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¿Fue el comandante Chávez asesinado? ¿El agresivo cáncer que lo atacó
fue producto de una operación de alta tecnología médica y científica
para dañar su salud y acabar con su vida? “¿Sería extraño que hubiesen
desarrollado una tecnología para inocular el cáncer, y nadie lo sepa
hasta ahora, y se descubra esto dentro de 50 o más años…?”, se
preguntaba el propio Comandante el 28 de diciembre de 2011. Y remataba:
“Fidel siempre me lo dijo, Chávez cuídate, tú eres muy descuidado… esta
gente anda detrás de ti, ha desarrollado tecnología… cuidado con lo que
comes, cuidado con una pequeña aguja, y te inyectan no sé qué…”
El presidente Nicolás Maduro no alberga dudas. Ha citado como
antecedente el asesinato de Yasser Arafat en 2004, contaminado con
Polonio 210, y cuyo crimen ha sido reconocido casi ocho años después.
Rafael Ramírez, Diosdado Cabello, Elías Jaua y otros dirigentes de la
Revolución han manifestado su convicción en esta hipótesis. Los médicos
Roger Capella y Felipe Guzmán tampoco dudan: si el sistema inmunológico
de una persona ha sido debilitado lo suficiente, se abren las puertas
para un ataque biológico.
El biólogo Xenón Serrano afirma que existe hoy en día la tecnología
para manipular virus, diversos agentes patógenos y tóxicos, capaces de
replicar enfermedades en el cuerpo humano con un alto grado de
precisión. El periodista Percy Alvarado es enfático: “Los ataques
bioterroristas en la forma de enfermedades producidas en laboratorio son
una constante en la historia de América Latina”.
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El bioterrorismo es la forma moderna que ha tomado la guerra
bacteriológica, las técnicas y tecnologías desarrolladas para atacar,
mediante agentes patógenos, a un enemigo. Algunos autores lo llaman, más
sofisticadamente, ingeniería de la infección. Su desarrollo masivo vino
durantela II Guerra Mundial. El III Reich lideró las investigaciones
militares en el área de guerra biológica, y las aplicó masivamente en
los campamentos de Auswitch y otros centros de exterminio. Ya en el
contexto de la Guerra Fría, Estados Unidos recogió y expandió aquellos
macabros inventos. A partir de 1946, Harry Truman reclutó a los
principales científicos nazis para que replicaran sus investigaciones
sobre armamento biológico en el área militar, espacial y de
inteligencia. El ejército estadounidense y la CIA rápidamente se
apropiaron de los nuevos armamentos biológicos. Pero, como afirma Percy
Alvarado donde los nazis hicieron mayores aportes fue en el
fortalecimiento del Fort Detrick, un centro de investigación científico-
militar, cuya principal tarea consiste en descubrir cómo convertir
enfermedades en armas biológicas, para atacar silenciosamente a los
enemigos del “mundo libre”.
Uno de los jefes de investigación de Fort Detrick fue un ex aliado de
Hitler, George Merck, propietario de la principal industria
farmacéutica de EEUU. Grupos ambientalistas denunciaron a Fort Detrick
como centro de experimentación de enfermedades y virus como el de
inmunodeficiencia humana, el ébola, la peste bubónica, el ántrax y el
virus del Nilo occidental.
Tras un escándalo producido por la muerte de ciudadanos residentes en
las zonas cercanas debido a experimentos de aerosolización realizados
desde el Fort Detrick, pasó a llamarse Centro Frederick para la
Investigación del Cáncer y trabaja ahora bajo la supervisión del
Departamento de Defensa,la CIA y el Instituto Nacional del Cáncer de
Estados Unidos. Pese a esta increíble historia, el bioterrorismo es
pintado por la prensa y el cine y percibido por el ciudadano común solo
como la posibilidad de que un grupo de “extremistas locos y asesinos”
se hagan de armas químicas y/o biológicas y las usen para atacar a la
población civil. Y no les falta razón: los que crean armas biológicas y
las usan contra la población son, ciertamente, extremistas locos y
asesinos.
Sólo que la gente está mirando al lado equivocado.
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No es posible entender el fenómeno del bioterrorismo sin pasearse por
la tercera industria más poderosa sobre el planeta, después del
petróleo y la industria militar: la industria farmacéutica. La industria
de los fármacos ha jugado un rol decisivo en la ejecución de la guerra
biológica: Merck, Bayer, Pfizer, Glaxo Smith Kline, Lilly, Sanofi
Aventis, Novartis. Al tiempo que sus científicos prueban fármacos y
productos para enfermedades conocidas, la industria farmacéutica
desarrolla actividades de investigación para “nuevas enfermedades”.
¿Pero, de dónde surgen, quién inventa esas nuevas enfermedades? La
reciente historia de la influenza AH1N1, Gilead, Donald Rumsfeld y el
Tamiflu puede dar algunas pistas al respecto.
El maridaje entre industria militar e investigación bacteriológica es
el eje de un sistema de intereses, de control geopolítico, médico y
económico. Merck trabajó para Hitler y luego para EEUU en el desarrollo
de armas biológicas. Bayer formó parte de las industrias químicas
alemanas bajo el III Reich y creó algunas de las sustancias utilizadas
para exterminar judíos, gitanos y comunistas. Pfizer ha sido acusada de
realizar experimentos con humanos en Africa para probar vacunas contra
la meningitis y otros fármacos. Todas esas marcas están en alguna gaveta
de nuestra casa.
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Desde los años 60, el bioterrorismo escogió a Cuba como uno de sus
blancos preferidos. En más de medio siglo, esta pequeña isla ha sido
sistemáticamente atacada: todo comenzó con la Operación Mangosta que
introdujo a la isla varios virus fuertemente patógenos. Luego vinieron
la epifitia roya de la caña, la fiebre porcina africana, la
contaminación de plantaciones con el moho azul del tabaco, el virus del
dengue hemorrágico, que en 1981 mató a 158 cubanos, de ellos 61 niños, y
el virus de la conjuntivitis hemorrágica. Cuba también fue agredida con
el hongo exótico sigatoka negra, la varroasis y el thrips palmi, que
afectó la producción de miel de abeja, en el primer caso, y de frijol,
la papa, pimiento y otros cultivos. Guerra secreta, silenciosa, que
aparece en los medios como casuales epidemias o inesperadas muertes,
pero cuyo efecto es el pánico, el miedo y el terror. Guerra química,
guerra biológica. De dominación.
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Mientras abiertamente se utiliza la guerra biológica contra los
ejércitos y los pueblos enemigos (los bombardeos de napalm contra la
población civil durante la Guerra de Vietnam, o la fumigación con
glifosato de zonas campesinas en Colombia y Ecuador),la CIA ejecuta
principalmente acciones selectivas contra personas o acciones secretas
para provocar el caos económico y pánico médico en naciones a las que
EEUU no les ha declarado la guerra.
En este contexto, la posible inoculación del cáncer aparece como una
probabilidad cada vez más alta. Los sincrónicos padecimientos de cáncer
de Lula Da Silva y Dilma Rouseff, Fernando Lugo y Hugo Chávez, y en
menor grado, Evo Morales, replantean un escenario que los medios se
apresuran a banalizar y ridiculizar como “teorías conspirativas”. Pero
el cáncer, la afectación de la salud de dirigentes que desafían la
hegemonía de Washington, la generación de inusuales epidemias en la
población, son reales y suponen efectos humanos y políticos reales
sobre nuestros pueblos. Por ello, la investigación anunciada por el
presidente Nicolás Maduro para esclarecer las causas y el origen de la
enfermedad que nos arrebató al comandante Chávez, es no solo un acto de
responsabilidad histórica y científica, sino un elemento vital para
elevar la conciencia del pueblo frente a la guerra bioterrorista.
Aquí tampoco podemos optar entre vencer o morir. Necesario es vencer.
William Castillo Bollé
(Con textos de Karen Méndez, Jessica Sosa y Percy Alvarado Godoy)
@planwac
Tomado de http://despertaruniversitario.org
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