Estudiantes del Colegio Normal 3 de La Plata eran secuestrados hace
38 años por efectivos a las órdenes del entonces jefe de la Policía
bonaerense, el coronel Ramón Camps, en la denominada “Noche de los
Lápices”. Las víctimas eran militantes que habían participado en la
movilización que un año antes había conseguido la implementación del
Boleto Estudiantil Secundario (BES).
En agosto de 1976, la dictadura decidió suspender este beneficio con el propósito de identificar a los referentes del movimiento estudiantil que había encabezado este reclamo.
Así consta en un documento de inteligencia titulado “La Noche de los
Lápices”, que años más tarde fue hallado en dependencias de la Policía
bonaerense, y en el cual el comisario mayor Alfredo Fernández describe
las acciones que se debían emprender contra estos jóvenes, “integrantes
de un potencial semillero subversivo”.
La noche del 16 de septiembre -en coincidencia con el aniversario 21
del golpe de Estado que derrocó a Juan Domingo Perón- se inició un
operativo conjunto de efectivos policiales y del Batallón 601 de
Ejército para capturar a nueve jóvenes que tenían entre 16 y 18 años.
La mayoría de ellos integraba la Unión de Estudiantes Secundarios
(UES), una agrupación de superficie que estaba ligada a la organización
Montoneros.
Claudio De Acha, María Clara Ciocchini, María Claudia Falcone,
Francisco López Muntaner, Daniel Racero y Horacio Ungaro eran arrancados
de sus domicilios en la primera jornada de esa acción criminal.
En tanto que el 17, los represores apresaban a Emilce Moler y
Patricia Miranda, que estudiaba en el Colegio de Bellas Artes de La
Plata.
Cuatro días después era detenido Pablo Díaz, quien formaba parte de
las Juventud Guevarista, un grupo vinculado al Partido Revolucionario de
los Trabajadores.
Todos fueron conducidos al centro clandestino de detención conocido
como Arana, donde se los torturó durante semanas, y luego se los
trasladó al Pozo de Banfield.
Moler y Díaz recuperaron la libertad tras permanecer varias semanas
cautivos e ilegalizados en ese centro de detención ubicado en el partido
de Lomas de Zamora.
Miranda también salió con vida de Arana, la trasladaron al Pozo de
Quilmes y finalmente quedó alojada en la cárcel de Villa Devoto, a
disposición del Poder Ejecutivo hasta marzo de 1978.
Gustavo Calotti, que había terminado el secundario un año antes, cayó
en cautiverio el 8 de septiembre, y se lo considera un sobreviviente de
estos hechos, ya que padeció la tortura junto a estos jóvenes.
El resto de estos estudiantes secundarios permanecen aún
desaparecidos y componen la nómina de 232 de adolescentes secuestrados
durante la última dictadura cívico militar.
En 1985, Díaz testimonió en el “Juicio a la Juntas” donde dio cuenta
de sus padecimientos, y en base a sus vivencias, los periodistas María
Seoane y Héctor Ruíz Núñez escribieron el libro “La Noche de los
Lápices”, publicado ese año.
El libro dio origen a una película, que se estrenó en 1987 y se
convirtió en un éxito de taquilla, mientras el Congreso sancionaba la
Ley de Obediencia Debida como consecuencia de la rebelión carapintada
que el teniente coronel Aldo Rico lideró contra el gobierno de Raúl
Alfonsín.
Esa ley impidió en los años ’80 que el comisario Miguel Etchecolatz,
autor material de estos secuestros y desapariciones, enfrentara la
acción de la Justicia.
Tras derogarse en 2003 las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, y
los indultos dictados por el ex presidente Carlos Saúl Menem, se
iniciaron los juicios de lesa humanidad y Etchecolatz recibió sentencias
por varios crímenes.
Al ex policía se lo halló culpable junto a otros 15 represores en el
juicio por los delitos cometidos en el Circuito Camps, un proceso en el
que se investigó el caso de La Noche de los Lápices, además de otros
crímenes perpetrados en los centros clandestinos de detención de La
Plata y zonas cercanas.
Pese al trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF),
los cuerpos de las víctimas aún no pudieron ser identificados.
El ex cabo de la policía Roberto Grillo, que participó en el
secuestro de los estudiantes le confió hace años a la familia Ungaro que
debió “quemar los cuerpos de los chicos”, pero que él no los mató.
En reconocimiento a la lucha de este grupo de jóvenes militantes
desparecidos se conmemora cada 16 de septiembre, desde el 2006 y por
decisión del entonces presidente Néstor Kirchner, el Día de los Derechos
de los Estudiantes Secundarios, un homenaje para que “los lápices sigan
escribiendo” páginas en la tarea de establecer Memoria, Verdad y
Justicia.
TELAM
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