Los resultados de los comicios presidenciales dispararon alertas por
doquier, La diferencia, que no escasa, pero que contrastaba con las
estruendosas victorias anteriores, ha sido desde entonces motivo de los
más diversos análisis, algunos de ellos, por no decir la mayoría
-cayendo lamentablemente en el juego de la reacción-, orientan la
atención hacia lo que la derecha estableció como su objetivo inmediato
para continuar con la conspiración: posicionar en la mente de los
venezolanos la idea de un presidente Maduro incapaz de proseguir con la
obra que a lo largo de 14 años Chávez logró construir en nuestro país y
fuera de él.
Claro está que, por parte de la derecha, jamás hubo el más mínimo reconocimiento al rosario de aciertos, en todos los ámbitos, que significaron los consecutivos mandatos del Presidente Hugo Chávez, pero una vez dada su desaparición física, magnificar su obra les venía como anillo al dedo para sus planes golpistas; mientras más elevaban a Chávez, en la misma medida empequeñecían a Maduro. Y fue así como, para sorpresa de algunos, Capriles experimentaba una kafkiana metamorfosis haciéndose aparecer como el propio Chávez, para lo cual echó mano hasta de toda la emblemática chavista, sin asomo de escrúpulos. Para muchos, dicha imitación era a tal punto grotesco que podría haber avergonzado al mismísimo Samsa, pero no fue así para el resto. “No es fácil” diría el convicto y confeso anticomunista de Globovisión.
En una contienda, las fallas cometidas por unos, serán de provecho para el contrario, y dicen que en política los errores tienen un alto costo. El persistente, y alarmante por lo demás, estado de postración sumisa ante las decisiones tomadas por Chávez, por todos aquellos que le rodeaban colmándolo de alabanzas y justificando todo por insensato que pareciera (a través de VTV se nos dijo de todo a todo los que nos atrevimos a criticar lo que creímos necesario), sirvió en bandeja de plata a la oposición la idea, ahora convertida en estrategia de conspiración, de un Chávez insustituible, tan único y especial, tan sobrehumano que al morir se llevaba con él el proyecto de socialismo en el país y de integración regional. Los chavistas quedaríamos huérfanos y derrotados.
Voces autorizadas llegaron a insinuar que la culpa de lo que se entendía como descalabro electoral se encontraba agazapado entre la ignorancia y la traición de un pueblo que, aún cuando había recibido casa, servicios básicos, etc. por la revolución seguía siendo reaccionaria por malagradecida. Como si el socialismo se lograra comprar, como si el problema de la lucha de clases fuera tan sencillo de resolver como una transacción comercial. Pensamiento mágico religioso que pone a la realidad al servicio de nuestros deseos. Esta peregrina idea de la “traición popular” es subsidiaria de la otra que subestima al presidente Maduro como líder del proceso: Chávez tenía autoridad para que eso no le sucediera.
Maduro recibe de Chávez una responsabilidad enorme que requiere de todo nuestro apoyo –Juntos somos Chávez- pero eso no quiere decir que sea un recién llegado. A mi entender el presidente Maduro cuenta hoy con una solidez teórica incluso más alta de la que pudo tener Chávez al ser presidente por primera vez cuando vacilada entre “El tercer camino” y otras teorías ahora olvidadas. Su inteligencia lo guió a través de las dificultades y a comprender que la salida era el socialismo, llevándole un tiempo en ello. Maduro es socialista desde antes de la insurgencia de Chávez y peca de tonto el que piensa que Maduro es un tonto que no sabe de las verdaderas intenciones de la burguesía con quien conversa y acuerda.
Crítica, crítica y más crítica. Contra el gobierno, contra Maduro, contra nosotros mismos, seamos implacables y vigilémonos “hacha en mano como quien cruza una selva” a decir de Ponce, pero no perdamos el objetivo final, hagamos el esfuerzo de análisis concreto de la situación concreta. La crítica demanda compromiso y acción para no vernos reflejados en la canción de Silvio.
que fácil es escribir algo que invite a la acción
contra tiranos, contra asesinos
contra la cruz o el poder divino
siempre al alcance de la vidriera y el comedor.
Claro está que, por parte de la derecha, jamás hubo el más mínimo reconocimiento al rosario de aciertos, en todos los ámbitos, que significaron los consecutivos mandatos del Presidente Hugo Chávez, pero una vez dada su desaparición física, magnificar su obra les venía como anillo al dedo para sus planes golpistas; mientras más elevaban a Chávez, en la misma medida empequeñecían a Maduro. Y fue así como, para sorpresa de algunos, Capriles experimentaba una kafkiana metamorfosis haciéndose aparecer como el propio Chávez, para lo cual echó mano hasta de toda la emblemática chavista, sin asomo de escrúpulos. Para muchos, dicha imitación era a tal punto grotesco que podría haber avergonzado al mismísimo Samsa, pero no fue así para el resto. “No es fácil” diría el convicto y confeso anticomunista de Globovisión.
En una contienda, las fallas cometidas por unos, serán de provecho para el contrario, y dicen que en política los errores tienen un alto costo. El persistente, y alarmante por lo demás, estado de postración sumisa ante las decisiones tomadas por Chávez, por todos aquellos que le rodeaban colmándolo de alabanzas y justificando todo por insensato que pareciera (a través de VTV se nos dijo de todo a todo los que nos atrevimos a criticar lo que creímos necesario), sirvió en bandeja de plata a la oposición la idea, ahora convertida en estrategia de conspiración, de un Chávez insustituible, tan único y especial, tan sobrehumano que al morir se llevaba con él el proyecto de socialismo en el país y de integración regional. Los chavistas quedaríamos huérfanos y derrotados.
Voces autorizadas llegaron a insinuar que la culpa de lo que se entendía como descalabro electoral se encontraba agazapado entre la ignorancia y la traición de un pueblo que, aún cuando había recibido casa, servicios básicos, etc. por la revolución seguía siendo reaccionaria por malagradecida. Como si el socialismo se lograra comprar, como si el problema de la lucha de clases fuera tan sencillo de resolver como una transacción comercial. Pensamiento mágico religioso que pone a la realidad al servicio de nuestros deseos. Esta peregrina idea de la “traición popular” es subsidiaria de la otra que subestima al presidente Maduro como líder del proceso: Chávez tenía autoridad para que eso no le sucediera.
Maduro recibe de Chávez una responsabilidad enorme que requiere de todo nuestro apoyo –Juntos somos Chávez- pero eso no quiere decir que sea un recién llegado. A mi entender el presidente Maduro cuenta hoy con una solidez teórica incluso más alta de la que pudo tener Chávez al ser presidente por primera vez cuando vacilada entre “El tercer camino” y otras teorías ahora olvidadas. Su inteligencia lo guió a través de las dificultades y a comprender que la salida era el socialismo, llevándole un tiempo en ello. Maduro es socialista desde antes de la insurgencia de Chávez y peca de tonto el que piensa que Maduro es un tonto que no sabe de las verdaderas intenciones de la burguesía con quien conversa y acuerda.
Crítica, crítica y más crítica. Contra el gobierno, contra Maduro, contra nosotros mismos, seamos implacables y vigilémonos “hacha en mano como quien cruza una selva” a decir de Ponce, pero no perdamos el objetivo final, hagamos el esfuerzo de análisis concreto de la situación concreta. La crítica demanda compromiso y acción para no vernos reflejados en la canción de Silvio.
que fácil es escribir algo que invite a la acción
contra tiranos, contra asesinos
contra la cruz o el poder divino
siempre al alcance de la vidriera y el comedor.
Por: Juan Torres Rodriguez
Tomado de Aporrea.
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