viernes, 5 de septiembre de 2014

Pobreza e ignorancia, herencias del colonialismo y aliados del ébola

La exhortación de la ONU y otros organismos a hacer un esfuerzo mundial conjunto contra la epidemia de ébola debe acompañarse de un examen a fondo de las necesidades apremiantes de África, donde el mal avanzó en países muy pobres.

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El brote contagioso diezma poblaciones de Guinea, Sierra Leona y Liberia, agobiadas por la miseria, aunque el padecimiento traspasó las fronteras y alcanzó a Nigeria, con más recursos para afrontar el peligro.

Si bien la enfermedad se identificó en 1976 y después tuvo apariciones esporádicas en países africanos, la industria farmacéutica, en manos de transnacionales, soslayó concentrar recursos en procedimientos terapéuticos y fármacos para atajarla.

La pobreza endémica, las carencias educativas, la pobre infraestructura hospitalaria, vial y de transporte y hábitos ancestrales de pobladores africanos, alentaron el auge del ébola, hoy también una amenaza para el Primer Mundo.

No por casualidad, Liberia, Sierra Leona y Guinea Bissau figuran entre los 10 países más pobres del planeta. 

Muchos habitantes de zonas remotas en el llamado continente negro creen el discurso de ciertos líderes religiosos al referirse al mal como “un castigo de Dios”.

En países que emergieron de la colonización, se escucha a personas hablar de que la fiebre es un complot o un embuste de los blancos y acudir a un médico sería garantía de muerte.

Los intentos por extremar las precauciones al atender a personas sospechosas de haber contraído el mal son poco asimilados en las condiciones económicas, educacionales y culturales angustiosas de innumerables regiones africanas.

Además, los pocos hospitales disponibles en Liberia, Sierra Leona y Guinea carecen de recursos, técnicos, fármacos y laboratorios indispensables para atender la avalancha de pacientes.

En Monrovia, con una población de 970 000 habitantes, destaca por su notoriedad West Point, uno de los barrios más pobres de la ciudad.

El asentamiento sufre la devastación del virus del ébola y el ejército de Liberia decidió sitiarlo para evitar la propagación. 

En West Point viven 75 000 personas en medio de precarios servicios de saneamiento, al punto de que la playa que lo rodea es utilizada como lavabo.

A la luz de tanta desolación, expertos en diversas partes del mundo recordaron que el ébola es fatal en pacientes deprimidos por sus carencias alimentarias.

Hicieron notar también que algunos pobladores ingieren carne de ejemplares de la fauna local que actúan como vectores naturales de la enfermedad.

Como si fuera poco, las fronteras en África son a menudo imprecisas y a través de ellas pasan los ciudadanos sin controles en busca de empleo, alimentos y servicios, escasos en su tierra natal.

La comunidad internacional debe contribuir a frenar el avance del ébola y meditar sobre cuánto puede hacerse para mejorar las condiciones de los países donde la epidemia alcanzó un ritmo inusitado.

Roberto Morejón

Radio Habana Cuba

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