Y sigue adelante la estafa del F-35. Aunque todavía está lejos de
ser operativo, Washington está imponiendo a sus aliados la compra de
ese avión de guerra. Y de paso también obliga a esos aliados a renunciar
a sus propias industrias aeronáuticas nacionales. En Italia,
el gobierno de Matteo Renzi no escapa a esa regla. Washington está
obligándolo a comprar grandes lotes de ese avión de guerra, que
ni siquiera existe todavía. Haciendo caso omiso del astronómico costo
del F-35, el gobierno de Renzi se pliega a las órdenes de Washington y va a dejar la factura a sus sucesores.
Como el avión de guerra F-35, el gobierno de
Matteo Renzi también parece tener la capacidad de ser furtivo –o sea de
escapar a la vigilancia de los radares. Este gobierno se comprometió en
septiembre, mediante una moción del Partido Democrático a «reexaminar todo el programa del F-35 para aclarar las críticas y costo con el objetivo final de dividir por dos su presupuesto»,
o sea de 13 000 millones de euros a 6 500 millones. Con esa cifra,
según nos dicen, se podría comprar –además de 6 ya adquiridos– una
veintena de F-35.
Al mismo tiempo, la ministra de Defensa Roberta Pinotti se ha dejado
ver en lo que constituye una serie de maniobras destinadas a desviar la
atención. En marzo declaró sobre los F-35 que «se pueden hacer reducciones, se puede revisar». En julio juró, ante los problemas técnicos del F-35, que «Italia no comprará nada que no sea más que seguro para los pilotos». Y en octubre anunció «el compromiso para la adquisición de otros dos F-35».
La orden de compra a nombre de Italia fue emitida por el Pentágono,
que además concluyó el 27 de octubre de 2014 un acuerdo con Lockheed
Martin (el contratista principal) para la compra de otros 43 ejemplares
del F-35 (49 para Estados Unidos, 4 para Gran Bretaña y Japón y 2 para Noruega, Israel e Italia.
Pero podemos hacer un cálculo aproximado si sabemos que el
presupuesto del Pentágono prevé para el año fiscal 2015 (que comenzó el
1º de octubre de 2014) una asignación de 4 600 millones de dólares para
la compra de 26 F-35, o sea 177 millones de dólares (equivalentes
a 140 millones de euros) por cada avión. Lockheed afirma que a medida
que aumente la producción irá disminuyendo el precio de cada avión. Pero
no dice que, como sucede con todos los sistemas de armas, el F-35 necesitará constantes modernizaciones que elevarán el precio de la inversión.
La misma compañía confirmó –mientras escribíamos este artículo– que «Italia recibirá 90 F-35A de despegue y aterrizaje convencionales y varios F-35B de despegue corto y aterrizaje vertical». Estos últimos, adaptados para su uso en el portaviones Cavour
y en operaciones de asalto anfibio, son mucho más costosos aún. Como
Roma no ha desmentido el comunicado de Lockheed, es evidente que el
gobierno italiano avanza simultáneamente en dos planos: por un lado
mantiene por debajo de la mesa el compromiso con Washington de comprar
90 F-35 a un precio aún no precisado y por otro lado
se compromete con el parlamento a dividir por dos el presupuesto final
para esos aviones apostando a que el pago de la compra no será hasta
dentro de varios años y a que las promesas de hoy podrán anularse mañana
invocando la necesidad de garantizar la «seguridad» del país.
Lockheed Martin subraya además el hecho –ampliamente ignorado en el
actual debate– que Italia no sólo es comprador sino también, con más de
20 empresas, productora del F-35 y que «en cada F-35 fabricado habrá partes y componentes “Made in Italy”». La participación de Italia en el programa del F-35 es presentada como un gran negocio pero no se dice que mientras los miles de millones que reportan los contratos por el F-35 van a los bolsillos de las empresas privadas, las astronómicas sumas destinadas a su compra salen de los fondos públicos.
Y tampoco se dice cuánto cuestan los pocos empleos creados en esa
industria de guerra. En el complejo Faco di Cameri, con 20 fábricas y
una superficie de medio millón de metros cuadrados –instalación que
ha costado a Italia casi 1 000 millones de euros– trabajan menos de
1 000 empleados, cifra que según Finmeccanica pudiera llegar a 2 500
cuando el complejo esté trabajando a plena capacidad.
Pero Lockheed es optimista y afirma que «el complejo de Cameri
puede garantizar un significativo apoyo operativo a la flota de la flota
de F-35 del área europea, mediterránea y del Medio Oriente».
En otras palabras, el desarrollo de Cameri depende del desarrollo de
las guerras de Estados Unidos y la OTAN en esa parte del mundo.
por
Manlio Dinucci
Red Voltaire
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