domingo, 20 de diciembre de 2015

Ye Wan Yong, el mayor traidor del pueblo coreano



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Corea se adhirió al Imperio Japonés el 22 de agosto de 1910. O sea, a partir de esa fecha desapareció la República de Corea y todo el pueblo quedó bajo el dominio de los nipones. En ese entonces, Corea estaba bajo el reinado de Sunjong y fue en una reunión del gabinete, donde Ye Wang Yong firmó el tratado de anexión, ganándose así el título de ‘traidor’ hasta el día de hoy. Si bien hubo varias personas que apoyaron a los japoneses en su proceso para colonizar la península coreana, la razón por la que Ye Wang Yong es recordado hasta la actualidad como el mayor traidor, es porque no solo entregó a su propio país a los nipones, sino que recibió una enorme fortuna y también el título de conde a cambio de ello. ¿Quién es ese hombre que vivió cómodamente y con abundancia toda su vida, pese a que Corea atravesaba entonces sus momentos más difíciles hasta perder el país?

Ye Wang Yong nació el 7 de junio de 1858 en la provincia de Gyeonggi, como hijo mayor de un erudito pobre. Dicen que era un niño inteligente, que memorizó los mil caracteres chinos a los 6 años, y a los 7 ya empezó a leer libros clásicos de la época. A los 10 años, sus padres lo enviaron como hijo adoptivo de un pariente lejano adinerado y familiar del entonces rey. En ese tiempo, la economía del país estaba tan mal que no solo el pueblo sino los funcionarios públicos sufrían falta de alimentos. Es que China, Japón y Rusia estaban en continua batalla por ocupar la península coreana, y cualquiera que estuviese del lado de uno de estos países, sufriría graves consecuencias en caso de que sus partidarios perdieran la guerra. Por ello, de un día para otro, incluso personas de la élite eran encarceladas o ejecutadas. Pese a los conflictos de la época, Ye Wang Yong jamás pasó hambre o frío, nunca estuvo en cárcel, ni conoció el exilio. Los registros históricos lo describen como una persona sabia, astuta, cautelosa y reservada, que pensaba mil veces antes de hablar y tomar una decisión, y que siempre pedía consejos a la gente que le rodeaba.


Ye Wang Yong aprobó la oposición a los 25 años y a los 29, ingresó a lo que hoy sería una universidad para estudiar inglés y ciencias modernas. Cuando cumplió 30 años, fue nombrado integrante de una misión diplomática ocupando un alto rango para trabajar en la Embajada de Corea en Estados Unidos, gracias a sus conocimientos de inglés. Pero pese a que tenía sirvientes que le ayudaban con la comida y la limpieza, parece que la vida en un país tan lejos del suyo no le fue fácil. Antes de cumplir un año en EEUU, enfermó y se vio obligado a regresar. Pero al poco tiempo, obtuvo una nueva promoción dentro del gabinete, y esta vez tuvo que permanecer en el país norteamericano durante dos años como embajador. Tras su experiencia en EEUU soñó con que Corea pudiese convertirse en una nación similar, pero para él, el país más poderoso del mundo era Rusia, porque sin intervenir en guerras, era el mayor beneficiario de las guerras entre China y Japón. De regreso a Corea, fue nombrado ministro de Educación, y más tarde canciller. Entonces que empezó a vender los derechos de construcción ferroviaria y el desarrollo de minas a Estados Unidos a bajo precio, con dos objetivos: potenciar una buena relación con Washington; y mantener la esperanza de que EEUU contribuyera al progreso de Corea. Pero no… al país norteamericano solo le interesaba obtener beneficios económicos.


Al cabo de pocos años, estalló la guerra entre Rusia y Japón por ocupar la península coreana, pues el poder de China se estaba debilitando. Ye Wang Yong pensó que la victoria estaría del lado de Rusia pero se equivocó, porque para su sorpresa, Japón logró vencer a su enemigo. Y así, naturalmente, el Imperio nipón se apropió de Corea, obligándole a firmar convenios a su conveniencia e incluso interviniendo en asuntos financieros y diplomáticos del Estado. O sea, tomó el control de todo Corea gracias a la ayuda de Ye Wang Yong. Pese a las fuertes críticas del gobierno coreano y del pueblo, siguió colaborando con los japoneses, ocupando altos cargos públicos y gozando de los mejores privilegios, pese a que el país entero era sometido al dominio colonial. Por su egoísmo, los coreanos viven hasta hoy con esas heridas, mientras Ye Wang Yong vivió cómodamente, y murió en febrero de 1926.

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