Resulta un contrasentido. Quienes hasta hoy
señalaban que el bloqueo económico, el embargo y el boicot político
serían la manera de acabar con la revolución cubana, hoy señalan que ha
resultado un fracaso. Sin embargo, sus mismos impulsores hablan del daño
causado, dejando sin argumentos a quienes continuamente proclaman su
inexistencia o ser una mera excusa para convencidos. Informes del
departamento de Estado, la CIA y el Pentágono desglosan las maniobras de
sabotaje para causar daño a la población cubana. Pero el embargo se
mantuvo, aunque en la última Asamblea General de Naciones Unidas Estados
Unidos e Israel se quedaron solos. Los 188 votos de los países
asistentes solicitaron su levantamiento. Quien mejor sintetiza este
sinsentido es el exfiscal adjunto de Nueva York, Robert. F. Kennedy Jr,
sobrino del expresidente Kennedy, en un artículo publicado en el
periódico La Jornada de México: "Parece una
tontería que EEUU mantenga una política exterior mediante la repetición
de una estrategia que demostró ser un fracaso monumental durante seis
décadas (...) El embargo es una locura (...), desacredita claramente la
política exterior estadounidense, no sólo en América latina, sino
también en Europa y otras regiones".
Son muchos
quienes durante décadas han vaticinado el fin de la revolución cubana.
No han faltado argumentos. En tiempos de guerra fría se tildó al régimen
de ser un títere de la Unión Soviética. Tras la caída del muro de
Berlín, y la desarticulación del bloque del Este, Cuba se consideró un
anacronismo histórico. No tenía cabida en la nueva era de la
globalización. Sin apoyos exteriores, la revolución llegaría, sin pena
ni gloria, a un callejón sin salida. Moriría y con ello su ideario. Su
existencia sería un mal recuerdo en medio de un caos económico, social y
político. Cuba entraría a la comunidad internacional con la cabeza
gacha y reconociendo su fracaso. Los agoreros intuían un proceso similar
al seguido por Rumanía, Polonia, Hungría, Bulgaria o la desarticulada
URRS. El restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y
Estados Unidos pone en evidencia lo estrecho de un planteamiento como el
descrito, mantenido durante medio siglo articulando la política
exterior de Estados Unidos.
Ningún otro
proyecto político en América latina, democrático, antiimperialista,
nacionalista y socialista, ha sido atacado con tanta virulencia por
Estados Unidos y sus aliados regionales. En este sentido, Cuba tiene el
mérito de haber sobrevivido a una invasión, al sabotaje interno y al
bloqueo económico y comercial, amén del aislamiento político regional.
En el resto de países, los proyectos democráticos fueron aniquilados.
Desde Arbenz en Guatemala en 1954, pasando por Joao Goulart en Brasil en
1964, la invasión a República Dominicana en 1965, el golpe de Estado
contra Salvador Allende en Chile en 1973, la invasión a la isla de
Granada en 1983 y a Panamá en 1989, el imperialismo norteamericano, con
el apoyo de las burguesías locales, impuso en su lugar dictaduras
militares.
Sin embargo, Cuba se levanta victoriosa
frente a sus enemigos. Combativa, ha sabido responder a los ataques
exteriores. Las razones son múltiples y no es el caso analizarlas en
esta ocasión. Sólo destacar el grado de legitimación del proceso
revolucionario. Desde los primeros años, son muchos los cambios
introducidos a medida que se profundiza la revolución. Nadie que hubiese
visitado Cuba en los años ochenta o noventa puede sustraerse a las
transformaciones del país en este siglo XXI. Desde las políticas
sociales, las culturales, pasando por las nuevas leyes en la esfera
económica, las actividades privadas o el turismo. El dinamismo forma
parte de un proyecto cuya pervivencia se fundamenta en el alto grado de
compromiso político en la defensa de la soberanía nacional y el
socialismo.
Es un logro para la revolución cubana
que, tras medio siglo de enfrentamiento, Estados Unidos reconozca,
primero, el fracaso del bloqueo y, de manera implícita, la dignidad de
un pueblo que ha sabido permanecer firme a sus principios y
convicciones.
En estos momentos el dialogo y la
negociación entre Cuba y Estados Unidos se realiza en un contexto
diferente al que imperase en el siglo XX. América latina y el Caribe han
logrado articular un conjunto de instituciones como UNASUR, CELAC,
MERCOSUR y ALBA que suponen un reequilibrio de fuerzas ante el viejo
sistema hegemonizado por Estados Unidos, OEA y TIAR. La dignidad gana
batallas. Cuba es el ejemplo.
Marcos Roitman
Tomado de http://www.eldiario.es
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