Mientras Washington declara que «Israel tiene derecho a defenderse de los ataques lanzados por una organización terrorista de Gaza»,
asegurando sin embargo que está trabajando simultáneamente con los
palestinos y con los israelíes para evitar la escalada del conflicto.
Bruselas emite una «firme condena» contra el lanzamiento de cohetes desde Gaza hacia Israel y «deplora» las víctimas civiles de los ataques aéreos que Israel efectúa «en respuesta».
Roma expresa la misma posición e insiste en la necesidad de «retomar el proceso de paz».
El problema es que para eso habría que interrumpir primero el proceso
de guerra, en el que Estados Unidos y las grandes potencias europeas
desempeñan un papel de primer plano.
Los cazabombarderos que están bombardeando Gaza son F-16 y F-15
entregados a Israel por Estados Unidos (más de 300, además de otros
aviones y helicópteros de guerra) con miles de misiles y bombas
teleguiadas con sistemas satelitales y laser. Como bien señala el
Servicio de Investigación del Congreso de Estados Unidos (ver el
documento que aparece al final de este artículo), Washington se ha
comprometido a entregar a Israel, durante el periodo 2009-2018, una
ayuda militar ascendente a 30 000 millones de dólares a la que la
administración Obama agregó más de 500 millones para el desarrollo de
sistemas anticohetes y antimisiles.
Israel dispone en Washington de una especie de caja que le permite
adquirir en cualquier momento todo tipo de armas estadounidenses, entre
las cuales figuran 19 aviones de guerra F-35 a un costo de 2 700
millones de dólares. Y, en caso de necesidad, también puede utilizar el
poderoso armamento almacenado en el «Depósito estadounidense de urgencia en Israel».
En comparación, el armamento que poseen los palestinos los pone en la
situación de una persona que, hallándose bajo el fuego de un tirador
armado con un fusil de largo alcance con mirilla telescópica, trata de
defenderse con fuegos artificiales de feria.
Israel recibe además una ayuda constante de las grandes potencias europeas. Alemania le entregó 5 submarinos clase Dolphin
(2 de ellos gratuitamente), a los que se agregará próximamente otro
más, y ya serán 6. Esos submarinos han sido modificados para que puedan
lanzar misiles crucero de largo alcance equipados con ojivas nucleares,
los Popeye Turbo –derivados del Popeye estadounidense– capaces de alcanzar un objetivo a 1 500 kilómetros de distancia.
Italia, por su parte, está entregando a Israel los primeros de los 30 aviones M-346
de entrenamiento militar avanzado, fabricados por Alenia Aermacchi
(Finmeccanica), que también pueden utilizarse en misiones de ataque
contra objetivos terrestres en situaciones de combate real.
La entrega de esos aviones de guerra es sólo una pequeña parte de la
cooperación militar italo-israelí, institucionalizada mediante la Ley 94
del 17 de mayo de 2005. Esa ley implica a las fuerzas armadas y la
industria militar de Italia en una serie de actividades sobre las cuales
nadie –ni siquiera en el Parlamento– recibe información. La Ley 94
estipula, en efecto, que tales actividades esta «sometidas al acuerdo de seguridad»
y son por consiguiente de carácter secreto. Como Israel posee armamento
nuclear, la alta tecnología italiana puede así ser utilizada en secreto
para potencializar las capacidades de ataque de los vectores nucleares
israelíes. Y también para hacer más letales aún las armas «convencionales» que las fuerzas armadas de Israel utilizan contra los palestinos.
La cooperación militar entre Italia e Israel se intensificó cuando,
el 2 de diciembre de 2008 –sólo 3 semanas antes de la operación israelí «Plomo fundido» contra Gaza–, la OTAN ratificó el «programa de cooperación individual» con Israel. Ese programa incluye:
intercambio de información entre los servicios de inteligencia,
conexión de Israel al sistema electrónico de la OTAN,
cooperación en materia de armamento,
aumento de las maniobras militares conjuntas.
En ese marco se incluye «Blue Flag», la mayor maniobra
de guerra aérea realizada en Israel, con la participación, en noviembre
de 2013, de Estados Unidos, Italia y Grecia. «Blue Flag» sirvió
para integrar a la OTAN la fuerza aérea de Israel, que nunca había
participado en maniobras conjuntas de la alianza atlántica. Hasta
entonces los pilotos israelíes sólo habían participado en maniobras de
carácter nacional, como la organizada en Decimomannu, con la fuerza
aérea de Italia.
La fuerza aérea de Israel, subraya el general Amikam Norkin, está
experimentando con nuevos procedimientos para potencializar sus
capacidades «aumentando hasta en 10 veces el número de objetivos que pueden ser retenidos [como blancos] y destruidos».
Y eso es lo que se está haciendo en este momento en Gaza, también con la cooperación de Italia.
Manlio Dinucci
Fuente
Il Manifesto
Tomado de Red Voltaire
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