Quien venga a La Habana y vea en un parquecito próximo
a la Plaza de la Revolución José Martí el monumento a los esposos Rosemberg,
recordará un espantoso crímen cometido por Estados Unidos, hace hoy
sesenta años.
El monumento a los esposos Julius y Ethel Rosemberg es
obra del laureado escultor cubano ya fallecido José Delarra, quien tiene
también entre sus monumento otro que consagra los crímenes cometidos por el
imperio en Hiroshima y Nagasaki.
Pocos países del mundo tienen en su haber tantas
violaciones de los derechos humanos como Estados Unidos de Norteamérica.
Y Cuba, en la Primera Declaración de La Habana dada a
conocer al mundo el 2 de septiembre de 1960 en la voz de Fidel Castro, ante más
de un millón de cubanos reunidos en la Plaza de la Revolución, condenó ese
crimen.
La democracia –subrayó Fidel-- no es compatible con la
oligarquía financiera, con la existencia de la discriminación del negro y los
desmanes del Ku-Klux Klan, con la persecución que privó de sus cargos a
científicos como Oppenheimer, que impidió durante años que el mundo escuchara
la voz maravillosa de Paul Robeson, preso en su propio país, y que llevó a la
muerte, ante la protesta y el espanto del mundo entero y pese a la apelación de
gobernantes de diversos países y del Papa Pío XII, a los esposos Rosemberg.
Julius y Ethel Rosemberg fueron falsamente acusados de
espionaje atómico a favor de la desaparecida Unión Soviética y ejecutados en la
silla eléctrica el 19 de junio de 1953 en el país que cínicamente se proclama
como el más democrático del mundo.
Por eso algunos líderes latinoamericanos de hoy llaman
constantemente a sus pueblos a no olvidar.
(Para ALER-CONTACTO SUR les habló desde Radio Habana
Cuba Pedro Martínez Pírez) Junio 19-2013.
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