Mucho ha preocupado a la opinión pública internacional la suerte corrida
por varios periodistas en los conflictos actuales en el Medio Oriente. También
se ha denunciado el secuestro por muchos de ellos por parte de grupos radicales
yihadistas. Esta ciertamente, es una cara de la moneda.
La otra cara, sin embargo, es aún más siniestra. Muchos agentes de los
servicios occidentales, encargados de monitorear sobre el terreno la actividad
de los grupos extremistas, entrenar terroristas e, incluso, combatir entre sus
filas, han usado la tapadera como periodistas.
En esta oportunidad, saco a relucir, con la ayuda de Leonor Massanet Arbona,
cómo se ha puesto en marcha una conspiración de la CIA y el Mossad para
introducir oficiales operativos para cumplir estas misiones, ajenas totalmente
a la cobertura informativa de un conflicto.
El primer caso se refiere al “periodista” Mateo Vandaiedk, quien luchó
directamente en Afganistán durante el 2002, posteriormente en Qatar, ubicado en
la base militar USA en Saliyah durante el año 2004. Vandaiedk luchó posteriormente en Irak en el 2005.
Luego sirvió con la tapadera de periodista de Libya Kasahfa, hasta ser detenido
in fraganti en Libia.
Otro caso fue el de los llamados Tgnid y Ka, quienes penetraron a los
rebeldes libios en el 2011, siendo desenmascarados y detenidos. Posteriormente,
luego de ser sospechosamente liberado, Ka se encontró junto a los rebeldes
sirios en 2012, fungiendo como reclutador de terroristas para enfrentar al
gobierno de Bashar Al-Asad.
El periodista James Foley, tuvo también un historial que lo vincula a la
CIA. Participó en encuentros hostiles contra los talibanes en Afganistán, en el
2003. Luego se trasladó a Irak en el 2004, trabajando con esa fachada en Kuwait
y en la ciudad turca de Incirlik, en el 2006.
Caso similar el de Ka, quien terminó siendo ejecutado por el Estado
Islámico.
De manera, estimado lector, que no todo, en realidad, es lo que parece. Sin
justificar la suerte de muchos periodistas inocentes, ha habido una
conspiración en marcha promovida por los servicios de inteligencia, los que han
decidido la suerte fatal de muchos de sus agentes de campo.
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