La presidenta y candidata del Partido de los Trabajadores, Dilma Rousseff, hace campaña acompañada del ex mandatario Luiz Inácio Lula da Silva ayer en Sao PauloFoto Xinhua |
Oficialmente, en Brasil la campaña electoral llegó a su fin. El
jueves por la noche terminaron los programas en radio y televisión, se
realizó el último debate, y hoy los candidatos se dedicaron a recorrer
calles y ciudades en un esfuerzo descomunal por captar votos indecisos,
robar votos a los adversarios y consolidar los ya conquistados.
Claro que una cosa es lo que dice la ley y otra lo que ocurre en la
vida real: hasta en la misma entrada de las secciones electorales se
seguirán pidiendo votos. Todavía queda mucho trabajo por delante: son 11
candidatos a presidente buscando seducir a 143 millones de electores,
que votarán en 530 mil urnas electrónicas distribuidas por 5 mil 570
municipios, y serán observados por miles de fiscales de la Justicia
Electoral y decenas de miles de representantes de los partidos.
Uno de los pioneros en el mundo en adoptar las urnas electrónicas,
Brasil, conocerá los nombres de los elegidos alrededor de las nueve de
la noche del domingo. Es cuando se sabrá si Dilma Rousseff se religió o
será necesaria una segunda vuelta.
Hoy fue un día de intensas negociaciones entre bastidores. En la
campaña de Dilma Rousseff, emisarios de su partido, el Partido de los
Trabajadores (PT), negocian con sus aliados. Todo dependerá de los
resultados en las provincias, pero los estrategas de Rousseff quisieron
anticiparse y evitar eventuales secuelas de disputas locales, donde el
PT disputa gobernaciones con partidos de la alianza nacional. Al mismo
tiempo, la campaña de relección realiza fuertes intentos de movilización
de última hora, con la tenue esperanza de que Dilma liquide el asunto
este domingo.
En la vereda de enfrente la pelea es otra: Marina Silva, del PSB,
trató de detener su caída, que se acentuó drásticamente en las pasadas
tres o cuatro semanas. Ya Aécio Neves –del mismo PSDB del ex presidente
Fernando Henrique Cardoso, de José Serra y de Geraldo Alckmin, los dos
últimos derrotados de manera contundente por el PT en las pasadas
presidenciales– buscaba formas de crecer con fuerza suficiente para
arrollar, de último momento, a Marina Silva y disputar la segunda vuelta
con Rousseff. Sus oportunidades son las mismas que las de Dilma de
lograr una victoria mañana: muy pequeñas.
También entre Marina y Aécio hubo, en días recientes, intenso
intercambio de emisarios con un solo objetivo: obtener el apoyo del otro
en una segunda vuelta. La principal característica del electorado que
votará por Aécio Neves y su programa de corte netamente neoliberal es
ser anti-PT, no importa quién sea el postulante. Es un voto considerado
sólido, y será su principal capital político si logra pasar a la segunda
vuelta.
El voto por Marina Silva es volátil. Buena parte de su
electorado es igualmente anti-PT, pero con una característica: son
antiguos electores del partido que se sintieron defraudados,
principalmente a raíz de los escándalos de corrupción. Y esos son votos,
según los estrategas de Rousseff
recuperables. Otra parte, que se dejó ilusionar por el discurso de
nueva políticacon que ella se lanzó en la campaña, ya empezó a fluir hacia Dilma.
Analistas indican que la mayoría de los votos perdidos por la
candidata que es una mezcla de evangélica estricta y ambientalista
radical volvieron a Dilma. Marina Silva, quien supo adueñarse de parte
substancial de los que antes oscilaban entre votar blanco y nulo, perdió
adeptos en partes iguales para Dilma y Aécio. Quedó leal a sus promesas
mesiánicas parte del electorado joven, urbano y de clases media y alta,
además, claro está, del electorado evangélico.
Lo que se discutió en días recientes es cuál de los adversarios le
conviene más a Rousseff. Dentro (y fuera) del PT hay dos líneas de
análisis. Están los que creen que será más fácil derrotar a Silva, por
la fragilidad de su discurso y por su carencia de una estructura
política capaz de fortalecer su candidatura, y están los que creen que
le conviene volver a la polarización PT-PSDB, que resultó en tres
victorias seguidas para su partido.
Por las dudas, el ex presidente Fernando Henrique Cardoso, principal
referente del PSDB, optó por una salida lateral. Él, que se había
mantenido en discreto pesimismo mientras Aécio se desplomaba en los
sondeos, volvió ahora con fuerza total. Dice que no importa quién llegue
a la segunda vuelta con Dilma: lo fundamental es que estén unidos.
Existe una razón para ese llamado a una insólita alianza (los dos
candidatos se tirotearon ferozmente hasta ahora): si Marina pasa a la
segunda vuelta y sale victoriosa, no tendrá equipo y estructura para
gobernar. Será la hora y la oportunidad del PSDB de volver a ocupar
espacios de poder. Pero si va Aécio Neves a la segunda vuelta, será de
inmensa importancia contar con el respaldo de Marina Silva y su
electorado.
Como se recordará, en 2010 ella logró casi 19 millones de votos en la
primera vuelta. Y en la segunda, cuando Dilma enfrentó a José Serra,
optó por declararse
neutral. Esa postura ayudó a Dilma a aplastar a Serra con los votos perdidos de su adversaria.
Henrique Cardoso quiere evitar la sombra de un fantasma, el de la derrota.
Eric Nepomuceno
Especial para La Jornada
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