La exhortación de la ONU y otros organismos a hacer un esfuerzo
mundial conjunto contra la epidemia de ébola debe acompañarse de un
examen a fondo de las necesidades apremiantes de África, donde el mal
avanzó en países muy pobres.
El brote contagioso diezma poblaciones de Guinea, Sierra Leona y
Liberia, agobiadas por la miseria, aunque el padecimiento traspasó las
fronteras y alcanzó a Nigeria, con más recursos para afrontar el
peligro.
Si bien la enfermedad se identificó en 1976 y después tuvo
apariciones esporádicas en países africanos, la industria farmacéutica,
en manos de transnacionales, soslayó concentrar recursos en
procedimientos terapéuticos y fármacos para atajarla.
La pobreza endémica, las carencias educativas, la pobre
infraestructura hospitalaria, vial y de transporte y hábitos ancestrales
de pobladores africanos, alentaron el auge del ébola, hoy también una
amenaza para el Primer Mundo.
No por casualidad, Liberia, Sierra Leona y Guinea Bissau figuran entre los 10 países más pobres del planeta.
Muchos habitantes de zonas remotas en el llamado continente negro
creen el discurso de ciertos líderes religiosos al referirse al mal como
“un castigo de Dios”.
En países que emergieron de la colonización, se escucha a personas
hablar de que la fiebre es un complot o un embuste de los blancos y
acudir a un médico sería garantía de muerte.
Los intentos por extremar las precauciones al atender a personas
sospechosas de haber contraído el mal son poco asimilados en las
condiciones económicas, educacionales y culturales angustiosas de
innumerables regiones africanas.
Además, los pocos hospitales disponibles en Liberia, Sierra Leona y
Guinea carecen de recursos, técnicos, fármacos y laboratorios
indispensables para atender la avalancha de pacientes.
En Monrovia, con una población de 970 000 habitantes, destaca por su
notoriedad West Point, uno de los barrios más pobres de la ciudad.
El asentamiento sufre la devastación del virus del ébola y el ejército de Liberia decidió sitiarlo para evitar la propagación.
El asentamiento sufre la devastación del virus del ébola y el ejército de Liberia decidió sitiarlo para evitar la propagación.
En West Point viven 75 000 personas en medio de precarios servicios
de saneamiento, al punto de que la playa que lo rodea es utilizada como
lavabo.
A la luz de tanta desolación, expertos en diversas partes del mundo
recordaron que el ébola es fatal en pacientes deprimidos por sus
carencias alimentarias.
Hicieron notar también que algunos pobladores ingieren carne de
ejemplares de la fauna local que actúan como vectores naturales de la
enfermedad.
Como si fuera poco, las fronteras en África son a menudo imprecisas y
a través de ellas pasan los ciudadanos sin controles en busca de
empleo, alimentos y servicios, escasos en su tierra natal.
La comunidad internacional debe contribuir a frenar el avance del
ébola y meditar sobre cuánto puede hacerse para mejorar las condiciones
de los países donde la epidemia alcanzó un ritmo inusitado.
Roberto Morejón
Radio Habana Cuba
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