La prensa de
Miami, como toda prensa oficial, recurre a las consignas como táctica para
desinformar y confundir, pero actualmente está presenciando la transmutación de
sus estribillos y slogan. En este contexto, hemos visto la transición de un
discurso que acostumbra hacer interminables referencias a la “Dictadura de los
Castro”, a un encumbramiento sistemático de ciertos héroes de papel.
El
surgimiento de un proceso revolucionario en Cuba que abrazó la teoría del
socialismo, se adhirió más tarde, por circunstancias aún obscuras, al criterio
soviético respecto a la organización del Estado y tuvo que enfrentar la furia
de un vecino que evaluaba al Hemisferio más por el cumplimiento de sus órdenes
que por la práctica humanística de sus propósitos, contribuyó al surgimiento de
esquemas y consigna en ambos orillas del Estrecho de la Florida.
El
gobierno de La Habana fue acuñado en Miami como la “Dictadura de los Castro”.
Estados Unidos de América fue bautizado como “el imperialismo”. Ambos términos
esconden realidades capaces de distanciar, aun a los más estudiosos, de los
criterios de certeza y especialmente de la categoría de verdad.
El
tiempo fue borrando las características dictatoriales de un proceso que el
propio líder de la Revolución tildó en su momento de “Dictadura del
Proletariado”, haciéndose eco de dudosos esquemas aplicados con ligereza desde
los mismos comienzos de la llamada Revolución Bolchevique en la Rusia de los
zares.
La
diferencia entre la Cuba de aquella época y el presente, es la flexibilidad
social y la tolerancia política.
En
la medida que la agresividad militarizada de Washington en contra de Cuba, ante
las presiones internacionales no ha tenido más remedio que concentrar sus
esfuerzos, exclusivamente en su vieja estrategia de presiones diplomáticas y
desinformación periodística, con el objetivo de distorsionar las realidades de
la Isla, el gobierno cubano ha podido desentenderse un poco de la represión
militar y como consecuencia, el Estado cubano también ha cedido sutilmente en
la represión social.
La
respuesta de Washington ante estas nuevas realidades no se ha hecho esperar y
el Departamento de Estado ha concentrado sus recursos en favorecer a
determinadas personas que dicen estar en desacuerdo con el Estado cubano y por
lo tanto claman por un cambio de Poder.
Como
bien dice el refrán, “siempre aparece un roto para un descocido” y para hacerle
honor al mismo, algunos avispados sin más banderas que las Leyendas del Dorado
que les llegan del Norte, entre los numerosos aunque no mayoritarios cubanos
que desdicen del gobierno, han aparecido quienes buscan su carta de
presentación internacional y un adecuado financiamiento que profesionalice sus
labores y sobre todo hagan más placenteros sus estilos de vida.
Hace
veinticinco años, en medio de la agresión militar permanente estadounidense,
ninguna de estas personas, que en realidad claman por el derrocamiento del
gobierno y no por el legítimo derecho de ser contraparte administrativa de un
Estado que no entienden, con raras excepciones, no se hubieran atrevido a
convertirse en voceros de un movimiento que en Cuba, hasta hoy, no tiene
aceptación popular.
Hay
dos posiciones esencialmente diferentes en el mundo social y político de las
naciones. Uno es la oposición a la administración del Estado y otra su
descalificación.
El
primero implica ser parte del Poder, o sea de las fuerzas que impulsan
determinado tipo de práctica política, materializada en un tipo de Estado,
mientras el otro clama por un Poder diferente, que por definición debe
materializarse en otro tipo de Estado.
Esto
nos lleva a plantear que en todo medio hay opositores del gobierno, lo cual
implica partes pertenecientes a un mismo Poder, como es el caso del Partido Republicano
y el Demócrata en Estados Unidos, pero también en nuestras sociedades convulsas
existen los adversarios del Estado.
En
Cuba ambas posiciones florecen, aunque la que desafía al Estado, precisamente
por reclamar el regreso a un sistema cuestionado hoy en todos los países, lo
integran solamente grupos marginales. Sin embargo, la prensa controlada por los
intereses estadounidenses, refleja exclusivamente a los adversarios del Estado
y nunca mencionan las múltiples posiciones no oficialistas que ocupan un lugar
en el escenario político, tienen aceptación y disfrutan de especial
receptividad por parte del gobierno, mezclándose por momento con sus
instituciones.
A
Estados Unidos no le interesa aceptar que en la nueva etapa del proceso cubano,
se van definiendo perfiles de una oposición que se engarza cada día mejor en
una organización social de amplia participación. Un tipo de oposición que se
van perfilando dentro de prácticas de Estado que cobran forma acelerada a la
luz de las nuevas experiencias.
Esto,
que aún no constituye una experiencia clara y definida se ha venido perfilando
en el devenir de los últimos diez años.
Aprovechando
la nueva realidad han aparecido estas personas, las cuales por las circunstancias
bélicas forzadas que sostiene infantil y criminalmente Estados Unidos de
Norteamérica, han podido obtener cobertura internacional y disfrutar generosos
dividendos salidos del Departamento de Estado a través de USAID, pagados con
los impuestos de quienes vivimos en este país.
Estas
personas, al llegar a la ciudad de Miami encuentran acogida entre los pocos que
aún proclaman la continuación del bloqueo y son amplificados por los medios
periodísticos donde aún no es posible que participen otras opiniones y sobre
todo, una mayor cantidad de periodistas profesionales y honorables.
Como
siempre ocurre con una prensa acostumbrada a convertir virtualmente elefantes
en mariposas, ahora encumbran el diletantismo de estas personas, presentándolos
como héroes de papel.
Así
lo veo y así lo cuento.
Hay
muchos que lo ven de igual modo pero no quieren decirlo o no pueden o no se
atreven.
Lorenzo
Gonzalo, periodista cubano residente en
EE.UU., Subdirector de Radio Miami.
Enviado por el autor a: Martianos-Hermes-Cubainformación
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