En una
reciente actividad que tuvo lugar el sábado 22 de junio, Nancy Pelosi, quien
preside la Minoría en la Cámara de Representante de Estados Unidos de
Norteamérica, fue abucheada cuando intentó justificar la vigilancia de
ciudadanos estadounidenses por la Agencia Nacional de Seguridad.
En una
conferencia que tiene lugar anualmente en San Francisco, llamada Netroots
Nation (Raíces de la Nación), muchos de los concurrentes se enfrentaron
verbalmente a la Congresista Demócrata.
El sistema
de vigilancia actual, implementado en épocas del Presidente George W. Bush fue
criticado por el actual Presidente Obama durante sus campañas cuando aspiraba a
la Presidencia del país.
El 17 de
setiembre del 2006, en época del Presidente Bush, la Jueza de Distrito Anna
Diggs Taylor, dictaminó inconstitucional el procedimiento. Una apelación
posterior dejó sin efecto la decisión de la jueza. Desde entonces han existido
diversos escándalos alrededor del procedimiento que supone espiar a gente no
ciudadana o a grupos donde al menos uno de los integrantes no fuese ciudadano
estadounidense.
Nancy
Pelosi, intentó explicar que el programa, tal y como se aplicaba en el
gobierno de Obama, era diferente al implementado durante la Presidencia de
George W. Bush.
En
definitiva todo ha sido una farsa.
Edward
Snowden, un técnico de la Agencia de Seguridad Nacional, de quien ya hicimos
comentarios anteriores, se ha convertido en testigo directo del espionaje a
ciudadanos estadounidenses y sus las intromisiones en los sistemas de China y
otros países, contrario a las declaraciones de los funcionarios de la Casa
Blanca.
Quizás Obama
no esté de acuerdo con el procedimiento de vigilancia y hasta es posible que
haya sido un tenaz crítico durante su vida previa a la Presidencia y aun en la
actualidad, pero una vez nombrado al frente del Estado, los mecanismos del
pulpo en que se han convertido los cuerpos de inteligencia, lo envolvieron en
sus tentáculos y pronto debió comprender que había que jugar con sus reglas o
de algún modo perecer.
Lo
importante del escándalo de los últimos días, creado por este técnico con
agallas y convicciones sobre las libertades civiles, es que todos nos hemos
enterado de lo que ya sabíamos por señales e inferencias diversas, excepto que
esta vez nos han mostrado las pruebas.
Ahora
Washington reclama al fugitivo alegando que ha incumplido con la Ley. Sin
embargo Senadores como Rand Paul dice que el señor Snowden no cumplió su
juramento con el organismo para el cual trabajaba, pero procedió de acuerdo a
la Constitución del país, al denunciar las violaciones ciudadanas y la falta de
ética del Estado.
Para no
convertirnos en cómplices de nadie, debemos admitir que todos los Estados
violan normas éticas a nombre de la Seguridad Nacional y la mayoría de las
veces no acuden a las instancias judiciales que, de acuerdo a las legislaturas
y la representatividad, debían dar la aprobación.
Aun así,
muchas veces esas instancias judiciales, la legislatura y el ejecutivo aprueban
en silencio la mayoría de estos procedimientos, por temor a exponerse a la
pérdida del mandato.
Ahora nos
tocaría preguntar si Snowden ¿es un caso político o un fugitivo común de la
justicia estadounidense?
Para la
Agencia de Seguridad Nacional es un caso común o incluso de traición, porque
estos aparatos se consideran el Estado y el Estado es la Nación.
Para el
mundo y la ciudadanía estadounidense es un caso político y una muestra de
honradez ciudadana.
Podría
acudir a un tribunal de su país, pero cuando uno se enfrenta a un organismo
donde ni siquiera los jefes saben a ciencia cierta por dónde anda los acechos,
lo mejor es acogerse a un estatus que lo aleje a uno de las garras sutiles y
diabólicas de esos engendros.
La suerte
para Snowden en la actualidad es que de algún modo hemos vuelto a un tipo de
bipolaridad o multipolaridad o algo por el estilo y a Estados Unidos tiene
algunos contestatarios que le ponen cierta disciplina, como los chinos
por ejemplo, la impredecible Rusia y las correlaciones de fuerza surgidas en
Latinoamérica y el Caribe.
En el fondo
Snowden es un símbolo de la libertad de expresión, al defender que ninguna
persona debe ser objeto indiscriminado de vigilancia y que ningún organismo
puede impunemente acceder a todos los rincones de las actividades personales,
avalado sólo por la fuerza que le confiere manejar en clandestinidad los hilos
de un Estado.
A nombre de
la libertad de expresión y la privacidad, algún país le concederá asilo y
puerto seguro a Snowden, aunque el país receptor, cualquiera que este sea, sabe
que ellos tampoco cumplen con los requisitos ideales de respeto ciudadano.
La
diferencia de esos Estados con Washington es que ninguno de ellos impone sus
políticas fuera de sus fronteras, lo cual no excluye el uso legítimo de la
palabra y el razonamiento. El mundo en general, a nivel de Estado, se ha hecho
más moderado cuando se trata de convencer al vecino o de hacer nuevas alianzas,
excepto Estados Unidos que aun conserva la mala maña de la zanahoria y el
garrote.
Parece que
Snowden se va a Ecuador. Es un buen sitio. El más moderado, organizado y quizás
prometedor como ejemplo en la búsqueda de nuevos rumbos.
Cuba y
Venezuela no les conviene un huésped de esta naturaleza. Ya tienen muchos
problemas con el Tío Sam. Sobre todo Cuba, a quien el Coloso del Norte no le
perdona que hay logrado subsistir por más de cincuenta años, aunque hayan sido
entre atisbos, errores y casualidades.
Así lo veo y
así lo cuento.
Sería bueno
que quienes así lo ven también hablen de estos asuntos.
Lorenzo Gonzalo, periodista cubano
residente en EE.UU., Subdirector de Radio Miami.
Enviado
por el autor a: Martianos-Hermes-Cubainformación
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