieren a la salud, la educación, la vivienda,
las calles, la infraestructura, la generación de energía, la reducción de la
pobreza en general, la producción; y no faltaba más, a la materialización de
ese viejo sueño de construir un canal interoceánico sobre su territorio, en
función no sólo de sus ciudadanos, sino de todo los habitantes del mundo. Se
refieren, igualmente, a la consolidación del poder ciudadano en todos los
sentidos y a la de las relaciones internacionales, así como a otros asuntos tan
vitales como la paz mundial y la preservación del medio ambiente.
Por
sobre todas las cosas, se refieren a aquel principio bolivariano de alcanzar la
mayor cantidad posible de felicidad, aplicado, en este caso, a la nación
nicaragüense en su conjunto, pero también a los pueblos del mundo sin
excepción, a cuya felicidad nuestra nación quiere contribuir con el ejemplo que
ella irradie y con lo que la misma pueda humildemente ofrecerles.
Estamos
hablando de que en Nicaragua se está cumpliendo el mandato de Sandino, de
Carlos y de todas las personas que en ella nacieron y murieron por la plena
liberación nacional y social del gran demiurgo de la historia en cualquier
rincón del planeta: el pueblo.
Manuel Moncada Fonseca
Conferencia ofrecida a los trabajadores y trabajadoras de la
Secretaría de la Presidencia (SEPRES) el miércoles 19 de junio de 2013
[1]
Sandino, Augusto C. El pensamiento vivo. Tomo 1. Editorial Nueva
Nicaragua. Colección Pensamiento Vivo, 1984. p. 269.
[2]. Fonseca, Carlos. Bajo la
bandera del sandinismo. Tomo 1. Managua, Nueva Nicaragua, 1982.
p. 66.
[3] Ibíd. p. 45
[4] Ibíd. p. 46.
[5] Ibíd. pp. 23-141, escrito
suscrito el 8 de octubre de 1976.
[6] Ibíd. pp. 25-26.
[7] Ibíd. pp. 26-27.
[8] Ibíd. p. 27.
[9] Ibíd.p. 29.
[10]
Ibíd.p. 32.
[11] Ibíd.p.
34.
[12] Ibíd. pp. 37-38.
[13] Ibíd. pp. 39-40.
[14] Ibíd. pp. 40-42
[15] Ibíd. pp. 52-54.
[16] Ibíd. p. 56.
[17] Ibíd. pp. 57-58.
[18] Ibíd. p. 59
[19] Ibíd. 60-63.
[20] Ibíd. p. 63.
[21] Ibíd. p. 69.
[22] Ibíd. pp. 71-72.
[23] Ibíd. p. 81.
[24] Ibíd. pp. 81-82.
[25] Ibíd. pp. 82-83.
[26] Ibíd. p. 84.
[27] Ibíd. p. 100.
[28] Esta parte de nuestro escrito,
con leves modificaciones y correcciones, está tomada de un trabajo más amplio
que intitulamos “¿NECESITÓ SANDINO UNA MEJOR VISIÓN?” http://www.rebelion.org/docs/112613.pdf
[29] Fonseca Carlos. Obras. Tomo
2. Viva Sandino. Recopilación de textos del Instituto Estudios
del Sandinismo. Editorial Nueva Nicaragua, 1985. p. 22.
[30]
Ibíd. pp. 23-24.
[31] Ibíd. p. 34.
[32]
Ibíd. p. 66.
[33]
Ibíd. pp. 67-68.
[34]
Ibíd. p. 68.
[35]
Ibíd. p. 68.
[36]
Ibíd. p. 68.
[37]
Sandino, Augusto C. El Pensamiento Vivo. Introducción y notas
de Sergio Ramírez. Editorial Nueva Nicaragua, Managua 1984. Tomo 2. p. 338.
[38] Sandino,
A.C. Ob. cit. Tomo 2. p. 366.
[39] Belausteguigoitia, Ramón. Con
Sandino en Nicaragua. Editorial Nueva Nicaragua. 1981. p. 181.
[40] Fonseca, Carlos. Tomo 2. El
Pensamiento Vivo. Ob. cit. pp. 73-75.
[41]
Ibíd. p. 77.
[42] Fonseca Carlos. Obras. Tomo 1. Bajo
la bandera del sandinismo. Editorial Nueva Nicaragua. Ob. cit. p. 412.
[43] Sandino, A.C. El Pensamiento
Vivo. Ob. cit. Tomo 2.p. 373.
[44] Ibíd. p. 356.
[45]
Ibíd. p. 381.
[46]
Ramírez, Sergio. Sandino: Clase o Ideología. En: El Alba de Oro. La
Historia Viva de Nicaragua. Siglo veintiuno editores, segunda
edición, 1984. p. 135.
[47] “El
Muchacho de Niquinohomo”. Ibíd. p. 50.
[48]
Torres, Edelberto. Sandino y sus pares. Editorial Nueva Nicaragua.
Febrero de 1983. p. 278.
Publicado
por Revista Libre Pensamiento en 18:12
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