El presidente
argentino, Mauricio Macri, fue a la Cumbre del MERCOSUR a llevar la agenda de
Washington y atacar a Venezuela. Su actitud pareció más la de un empleado de la
Embajada de Estados Unidos que la de un representante de los intereses
nacionales.
La primera Cumbre del
MERCOSUR en la que participó el presidente argentino, Mauricio Macri, dejó
mucha tela para cortar. Como buen alumno, Macri fue decidido a cumplir con su
tarea: atacar al Gobierno de Nicolás Maduro. El mandatario argentino leyó una
declaración en la que pedía “la pronta liberación de los presos políticos en
Venezuela, porque –según aseguró– en los Estados parte del MERCOSUR no puede
haber lugar para presos por razones ideológicas ni la privación ilegítima de la
libertad por pensar distinto”.
Cuando el presidente
argentino dijo que en Venezuela había presos políticos, personas que habían
sido arrestadas por “pensar distinto”, mintió descaradamente. En Venezuela no
hay presos políticos, sino políticos que cometieron delitos, y que por esos
hechos están presos.
En esa revuelta, los
manifestantes liderados por Leopoldo López incendiaron edificios de 19
Universidades y varios Ministerios y causaron la muerte de 43 personas. López
no está preso por “pensar distinto” al Gobierno de Maduro, sino por su
responsabilidad en esos hechos.
Los manifestantes liderados por Leopoldo López
incendiaron edificios de 19 universidades y varios Ministerios y causaron la
muerte de 43 personas. López no está preso por “pensar distinto”, sino por su
responsabilidad en esos hechos.
El presidente
argentino, aun procesado por montar una red de escuchas ilegales, es consciente
de que en Venezuela no hay presos políticos. Sin embargo, la función que Macri
ha elegido no parece ser la de la búsqueda de la verdad ni la de defender los
intereses nacionales, sino la de cumplir con sus compromisos con Estados
Unidos.
Macri ya había
evidenciado su postura servil a Washington durante su campaña. Las únicas
propuestas que dijo durante el debate previo al balotaje fueron que pediría la
aplicación de la cláusula democrática contra Venezuela y que daría de baja el
memorándum de entendimiento con Irán. Ambas medidas, marcadas por las agendas
de las embajadas de Estados Unidos y de Israel.
La canciller
venezolana, Delcy Rodríguez, fue contundente en su respuesta al mandatario
argentino: “Usted se refirió a Venezuela. Hablo en nombre del pueblo de
Venezuela y en nombre del presidente de la República, Nicolás Maduro Moro.
Usted está haciendo injerencismo sobre los asuntos de Venezuela”.
Rodríguez se refirió
así al principio internacional que determina que “es obligación de todo Estado
abstenerse de intervenir en los asuntos internos de otro Estado”. En ese
sentido, la canciller recordó que “en Venezuela existen poderes públicos
independientes que deben ser respetados por la comunidad internacional, si es
que realmente respetamos los principios que fundamentan el derecho
internacional público, como el derecho a la no injerencia en los asuntos
internos, el derecho a la autodeterminación de los pueblos, el derecho a la
igualdad soberana de los Estados”.
Más adelante, la
canciller venezolana le dijo a Macri: “Usted está defendiendo a esta persona”,
y mostró fotos de la agencia AFP en las que se veía a Leopoldo López y a otros
sujetos realizando acciones violentas durante las protestas de 2014. Sin
embargo, nada pareció afectar al mandatario argentino: él ya había cumplido con
su tarea al leer el texto que le escribieron para la ocasión.
Mauricio Macri,
Leopoldo López, Henrique Capriles Radonsky y Álvaro Uribe Vélez son sólo
algunos de los peones del imperio. Su meta: destruir lo que los procesos
populares lograron en la región en esta última década. Quedará en los pueblos
de nuestra Patria Grande encontrar los caminos de la soberanía y la dignidad.
Por Héctor Bernardo
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