La globalización, el cambio climático
y el auge de Asia son algunas de las razones que han vuelto a poner de
actualidad este concepto.
Durante casi medio siglo, la teoría geopolítica estuvo
prácticamente prohibida. En la Unión Soviética a esta rama de la ciencia
se la tachaba de "burguesa”. En Occidente era tenida por políticamente
incorrecta y, por lo general, solo mostraban interés por ella los
profesores de provincia sin ninguna oportunidad de entrar en el
establishment.
La geopolítica también se vio afectada por las armas
nucleares, que hicieron mucho para acabar con su hija militar y
política, la geoestrategia, y para hacer de la guerra un instrumento
mucho menos conveniente y mucho menos moralmente aceptable de la
política.
La situación comenzó a cambiar con la llegada del nuevo
siglo y hoy el uso de la geopolítica se ha vuelto a normalizar y ha
recuperado rápidamente su legitimidad y corrección política.
No hay una única definición de geopolítica.Pero en
términos generales se puede describir como la ciencia que investiga el
vínculo entre la política exterior, las relaciones internacionales y el
entorno geográfico y natural.
La recuperación del término y la disciplina académica
que lo sustenta es interesante en muchos sentidos. Detrás de su
renacimiento se encierran nuevas realidades.
Es probable que Irán hubiese sido objeto de un ataque
hace ya mucho tiempo de no ser por su capacidad para cerrar el estrecho
de Ormuz, a través del cual se exporta el 40% de la producción
petrolífera mundial.
Por ejemplo, las declaraciones de que el destino de toda
la humanidad depende de la situación en el Estrecho de Ormuz (el único
paso marítimo que comunica el Golfo Pérsico con mar abierto), a través
del cual se exporta el 40% de la producción petrolífera mundial, o del
Estrecho de Malaca (entre Indonesia y Malasia), a través del cual pasa
el 40% de todo el comercio internacional, no parecen exageradas. Si de
repente, por alguna razón, se cerraran estos pasos, países y continentes
enteros comenzarían a tambalearse.
El crecimiento sin precedentes de Asia ha aumentado la
demanda de materias primas, energía y alimentos, en especial de agua y
de bienes que requieren mucho elemento líquido. El valor económico y
político de los territorios capaces de producirlos también ha aumentado
drásticamente. La competencia se está dando no solo por las islas en la
periferia de China, con sus recursos submarinos y naturales sino también
por África, durante décadas olvidada por todos. Reabierto el interés en
el continente africano por parte de China en su búsqueda de materias
primas y provisiones, este ha pasado a ser el foco de una nueva lucha de
poder, que ha devuelto la atención a las crisis locales, ignoradas en
el pasado.
Otra razón para el regreso de la geopolítica es el
cambio climático. Los fluctuantes patrones meteorológicos que provocan
inundaciones, sequías y estallidos sociales a lo largo de vastas
regiones sirven como recordatorio de que la humanidad todavía depende de
la naturaleza y la geografía. La contaminación ambiental y sus
consecuencias también nos están obligando a volver a nuestras "raíces”.
La geopolítica también vuelve a escena por la
renacionalización de la política mundial. El sueño de un concierto de
grandes potencias o de un órgano liberal que gobernara el mundo sobre la
base de un mandato democrático no se ha hecho realidad. Los temores por
la futura omnipotencia de las corporaciones internacionales también
estaban fuera de lugar. Estas y los círculos relacionados con las mismas
son influyentes, sin duda, pero en todas partes se ven obligadas a
ceder ante los Estados y ante las políticas de sesgo nacional.
El auge de Asia representa el auge de los Estados-nación
fundados sobre la soberanía y los valores de la política exterior
tradicional. Por otra parte, el retorno de la geopolítica es resultado
de la desaparición de la hegemonía bipolar de la Guerra Fría y de la
década unipolar de 1990. Las relaciones de antaño eran injustas, pero
impusieron un marco externo de comportamiento y congeló conflictos,
incluidos los territoriales, que ahora resurgen.
Por último, la geopolítica está regresando, asimismo,
por la globalización económica. El enorme incremento del comercio
internacional y la interdependencia entre estados los hace dependientes
de la geografía y de la seguridad en el transporte de mercancías. Cada
vez es más perceptible que la política mundial ya no gira alrededor de
las rutas de caravanas, como hace mil años, o de las vías ferroviarias,
como en los siglos XIX y XX, sino de las vías marítimas, tanto las
actuales como las futuras. El aumento del tráfico aéreo sólo corrige
parcialmente esta tendencia, pero no la altera. Es probable que Irán
hubiese sido objeto de un ataque hace ya mucho tiempo de no haber sido
por su capacidad para cerrar el Estrecho de Ormuz. Estados Unidos está
reduciendo drásticamente su dependencia del petróleo de Oriente Próximo
para no depender de Irán.
¿Qué significa el regreso de la geopolítica para Rusia?
Moscú juega bien la baza de la política exterior basada en las
tradiciones de la Realpolitik y de la geopolítica. Añade peso y
autoridad política a un país cuyos activos económicos no son grandes y
cuya crisis de identidad intelectual no permite siquiera el uso de su
legado cultural de "poder blando”.
Este éxito relativo ha estado facilitado, en no poca
medida, por factores geopolíticos. El territorio de Rusia, con sus
recursos naturales y su capacidad cada vez mayor para producir los
escasos bienes de alto consumo de agua y productos alimenticios, de
nuevo se está convirtiendo en un activo poderoso, al menos
potencialmente.
Las riquezas energéticas y la capacidad –gracias a la
geografía- de influir en el Oriente Próximo, rico en energía, desde
Pakistán hasta los países del Magreb, son también un activo.
La creciente y cada vez más abierta rivalidad entre
Estados Unidos y China también refuerza el peso de Rusia en materia de
política exterior, lo que le permite actuar como equilibrador. Y de
momento lo está haciendo con bastante habilidad, ya sea participando en
los ejercicios navales claramente antiamericanos (a ojos de Pekín) junto
a China, ya sea practicando ejercicios con las flotas del viejo
Occidente y sus aliados en el Pacífico. Aunque Moscú no participe en la
multilateral "lucha política por las islas” entre China, Japón, Corea
del Sur, Vietnam, Filipinas y Estados Unidos, creo que algunos
diplomáticos rusos deben de estar sonriendo.
En la próxima década el centro de la economía global y
de las rivalidades geopolíticas será el Océano Pacífico. A finales de la
década, dado el auge de la India y los nuevos conflictos en el Oriente
Próximo, este centro podría desplazarse parcialmente hacia el océano
Índico.
Y dentro de 10-15 años, debido a todas estas
rivalidades, la sobrecarga y la vulnerabilidad de las arterias de
transporte y el crecimiento de la demanda de materias primas, aumentará
la importancia geopolítica del Ártico, especialmente la de su parte
rusa. El combate en la sombra por la región ya ha comenzado. Rusia lleva
la delantera, por ser la primera en reivindicar los potenciales
yacimientos de hidrocarburos de la región. Y lo más importante, una
cuestión de geografía: su litoral ofrece una alternativa a algunas rutas
de transporte del Océano Índico y del Pacífico. La Ruta del Mar del
Norte, como se la denomina, actualmente está operativa de Norilsk a
occidente. Hay que empezar a desarrollarla en dirección este.
Y por supuesto Rusia podría cosechar enormes beneficios
del crecimiento sin precedentes de la región Asia-Pacífico. Pero por
ahora no hemos sido capaces de aprovechar estas oportunidades para
desarrollar la región Transbaikal y el país en su conjunto, exceptuando
la construcción de nuevos gasoductos hacia el Pacífico.
Está claro que la geopolítica y la nueva economía global
requieren un aumento cualitativo de la atención hacia el Oriente ruso.
Pero la política no sólo debe basarse en cálculos geopolíticos, aunque
se hayan vuelto importantes una vez más.
Por diversos motivos sería un disparate alejarse de
Europa debida a otras influencias. En primer lugar, desde los tiempos
del Imperio bizantino, la modernización económica, social y espiritual
de Rusia ha venido de Europa, especialmente en los últimos trescientos
años y abandonar esto equivaldría a la auto negación.
En segundo lugar, Europa podría reagruparse, aunque de
forma truncada, en torno a Alemania. El reciente trato duro a Chipre, en
colaboración con sus aliados del norte, para la edificación de los
sureños, inspira esperanzas.
Serguéi Karaganov, presidente honorario del Consejo de Política Exterior y Defensa.
Tomado de http://www.nodo50.org
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