La justicia alemana abre mañana el juicio por terrorismo contra la
neonazi Beate Zschäpe, única superviviente del grupo Clandestinidad
Nacionalsocialista (NSU) cuyos asesinatos de inmigrantes delataron un
fracaso policial en toda regla frente a la ultraderecha.
Zschäpe,
de 38 años, comparecerá ante la Audiencia Territorial de Múnich entre
medidas de seguridad extremas, con esposas en las manos y los tobillos,
para responder del asesinato de ocho turcos y un griego, de 2000 a 2007,
así como de una agente policial.
Se trata de la primera vez que
se aplica el término terrorismo a asesinatos de la ultraderecha en
Alemania, a lo que se suma el hecho de que no ha trascendido nada de las
declaraciones de la acusada en los sucesivos interrogatorios policiales
a que se la ha sometido.
Será así el primer contacto directo
con la procesada, cuyo rostro ha llenado las portadas de todo el mundo y
en medio de las sucesivas polémicas que han envuelto el caso, incluida
la exclusión inicial de medios turcos del juicio, país de origen de ocho
de sus víctimas.
Zschäpe ingresó en prisión preventiva el 8 de
noviembre de 2011, cuando se entregó a la policía tras incendiar la casa
donde había convivido con los otros dos miembros de la NSU, Uwe
Böhnhard y Uwe Mundlos.
Sus dos compañeros habían aparecido
muertos cuatro días antes en una autocaravana, en lo que inicialmente se
consideró un doble suicidio de dos delincuentes acosados por la policía
tras atracar un banco.
En esa casa parcialmente destruida de
Zwickau (este del país) se encontraron las pistas y el arma con que
habían muerto asesinados nueve inmigrantes en distintos puntos del país,
así como macabros vídeos donde el grupo se jactaba de sus crímenes.
Salió
a relucir lo que la canciller Angela Merkel calificó de "vergüenza para
Alemania". Es decir, la revelación tardía de una célula neonazi que
asesinó impunemente a inmigrantes, en distintos puntos del país, sin que
la policía llegara a detenerlos.
No se siguió el rastro de los
asesinatos, que se atribuyeron a ajustes de cuentas entre extranjeros o
crímenes familiares, pese a que un simple cruce de datos habría revelado
que se habían realizado con la misma arma -una Ceska 83 calibre 7,65
milímetros-.
Los tres neonazis se financiaron atracando bancos
y, además de los diez asesinatos que se imputan a Zschäpe, cometieron en
2001 y 2004 dos atentados con bomba en Colonia, con una veintena de
heridos, que también se atribuyeron a extranjeros.
Su primera
víctima fue un vendedor de flores de Nuremberg, al que siguieron otros
ocho comerciantes -desde un sastre a vendedores de frutas y verduras o
cerrajeros- en distintos puntos del país.
Zschäpe será juzgada
junto a cuatro presuntos cómplices de la NSU, cuyos vínculos con otros
ultraderechistas se revelaron tan tardíamente como todo lo que rodea al
caso y en medio de sospechas de inoperancia o encubrimiento policial con
esos círculos.
Será así un proceso en que no solo se juzgará a
la presunta autora de los crímenes racistas que conmocionaron a la
Alemania de Merkel, sino también, aunque indirectamente, la ineficacia o
lasitud de las fuerzas de seguridad frente a la ultraderecha.
Ni
la policía ni los servicios de espionaje cayeron sobre ellos, pese a
que se tenía constancia de las actividades del grupo con tan revelador
nombre desde 1998, año en que pasó a la clandestinidad.
Al
cúmulo de errores, negligencia o connivencia se sumaron la destrucción
deliberada de actas policiales relacionadas con el grupo, ya con Zschäpe
en prisión y sin motivo aparente.
La reacción de Interior
fueron varios relevos en los cuerpos de seguridad y la reorganización de
sus estructuras, vistas las lagunas de coordinación entre los 64
estamentos policiales o de inteligencia del país, repartidos entre los
"Länder" y el Estado federal.
A la cadena de escándalos que
rodearon el caso se sumaron, en la recta final, las demandas ante el
Tribunal Constitucional de medios turcos, que habían quedado fuera del
reparto de acreditaciones entre los 50 puestos previstos para la prensa.
Tras
un largo tira y afloja, se resolvió la cuestión por el procedimiento
del sorteo, cuyo resultado desató nuevas protestas ya que quedan fuera
varios medios alemanes de difusión nacional, en un país donde los
juicios no se transmiten por televisión ni tampoco se pueden seguir por
vídeo en alguna sala vecina de mayor aforo.
EFE
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