Ningún plan
militar, por bien preparado que esté, tiene garantizada su supervivencia
más allá del primer encuentro con el enemigo (mariscal de campo Helmuth von Moltke, 1800-1891)
Para que surgiera un pacto militar como la Organización del Tratado
del Atlántico Norte (OTAN) hace 65 años, tenía que existir alguno o
varios enemigos de los países de Europa Occidental o los tenía que
inventar.
Estados Unidos, el mayor beneficiado en términos financieros,
políticos, económicos y geoestratégicos durante la Segunda Guerra
Mundial, decidió establecer su control absoluto en esta parte de Europa.
La mano derecha de cada hegemonía es la fuerza militar, por eso
Washington inventó la idea de la inseguridad de los europeos
occidentales debido a la existencia de la Unión Soviética que, de
acuerdo a los estrategas del departamento de Estado, representaba un
permanente peligro latente para la democracia occidental debido a su
ideología comunista.
Tras seis años de guerra, Europa estaba devastada sufriendo una
severa crisis económica y también la espiritual, como lo describió De
Gaulle en sus memorias. Sólo Estados Unidos tenía la capacidad de ayudar
para recomponer la economía europea.
Washington percibió el momento adecuado para fortalecer su posición
en Europa a través del Plan Marshall para la reconstrucción de los
países europeos aportando 13 mil millones de dólares entre 1948 y 1951
que se gastaron en materias primas, productos semimanufacturados,
comida, fertilizantes, maquinaria, vehículos y combustible.
Un año después del inicio del Plan Marshall surgió la idea de un
pacto militar llamado OTAN cuyo propósito inicial, según el primer
Secretario General de esta organización, Lord Ismay, era “mantener a los
rusos afuera, a los norteamericanos dentro y a los alemanes abajo”.
Posteriormente el presidente norteamericano John F. Kennedy declaró:
“Quiero construir dos torres en la OTAN, una norteamericana y la otra
europea”. Al comienzo no siempre hubo acuerdo entre los miembros de esta
organización y en 1966 Francia salió de la OTAN al considerar su
presidente Charles De Gaulle que la “alianza estaba dominada
inaceptablemente por los EEUU”.
Recién con Nicolas Sarcozy Francia retomó su membresía en la OTAN.
Durante los primeros 42 años de la existencia de la Alianza hasta la
disolución de la Unión Soviética en 1991 y el campo socialista en 1989
existió para el occidente un enemigo bien definido: la URSS “comunista”
que, según la doctrina de la OTAN elaborada en los Estados Unidos,
obligaba a la alianza estar preparada permanentemente para la guerra
convencional contra aquel enemigo.
En aquellos 42 años la OTAN se convirtió en un brazo armado del
Pentágono siendo su jefe principal no el Secretario General, que siempre
había sido de origen europeo sino el Supremo Comandante Aliado nombrado
por el departamento de Defensa norteamericano y por supuesto tenía que
ser un general de las Fuerzas Armadas estadounidenses, manteniéndose
esta tradición hasta ahora.
Hasta la desaparición del campo socialista, la definición del enemigo
había sido una tarea simple para los miembros de la Alianza que se
basaba en términos ideológicos como la lucha contra el comunismo y su
principal pilar: la URSS.
Los problemas con la selección del próximo enemigo surgieron después
que el presidente norteamericano George Bush padre declaró en 1990 que
“un mundo antes dividido entre dos campos armados reconoce que ya sólo
existe una potencia permanente: los Estados Unidos de América”.
La Guerra Fría había terminado pero Washington no podía permitirse el
lujo de disolver la OTAN para no perder su hegemonía en Europa. Para
esto Norteamérica había creado el Concepto Estratégico de la Alianza
para 1991-1999, el primer período en el Siglo XX de la unipolaridad
mundial, redefiniendo el papel de la OTAN, su estrategia y táctica.
En la reunión de los jefes de Estado y de gobierno de la Alianza en
1991 en Roma, el presidente Bush hizo dos propuestas: primero, dotar a
la OTAN de capacidad de actuar fuera de la zona asignada en el período
1949 – 1990 modificando el Artículo V de la Alianza y segundo, vincular
la defensa europea a la de los EE.UU. En la misma reunión el Secretario
General de la organización, Willy Claes, afirmó que “actualmente el
integrismo musulmán representa el mayor desafío para Europa desde la
caída del enemigo soviético”.
Es decir, el “nuevo enemigo” fue definido. Además se discutieron
otros peligros inminentes relacionados con los futuros conflictos en
Cáucaso; la dispersión del armamento nuclear en Rusia, Bielorrusia,
Ucrania y Kazajstán; los prontos conflictos en los Balcanes; y el
posible surgimiento del nacionalismo expansionista en las ex repúblicas
soviéticas. Así terminó la incertidumbre respecto a la necesidad de un
“enemigo” para la existencia de la OTAN. Si no lo hay se lo inventa, una
antigua táctica de todos los imperios.
En este mismo período se inició la expansión de la OTAN hacia el este
incorporando en su seno ex repúblicas socialistas. Los 12 miembros con
que nació la organización en 1949 crecieron a 28 y el liderazgo de
Washington se convirtió en algo sagrado e indiscutible que otorgó a la
Alianza el derecho de intervenir en cualquier parte del mundo.
Para esto fue elaborado el Segundo Concepto Estratégico de la OTAN
para 1999 – 2010. Sus resultados eran la guerra en los Balcanes y la
disolución de la República Federal de Yugoslavia, la participación de la
Alianza en la guerra contra Afganistán e Irak.
Precisamente en este tiempo se decidió en 2009, aprovechando el
ambiente de cierto acercamiento entre Estados Unidos y Rusia, bautizado
como “Perezagrusca”, establecer cierta cooperación de la OTAN con Rusia.
En realidad fue un tanteo de la posibilidad de una suave y bien
camuflada expansión del dominio norteamericano hacia este país.
De allí surgió en la reunión de Lisboa de la Alianza en 2010, a la
que asistió el presidente de Rusia, Dmitri Medvédev, considerado en
Washington como pro atlantista, el “Consejo de la OTAN – Rusia”
prometiendo la seguridad y prosperidad para el pueblo de aquel país. Sin
embargo, lo que Medvédev y Obama caracterizaron como un momento
“histórico” en relaciones entre la OTAN y Rusia no duró mucho.
El principio de igualdad que reclamaba el presidente Medvédev en
relaciones con la Alianza nunca fue aceptado por la mayoría de sus
miembros y en especial por Polonia y los países bálticos. Todo fue un
juego de distracción y de desinformación. Mientras Barack Obama hablaba
del acercamiento con Rusia, la OTAN puso en marcha un plan secreto para
instalar bases militares en Polonia, Lituania, Estonia y Letonia y
concretaba detalles de la instalación de Sistemas Antimisiles en estos
países. También estaba en su fase final la preparación de un golpe de
Estado en Ucrania. Los futuros pro nazi miembros de Maidan ya estaban
recibiendo la preparación militar en Polonia y Lituania.
El Nuevo Concepto Estratégico para los años 2010 – 2020 elaborado en
Lisboa formalizó en realidad lo que uno de los famosos especialistas en
el Sistema Económico Mundial, Samir Amin, llamó el concepto del
“imperialismo colectivo” que se ve claramente en la guerra mediática,
económica y financiera contra Rusia que emprendió la OTAN bajo el
liderazgo de Washington aprovechando el golpe de Estado que ellos mismos
promovieron en Ucrania. La desinformación hábilmente propagada
reemplazó la verdad convirtiendo a Rusia que no tenía nada que ver en
“agresor” y a los nazis ucranianos en “víctimas”.
A la vez Polonia y los países bálticos siguiendo las instrucciones
del departamento de Estado norteamericano iniciaron una campaña
histérica sobre una inminente invasión rusa. Aprovechando el momento,
uno de sus curadores del norte, el Director de Asuntos Europeos en el
Consejo de Seguridad Nacional, Charles Kupchan, hizo una advertencia
precisamente un día antes de la visita de Obama a Estonia que “Rusia no
debe ni pensar meterse en Estonia o en cualquier otro miembro de la
OTAN”. También el jefe real de la OTAN, el general norteamericano Philip
Breedlove lanzó una amenaza a Rusia ordenando reforzar la capacidad
bélica de la Alianza en “el aire, tierra y mar”.
Se espera que en la cumbre de esta semana de la OTAN que se celebrará
en Cardiff, Reino Unido, se modificará el llamado Nuevo Concepto
Estratégico de la Alianza elaborado para el período 2010 – 2020 teniendo
en cuenta los acontecimientos en Ucrania, Siria e Irak, dando el visto
bueno a la creación de bases militares permanentes en Polonia y los
países bálticos utilizando el Acta de Prevención de la Agresión Rusa
(RAPA) elaborado por el Congreso norteamericano y dirigido hacia el
rearme de Europa del Este. También Washington, que paga el 73 por ciento
del presupuesto de la OTAN, exigirá mayor aporte de los miembros al
mantenimiento de la capacidad bélica de la Alianza y poner en orden las
fuerzas armadas de cada país que reciben menos de un por ciento del
presupuesto estatal.
Para darse cuenta de la situación de las fuerzas armadas de los
miembros de la OTAN que inventaron a Rusia como el “nuevo enemigo”
habría que citar lo que la más importante revista alemana Der Spiegel
reveló sobre el estado de preparación de los militares alemanes para una
posible confrontación. Dice la publicación que de los 109 aviones Euro
Fighters solamente 8 son disponibles para el combate y de los 67
helicópteros CH-53 sólo siete pueden volar. Esta es la situación en la
mayoría de los miembros de la Alianza.
La Apariencia y la Realidad están en completa contradicción en la
OTAN, igual como pasó en la “Guerra de las Galaxias” difundida
hábilmente por el aparato propagandístico del gobierno de Reagan en los
años 1980 que hizo asustar a los dirigentes soviéticos iniciándose la
incertidumbre. Ahora la OTAN está lanzando una campaña propagandística
parecida olvidándose que la Rusia de ahora aprendió de las experiencias
del pasado y sabe perfectamente lo que significa la frase escrita por el
poeta alemán Friederich Freiher von Hardenberg: ”Cuando veas un
gigante, examina antes la posición del sol; no vaya a ser la sombra de
un pigmeo”.
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