No oyen sino a ellos mismos (Juan Liscano, poeta venezolano, 1914-2001)
Ha pasado once años desde el último golpe de Estado en Venezuela pero
que fue detenido rápidamente por la voluntad popular, sin embargo,
durante todo este tiempo la extrema derecha beligerante, confiando en
Dios pero siguiendo al Diablo, ha estado juntando fuerzas y esperando el
momento para poner fin al Proyecto Bolivariano de Hugo Chávez y a la
Revolución del Siglo XXI.
Claramente contaban con el apoyo tácito e implícito de los Estados
Unidos pero, no lo pudieron hacer mientras estaba vivo Hugo Chávez, que
fue un líder extraordinario, un fenómeno único en la historia moderna de
la lucha por la independencia e integración latinoamericana. Al morir
el líder de la Revolución Bolivariana, confiaron que por fin había
llegado la hora de actuar.
Mucho antes de las elecciones del 14 de abril pasado supieron que los
chances de su candidato Henrique Capriles Radonski de ser elegido eran
muy escasos. Entonces pusieron en marcha un plan de desestabilización
socio económico del país con la ayuda incondicional de los medios de
comunicación nacional e internacional. Así comenzó la guerra mediática
contra el candidato bolivariano Nicolás Maduro en la que han participado
activamente Globo Visión, Venevisión, sus 32 diarios y 284 emisoras
radiales que se dedicaron a la demonización del chavismo y a la denuncia
del próximo fraude electoral. Todo esto fue coordinado por los amos de
la prensa globalizada que a su vez empezó a propagar desinformación y
rumores sobre la realidad venezolana para preparar a la opinión pública
mundial a la necesidad de futura injerencia internacional en el país
para “preservar la democracia”.
Los globalizadores no han escatimado esfuerzos y dinero para ayudar a
la oposición, tanto en la campaña electoral como después de las
elecciones. No se sabe cuánto ha recibido y está recibiendo actualmente
Henrique Capriles y su Mesa de Unidad Democrática (MUD) desde Washington
para hacer caer el Proyecto Bolivariano. Solamente podemos imaginarlo
al acordarnos del apoyo financiero de casi mil millones de dólares que
brindó Estados Unidos a la oposición en Rusia en los primeros cuatro
meses de este año, sabiendo perfectamente que no existen condiciones
para los disidentes rusos de tumbar el gobierno de Vladimir Putin. Pero
en el caso de Venezuela la situación cambia pues se trata de la mayor
reserva petrolera en el mundo en la región que sigue siendo, según
palabras del secretario de Estado John Kerry, “el patio trasero”
norteamericano y precisamente en el lugar donde la oposición es
extremadamente activa y potente.
Hasta los intelectuales, como el Premio Nobel de Literatura, Mario
Vargas Llosa se han sumado a esta guerra avisada contra el chavismo,
aunque éste siempre fue un acérrimo enemigo de Chávez. El escritor
peruano, nacionalizado español declaró que le daba “tristeza el nivel
intelectual del gobierno, cuyo jefe de Estado silva, ruge o insulta
porque no sabe hablar”. Advirtió también que “una fiera malherida es más
peligrosa que una sana pues la rabia y la impotencia le permiten causar
grandes destrozos antes de morir. Ese es el caso del chavismo”. No se
sabe a base de qué datos o cálculos llegó a la conclusión Mario Vargas
Llosa de la inminente muerte del Proyecto Bolivariano. Quizás este
portavoz intelectual de los globalizadores iluminados sepa algo que
desconoce la mayoría de los venezolanos o posiblemente es simplemente
producto de su imaginación neoliberal.
Ya se sabía con anticipación la reacción de la oposición al anunciar
el Consejo Nacional Electoral (CNE) los resultados del escrutinio del 14
de abril pasado que dieron una victoria ajustada pero legítima a
Nicolás Maduro de sólo 1.47 por ciento lo que se expresa en unos 225.000
votos. Inmediatamente Henrique Capriles Radonski presentó dos recursos
de nulidad, uno por fraude electoral y el otro contra unas 5.000 mesas
de sufragio donde emitieron su voto más de 2,2 millones de votantes.
Tampoco le pareció suficiente a Capriles la audición por el CNE del 54
por ciento de los votos y el actual reconteo del restante 46 por ciento.
Ha estado inventando cualquier pretexto para no reconocer su derrota
teniendo a su favor la actitud de Washington que simplemente desconoció
la victoria de Nicolás Maduro.
La tarea de la oposición venezolana, que es un simple instrumento del
dominio de la Casa Blanca, será seguir pautas de su patrón, Barack
Obama que simplemente decidió no reconocer al gobierno de Maduro
declarando que “el pueblo venezolano merece determinar su propio destino
libre de la clase de prácticas que ya se han desterrado en gran parte
de América Latina”. A la vez su secretario de Estado, John Kerry
precisó ante una comisión del Senado que Estados Unidos simplemente no
reconoce al gobierno de Maduro. Igual lo hizo el vicepresidente Joe
Biden usando el mismo pretexto de una supuesta ausencia de las
elecciones libres y del fraude electoral.
A ninguno de estos fieles servidores de las transnacionales ha
importado el hecho de que durante las últimas 18 elecciones en
Venezuela jamás se ha detectado algún fraude y que el sistema
electrónico para el conteo de votos es el más avanzado en el mundo con
tres niveles de protección, según el Centro Carter del ex presidente de
Estados Unidos Jimmy Carter, quien confirmó este hecho varias veces.
Tampoco tomaron en cuenta las declaraciones de especialistas en
estadística, como el economista y co-director del Center for Economic
and Policy Research, Mark Weisbrot, quien al analizar la probabilidad
del error en la auditoría del conteo de las 20,825 máquinas que se usan
en Venezuela y el voto marcado en el papel depositado por cada votante
será uno para cada 25,000 millones de millones de votos.
Si todos estos estudios y conclusiones no le importan a Washington,
entonces es fácil de entender la persistencia de Capriles en denunciar
persistentemente que “a mí me robaron las elecciones” y no importa que
carezca de pruebas. Lo que vale es la consigna de Washington de no
reconocer al gobierno de Maduro. Inspirado en el apoyo externo el
candidato frustrado ordenó una ofensiva fascista a sus huestes el mismo
14 de abril: “Descarguen su arrechera a lo largo y ancho del país”. Como
resultado, sus seguidores desataron el 15 y 16 de abril pasado una ola
de violencia que dejó como saldo 13 simpatizantes del chavismo
fallecidos y 78 heridos. También cinco grupos armados de oposición
quemaron 11 edificios públicos donde funcionaban centros de atención
médica y cinco sedes del Partido Socialista Unificado de Venezuela
(PSUV). También agredieron a una vice ministra y a13 periodistas de los
medios de comunicación comunitarios y alternativos.
Posteriormente se produjeron nueve cacerolazos en los barrios de
ricos en Caracas y el 30 de abril los congresistas de oposición
provocaron una gresca en la sede de la Asamblea Nacional entrando
algunos de ellos con el casco de motociclista al recinto para provocar
una pelea y así demostrar la ilegalidad e ilegitimidad del gobierno de
Maduro. Por supuesto que todos los medios de comunicación tanto
nacionales como extranjeros que forman cadena globalizada no vieron la
violencia y las víctimas. Todo era una ficción o en el mejor de los
casos suposición que los “desesperados chavistas atacaron a los
opositores que exigían democracia y justicia”.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la
Organización de Estados Americanos (OEA) no pronunció al respecto ni una
palabra y cómo pudo haberlo hecho si el 68.6 por ciento del presupuesto
de la OEA proviene de los Estados Unidos. Igual quedaron calladas el
resto de las organizaciones internacionales de los derechos humanos. La
Iglesia Católica venezolana y en especial, la Conferencia Episcopal
siempre ha sido enemiga acérrima de Hugo Chávez y del chavismo, y desde
su púlpito ha estado propagando durante más de una década la
intolerancia contra el Proyecto Bolivariano. Y qué se puede esperar de
esta institución con el Papa Francisco o cualquiera si es que el 40 por
ciento de su recaudación anual tiene el origen norteamericano también.
Lo santo y justo es simplemente reemplazado por lo diabólico y lo
injusto.
Con aliados tan poderosos y con la cobertura mediática tan
avasallante que jamás en la historia de Venezuela tuvieron políticos
como Rómulo Betancourt, Rafael Caldera o Carlos Andrés Pérez, hasta un
candidato mediocre, como Henrique Capriles Radonski, tiene chances de
convertirse en un ilustre político. Y no importa que no sepa improvisar,
que no tenga capacidad de discurso, ni chispa ni garra, al punto que le
tuvieron que prohibir sus consejeros nacionales y extranjeros declarar
espontáneamente a cualquier medio. Lo más importante es que sepa
obedecer a sus amos transnacionales, lo que está haciendo a perfección.
El encargo que recibió consiste en la consabida fórmula
norteamericana y que hace años realizó Henry Kissinger en Chile de
Salvador Allende: “hacer chillar la economía” y a la vez estimular los
conflictos con odio, desestabilización de la vida productiva en el país,
acaparamiento de alimentos, la especulación, aumento del crimen, del
miedo y la muerte. Para eso el gobernador del Estado Miranda tiene sus
paramilitares que en su debido tiempo no supo extirpar Hugo Chávez.
En 2004 fueron detenidos en una de las fincas de su estado 140
paramilitares armados colombianos. Sin embargo, el bueno de Hugo Chávez
quiso mostrar su amistad a su enemigo jurado Álvaro Uribe y los soltó.
Pero precisamente Álvaro Uribe junto con el ex presidente de España,
José María Aznar han sido promotores de Capriles que les facilitaron a
sus paramilitares instructores colombianos e israelíes. Por algo la mano
derecha de Capriles, Antonio Ledesma fue recibido en mayo de 2012 por
el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, el director de la Mossad,
Tamir Pardo y varios altos dirigentes militares del Tzahar (Fuerzas de
Defensa, IDF).
No todo está avanzando como quisiera la oposición y sus promotores a
nivel internacional. La comitiva encabezada por el otro estrecho
colaborador de Henrique Capriles, Leopoldo López, no logró el apoyo
esperado en Argentina, Uruguay, el Brasil y el Perú, declarando su
dirigente al retornar que “Brasil, Perú, Argentina y Uruguay se venden a
Venezuela”. Tampoco a la oposición le está resultando su táctica de
crear la imagen de existencia de un gobierno paralelo al de Maduro, es
decir el de la oposición. El gobierno legítimo actual está tomando
rápidamente serias medidas para resolver el problema de debastecimiento
de los productos básicos y el retorno de la calma a las calles de las
urbes venezolanas y en especial, Caracas a través del Plan Patria. Se
espera que en los próximos días la situación económica se resuelva
debido a los nuevos incentivos al sector productivo y en especial, al
agrícola y los nuevos contratos comerciales en relación a los productos
de alimentación con el Brasil, Argentina y el Uruguay.
Sin embargo, mientras exista apoyo interno y externo, la oposición
seguirá tramando un futuro golpe de Estado. El gobierno de Maduro no
puede bajar la guardia y tendrá que apelar más a la ayuda del poder
popular. Los chavistas han avanzado mucho en lo social y esto es
reconocido por las Naciones Unidas e inclusive por el Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial. Su debilidad es el contexto ideológico
y la falta de concientización de su pueblo para hacer avanzar el Plan
de Buen Vivir.
Tampoco tienen que olvidar que el enemigo nunca duerme y que de
acuerdo a varios prestigiosos politólogos rusos y entre ellos Pavel
Prianikov, que opina que después de terminar con el Plan Siria, “el
próximo país para atacar y provocar una revolución a colores podría ser
Venezuela. Su petróleo y su mar son de gran tentación”.
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