miércoles, 17 de octubre de 2012

Mata Hari y James Bond, dos caras del espionaje

El siglo XX dio origen a dos símbolos de espionaje glamuroso: uno masculino y el otro femenino. Pero si James Bond fue un personaje ficticio creado por el novelista inglés Ian Fleming en los años cincuenta, Mata Hari fue una mujer real que no tenía nada que ver con los espías.
Tras su fusilamiento, que tuvo lugar hace 95 años, el 15 de octubre de 1917, nació una leyenda que hizo una enorme aportación al patrimonio cultural de un siglo entero.
El nombre de Mata Hari se conoce en todo el mundo. Solo en Rusia hay varios salones de belleza, al mínimo dos espectáculos que se celebran en los teatros de Moscú y un grupo de rock bautizados de este modo.
Se debe evitar de ejecutar a un doble agente
El desarrollo de los acontecimientos a principios del siglo XX se parecía mucho a lo que pasaba en el siglo XVIII, cuando había muchos aventureros de ambos sexos en las cortes europeas que vendían, entre otras cosas, la información confidencial.
Varias personas se dedicaban también al robo, como la protagonista de la obra teatral ‘El Libertino’ de Eric Emmanuel Schmitt, estrenada en un famoso teatro de Moscú, que apenas logró robar al filósofo Denis Diderot los cuadros preparados para la colección de la emperatriz rusa.
Y ¿qué sucedía a principios del siglo XX? Se puede recordar las últimas historias de Conan Doyle sobre Sherlock Holmes, donde ya se abordó el tema de espionaje alemán. Los espías existían en la vida real también, había servicios secretos y empezaron a establecerse las normas y tradiciones de esta profesión.
Pero este proceso no acabó, quizás gracias a Mata Hari... Es un nombre artístico adoptado por la holandesa Margaretha Geertruida Zelle que significa en indonesio “ojo del día” o “el Sol”. Gracias a ella, los servicios de inteligencia de todo el mundo sacaron una lección: no se debe ejecutar a un agente doble sin una extrema necesidad. Es lo mismo que entregar a sus propios agentes: en este caso nadie va a colaborar con los servicios secretos.
Margaretha Geertruida Zelle, cortesana de alta sociedad a escala europea y una bailarina famosa, sabía perfectamente recibir dinero de los hombres a cambio de amor, por ejemplo. Pero no sabía gastarlo por falta de tiempo.
Cuando en 1914 (o anteriormente, según varias fuentes) un oficial de la Inteligencia de Alemania le propuso dinero por un trabajo, lo aceptó. Pero en cuanto a lo demás, Margaretha encontró una solución genial. Decidió entablar un diálogo con el jefe de la Inteligencia de Francia, Ladoux, y obligarle a pagar también. Es decir, Mata Hari decidió resolver el problema creando un problema aún más grave.
Posteriormente, ya en plena guerra, tres servicios de inteligencia (a los de Francia y Alemania se adhirió el servicio de inteligencia británica) no pudieron decidir qué hacer con Mata Hari. Un experto siempre actúa de manera previsible incluso cuando trata de hacer algo imprevisto. Un diletante hace lo que quiere.
Los debates sobre un posible daño causado al Ejército francés por Mata Hari pueden continuar durante mucho tiempo. A juzgar por todo, esa mujer no hizo nada grave. Pero lo que no suscita dudas es que los franceses actuaron de manera deplorable e incompetente con su agente.
¿Por qué Mata Hari fue sometida a juicio y fusilada? Esto tuvo lugar en 1917, cuando en Francia la situación se tornó insostenible debido a la imposibilidad de dar fin a la guerra a corto plazo. Se desencadenaron protestas de soldados y oficiales que se transformaron en motines. El servicio de inteligencia también afrontó problemas. Finalmente una agente de este servicio de inteligencia fue entregada a la población, desesperada ante las derrotas continuas en el frente, que buscaba a los responsables: a los espías del enemigo y, preferiblemente, a las mujeres espías y prostitutas.
Las derrotas no adornan a las naciones. La propia Francia, que no opuso una resistencia encarnizada a los nazis durante el período de su ocupación en los años cuarenta, vengó por su miedo y debilidad a reales o aparentes colaboracionistas durante mucho tiempo después de que terminase la Segunda Guerra Mundial en 1945.
La inteligencia y la política, una mezcla del profesionalismo ante una amenaza extrema y la coquetería con los electores, no pueden coexistir. Se puede citar a EEUU como ejemplo donde durante los actuales debates electorales los congresistas republicanos revelaron por casualidad el nombre de su agente en Libia. Una historia similar tuvo lugar en 2005, cuando George W. Bush ocupaba el sillón presidencial. Se trata del caso de Valerie Plame, y esto se añade a los fracasos de los servicios secretos de EEUU en el Oriente Próximo. Pero en este caso, a los agentes no se les fusila sino tan solo se les descubre.
Un poco de feminismo
Las mujeres “merecen el mismo trabajo que realizan los hombres, así como el castigo similar”, destacó el periódico francés ´Le Goulois´ después del fusilamiento de Margaretha Geertruida Zelle. De hecho, Mata Hari empezó a simbolizar a la “mujer del siglo” en mayor medida que a la “espía del siglo”.
¿Es capaz una mujer de ser espía? Los que estaban detrás de Margaretha escribieron en sus libros de memorias: “Nunca”. Pero al cabo de varios años, las mujeres probaron su capacidad de ocuparse de este oficio. El ejemplo más conocido es la baronesa Budberg, amiga del escritor soviético Maxim Gorki, que gracias a esta amistad gozaba de la información sobre lo que pasaba en los órganos del poder de la URSS.
En aquella época, no todas las mujeres tenían derecho al voto, sin hablar del derecho a ocupar cargos directivos con salarios equitativos. Por eso el feminismo era fuerte y sutil sin aceptar formas absurdas como sucede actualmente. Una Mata Hari mítica, si no fuera real, que complicó el trabajo de tres servicios de inteligencia, mejoró la apreciación de sí misma a todas las mujeres comunes y corrientes.
Se puede decir que Mata Hari vivía a cuenta de sus amantes numerosos. Pero en aquella época, se encontraba raramente una mujer que se ganaba la vida. Mata Hari era una mujer fatal que rompía corazones y familias. Fue un símbolo bien claro para los inicios del siglo XX que hoy en día ya parece obsoleto.
Después de su muerte, Margaretha recobró la vida en el cine. En 1920 se estrenó la película muda sobre Mata Hari. En 1931, gracias a los esfuerzos de la actriz Greta Garbo, Mata Hari apareció en la pantalla como “esclava del amor” que soñaba con dejar el espionaje e irse a dondequiera con un oficial ruso (esta historia es real). Margaretha como mujer consiguió la fama póstuma. Salieron a la luz muchos libros, decenas de películas dedicadas a ella.
Cuando estaba viva jugaba con éxito el papel de mujer. Era fácil. En aquel período se podía seducir al público con el exotismo oriental, por ejemplo, con el nombre artístico indonesio. La actual Indonesia estuvo bajo control de los Países Bajos. La holandesa Margaretha vivía allí con su marido, que era oficial del Ejército holandés y aprendió a bailar para no aburrirse.
Al servicio de Su Majestad
Se dice que el trabajo real de los espías es aburrido, pero es muy atractivo para el público, gracias a Mata Hari y James Bond. Estas dos personas se distinguen no solo por razón de sexo. Bond estaba al servicio secreto de Su Majestad, fue un funcionario público. Margaretha Geertruida Zelle fue ciudadana de los Países Bajos y diletante.
Después de la Segunda Guerra Mundial, solo los profesionales podían trabajar en los servicios de inteligencia. Los diletantes se relegaron a un segundo plano.
Pero al analizar la historia de la humanidad a lo largo de muchos siglos se puede observar que los espías solían ser diletantes que vendían la información por todas partes. Solo una corta época de confrontación entre los dos sistemas fue una excepción.
Así las cosas, parece que Mata Hari no solo es nuestro pasado sino será nuestro futuro también.

Dmitri Kósirev, RIA Novosti

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