La oposición se está moviendo en el terreno que más le gusta: el internacional. Con el orgullo maltrecho, luego de dos intentos fallidos en el plano electoral y ya sin paciencia para esperar otros seis años, el antichavismo rabioso se desplaza hacia su zona de confort: hacerse pasar por víctima ante papá-Estados Unidos, ante mamá-Europa y, como corolario, buscar la complicidad de sus hermanastras, las dirigencias derechistas y ultradederechistas de los demás países latinoamericanos.
Es una maniobra desvergonzada, siniestra. Estos dirigentes saben que el más grave saldo de la violencia postelectoral, los diez muertos del 15 de abril, fueron todos del chavismo, gente humilde (incluso un niño) asesinada en medio de un tsunami de odio, intolerancia, xenofobia y segregación racial y social. Pero son capaces de salir al extranjero a gritar que es a ellos a quienes están matando.
Para lograr que esa vil infamia tenga alguna credibilidad cuentan primero que nada con el perverso trabajo previo de su aparataje mediático. Las diez muertes han sido silenciadas por la misma “prensa libre” que también corre al exterior a mostrarse como pobre víctima de arteros ataques. Esos fallecimientos no ocurrieron porque la maquinaria comunicacional de la derecha así lo decidió. Si hubiese un mínimo de honestidad informativa, cada vez que uno de estos embajadores de la antipatria llegara a otro país a presentarse como un perseguido político, al menos algún periodista le preguntaría: “…Así que los están reprimiendo con mano dura, pero ¿qué me dice de las personas asesinadas por militantes opositores el 15 de abril?”.
Dirán algunos que esto de viajar por el mundo para presentarse como gente que huye de un rrrrégimen oprobioso, no es algo nuevo en la oposición. Es cierto, pero esta vez podrían tener mejores oportunidades de lograr la masa crítica mundial contraria al gobierno revolucionario. Eso es así, en primer lugar, porque el margen de ventaja en las elecciones presidenciales fue menor que el habitual y tal circunstancia les ha permitido reforzar su tesis del país dividido; y es así -sobre todo- porque el comandante Hugo Chávez ya no está acá para dirigir la batalla en ese escenario planetario, donde él era una estrella indiscutible.
No hay que tomarse a la ligera el peregrinaje internacional opositor. Es cada día más evidente que todas las fuerzas de la contrarrevolución mundial se están alineando detrás de las falsas denuncias de fraude y represión, y eso le da alas a la oposición en su afán de generar en breve un clima insostenible, un grado de ingobernabilidad, un río revuelto en el que –finalmente- puedan tener una buena pesca. De allí a que lo logren, hay un trecho, pero nadie puede dudar de que están empujando en esa dirección.
Síntoma inequívoco de la arremetida derechista mundial que se viene encima de Venezuela es la declaración de Barack Obama haciéndose eco de los lloriqueos de la oposición acerca de una supuesta ola represiva y blandiendo la matriz de opinión del fraude, al hablar de la necesidad de unas “elecciones limpias”. Un gesto concreto como ése en boca del presidente de EE.UU. no es producto de la casualidad, sino la expresión de una estrategia que está llegando a uno de sus puntos culminantes.
No está de más recordar que en los últimos años cada vez que Washington ha “denunciado” maltratos a la oposición de algún país cuyo gobierno le resulta incómodo, lo siguiente ha sido una guerra civil, con las fuerzas golpistas armadas hasta los dientes y toda la prensa mundial diciendo que son unos heroicos “rebeldes”. Libia y Siria son ejemplos vivos. Como decía el gran líder revolucionario, citando a Jesús: "El que tenga ojos que vea".
Clodovaldo Hernández
(clodoher@yahoo.com)
Tomado de Paz con Dignidad
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