El viejo diferendo entre el gato y el
ratón, que ha alcanzado su máxima expresión en los comics de Tom & Jerry,
ha marcado históricamente los enfrentamientos entre el espionaje y el
contraespionaje. Tal como expresó Tzun Tsu,
en El Arte de la Guerra, “La información no puede obtenerse de fantasmas
ni espíritus, ni se puede tener por analogía, ni descubrir mediante cálculos.
Debe obtenerse de personas; personas que conozcan la situación del adversario.”
Tal es la razón de la existencia misma del espionaje, como una actividad
desarrollada por instituciones, en nombre de un país u organización, cuya
finalidad es la obtención de información sensible o secreta de otra
contraparte. Para lograr ese objetivo se ha hecho presuponer que no valen
recetas preconcebidas, ni escrúpulos y, sobre todo, apego a la legalidad.
Mediante la penetración y la infiltración de agentes, recurriendo a la siembra
de topos, al chantaje y al comprometimiento, el soborno y la explotación de las
debilidades de los funcionarios enemigos, la búsqueda de afinidades ideológicas
en algunos potenciales objetivos a partir de sus convicciones y las apetencias
materiales de otros propensos a la traición, los servicios de inteligencia
acceden a la información que les interesa para conocer las debilidades y planes
de sus enemigos y, sorpresivamente, de algunos que consideran sus amigos. Este
proceso es simple: se basa en un estudio inicial de perfiles de los potenciales
agentes, la fase ulterior de acercamiento a la fuente y su reclutamiento.
Obviamente, cada nación debe protegerse
de estas amenazas y para ello cuenta con sus servicios de contraespionaje, cuya
actividad es impedir que el enemigo obtenga información secreta,
neutralizar redes de espionaje, así como
crear mecanismos de desinformación para confundir a la inteligencia enemiga. Su
trabajo, por supuesto, se sustenta en la
infiltración y penetración de las células de espionaje en su territorio, el
monitoreo de las mismas y de las sedes diplomáticas donde operan centros de
espionaje, la creación de perfiles de los funcionarios de las entidades
gubernamentales con acceso a información sensible y valiosa, así como el
reclutamiento de agentes mediante los mismos métodos que emplea la
inteligencia, tales como sobornos, chantaje, amenazas y otras variantes del
rejuego operativo.
Un aspecto esencial del trabajo de
contraespionaje es esperar el momento oportuno para operar contra una red de
espionaje enemigo. Aquí no valen los apresuramientos y muchas veces es más
beneficioso darle cuerda al ratón para conocer sus intenciones, caracterizarlo
en sus procedimientos y alcances de su trabajo, desinformarlo, que equivale a
usarlo en propio beneficio. Un arresto prematuro de agentes puede dar al traste
con casos de mayor y más peligrosa envergadura y alcance. Por tanto, el trabajo
del contraespionaje requiere sutilezas y paciencia. Al respecto, el propio Tzun
Tsu aclaró en su Arte de la Guerra: “No se puede obtener la verdad de los
espías sin sutileza.”
Un elemento esencial para comprender el
trabajo de los servicios de espionaje y contraespionaje es el de verlos como
instrumentos de la política de cada estado en su exacto tiempo y espacio. Hay
ocasiones en que el gato y el ratón se convierten en enconados enemigos; otros
en que cooperan entre sí por circunstancias específicas e intercambian
información entre ellos ante un peligro foráneo; otras en que el gato es
complaciente con el ratón en correspondencia a un contexto político
internacional en que los intereses son coincidentes. Todo depende de sus
patrocinadores gubernamentales y de sus objetivos en políticas e intenciones de
estado. Al respecto, señaló acertadamente Honoré de Balzac: “Todo poder es una
conspiración permanente”.
Hay ocasiones, sin embargo, en que la
actividad del espionaje consentido puede crear graves problemas a un gobierno,
tal como ha ocurrido a Estados Unidos con la actividad del Mossad israelí en su
territorio. Las alianzas norteamericanas con Israel, la fortaleza del lobby
judío y su influencia en los círculos de poder estadounidenses, así como una
excesiva confianza, le han creado más de
un dolor de cabeza y han puesto en ridículo la eficacia de su contraespionaje.
De hecho, el espionaje consentido del Mossad en EE UU ha despertado muchos
recelos es las esferas gubernamentales norteamericanas por la agresividad,
impunidad y peligrosidad de los servicios de inteligencia israelíes, quienes
han puesto en tela de juicio la vulnerabilidad de ese país en mas de una
ocasión. Tal vez le faltó a Estados Unidos tener más en cuenta aquella vieja y
sabia frase de Benjamín Franklin: “Al elegir un amigo ve despacio, y más
despacio todavía al cambiar de amigos”.
Un hecho reciente, la captura de
treinta espías norteamericanos pertenecientes a la CIA por parte del ministerio
iraní de Inteligencia, todos en realidad vinculados al Mossad israelí, puso de manifiesto la colaboración interagencias
de inteligencia entre ambas naciones. El empleo de los centros de la CIA en las
sedes diplomáticas ubicadas en varios países árabes como los Emiratos Árabes
Unidos, Malasia y Turquía, para reclutar ciudadanos iraníes y de otras naciones
del Medio Oriente, tuvo como soporte al Mossad, pues el mismo se encargó de
cumplir con las fases de selección, acercamiento y parte del reclutamiento de
los mismos. En esta oportunidad, mediante promesas de libre emigración a EE UU
y dinero, se pretendía obtener información sensible sobre las defensas,
finanzas y otros secretos de la
República Islámica de Irán.
En casos como este, los favores se
pagan e Israel tiene bien claro que el objetivo de su espionaje debe ser,
primero que todo, aquellos países que, como Estados Unidos, cuentan con grandes
concentraciones de ciudadanos árabes. Tal fue la razón de que a partir de los
años 60 el Mossad creara abundantes redes de monitoreo en varias ciudades
norteamericanas con la anuencia de la Casa Blanca. Estas redes dedicadas a
espiar a las comunidades árabes también tienen como misión la eliminación
física o el secuestro de potenciales enemigos.
El reciente caso de la captura de los
treinta espías de la CIA y el Mossad no es un hecho aislado. Varios documentos
de Wikileaks dados a conocer el año pasado, y enviados a la CIA, y luego
entregados a sus socios del Mossad, ponen sobre el tapete que las embajadas
norteamericanas en países árabes y musulmanes, emplearon el sistema militar de comunicación SIPDIS
como soporte informativo. En uno de ellos se recoge la propuesta de Meir Dagan
a EEUU, el jefe del Mossad, de un plan para ejecutar un golpe de Estado en Irán
en el año 2007. A pesar de algunas diferencias de interpretación de las
políticas a seguir con respecto a Irán, entre ambos gobiernos prevaleció la
intención de destruir a la Revolución Islámica recurriendo a los tradicionales
mecanismos de subversión interna, apoyo a la contrarrevolución, una guerra
mediática y desinformativa, así como el aislamiento internacional sobre la base
de falsas acusaciones sobre el programa nuclear iraní y una fabricada violación
de los derechos humanos. Para ello, desde luego, coordinaron acciones entre la
CIA y el Mossad.
EL ESPIONAJE CONSENTIDO DEL MOSSAD EN
ESTADOS UNIDOS.
El espionaje consentido del Mossad
dentro de Estados Unidos ha alcanzado ribetes inimaginables desde hace más de
cincuenta años, cuando la inteligencia israelí se planteó monitorear a las
comunidades árabes asentadas en ese país. En diciembre de 2008 fue la propia
inteligencia rusa la que destapó la presencia de redes de Mossad, financiadas
desde 1960 por parte de millonarios de origen judío, entre los que sobresalió
el neoyorquino Bernard Madoff. La captura de Madoff se relacionó con un sonado
caso de espionaje del Mossad que involucró a Larry Franklin, capturado en el 2005 cuando, desde
su puesto como miembro del Pentágono, vendió secretos al AIPAC, el Comité
Estadounidense-Israelí para Asuntos Públicos, grupo de cabildeo dentro del Congreso
y de la Casa Blanca, vinculado estrechamente
al Mossad. Larry Franklin, un analista del Pentágono especializado en Irán y
perteneciente a la Oficina de Asuntos de
Oriente Medio y el Sur de Asia (NESA), encargada de diseñar las políticas del
Pentágono para esas regiones. Este golpe contra los israelíes, por supuesto,
fue parte de una política coyuntural de Obama para deslindarse en apariencia de
la influencia israelí tan predominante en las esferas de poder de Estados
Unidos. Fue, en resumen, el sacrificio de peones en el tablero de ajedrez sin
afectar a las grandes piezas.
Como un antecedente del espionaje
israelí dentro de territorio norteamericano estuvo la captura en 1985 de Richard Smyth, quien fue encontrado
culpable de vender temporizadores nucleares a Israel.
Philip Giraldi, ex funcionario de la CIA,
desmintió los alegatos de Tel Aviv de que actividad del Mossad en EEUU es un espionaje impune
sostenido bajo presión del lobby israelí. De este modo, el Mossad está
espiando en EEUU con impunidad, dijo Giraldi. La captura de Ben-Ami Cádiz en el
2008, luego de permanecer más de veinte años informando secretos militares a
Israel es prueba de ello. Lo sorprendente de este caso es que Ben-Ami Kadish,
ex ingeniero en Picatinny Arsenal en Nueva Jersey, salió luego de pagar una
multa y aún percibe su pensión del Departamento de Defensa. Esta impunidad ha
cobrado realce luego del aumento de las tensiones entre Israel e Irán en los
últimos meses. El Mossad ha tratado, en más de una ocasión, espiar y coaccionar
a ciudadanos árabes en EE UU bajo la fachada de pertenecer al FBI, sobre
todo en grandes urbes como Nueva York y
Nueva Jersey, operando incluso desde la misión de Israel ante las Naciones
Unidas en Nueva York. Está claro de que el FBI tiene las manos atadas para
actuar contra sus falsos agentes israelíes, en una aceptación de una rutina
extendida e ilegal, aceptada incluso por el Departamento de Justicia.
Otro sonado caso de espionaje israelí
involucró a Stewart Nozette, un
científico aeroespacial del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), quien
trabajó en el Laboratorio Nacional Livermore del Departamento de Energía y en
el Centro Goddard de Vuelos Espaciales de la NASA, capturado por el FBI el 20
de octubre de 2009, intentado vender secretos a un agente encubierto que dijo
pertenecer al Mossad. Aunque su culpabilidad quedó demostrada, Nozette confía
en antecedentes anteriores en que espías al servicio del Mossad y del AIPAC,
como Steve Rosen y Keith Weissman, quienes fueron absueltos bochornosamente en
abril de 2009.
Desde 1989 hasta 2006 contaba con
autorización de seguridad de alto nivel y acceso frecuente a información y
documentos vinculados a la defensa nacional, señaló el FBI.
El espionaje del Mossad en EE UU tiene
barbas largas y se ha convertido en un vicio en el stablishment norteamericano.
Uno de los casos más antiguos fue el de Jonathan Jay Pollard, ex analista civil de inteligencia de la
Marina de los Estados Unidos, condenado por espiar para Israel y suministrar a
la LAKAM (Oficina de Operaciones Especiales de Israel) alrededor de 800.000
páginas de documentos norteamericanos clasificados. Condenado a cadena perpetua
en 1987, purga su condena en la penitenciaría federal de Butner, en Carolina
del Norte, identificado como el preso
número 09185-016. Sin ser acusado de traición pues Israel no es enemigo de EE
UU, Pollard ha sido una excepción en el trato con los espías israelíes. Todo
parece haber sido cuestión de rejuegos políticos: el 12 de Mayo de 1998 Israel
aceptó que Pollard era agente del Mossad y le concedió la ciudadanía israelí en
1995, tres años antes. Se sabe también que el AIPAC, y el propio gobierno de
Israel, hacen gestiones para su liberación. Por último, el 4 de enero de 2011
el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, solicitó oficialmente el indulto
de Jonathan Pollard.
También alcanzó notoriedad el caso de
un militar norteamericano, David Tenenbaum, quien en 1997 suministró secretos
militares al Mossad sobre misiles y
vehículos acorazados.
Tal vez la prueba del espionaje
consentido del Mossad en territorio norteamericano la ofreció Susan Lindauer,
un ex contacto de la CIA en Iraq, quien ha lanzado la acusación de que la CIA
tuvo conocimientos previos sobre el ataque en las Torres Gemelas y donde involucra al Mossad en estos eventos del 11
de septiembre de 2001. Para Lindauer, su jefe en la CIA, Kevin Barret, tenía
conocimiento del ataque antes que el mismo tuviera lugar. Las declaraciones de
Lindauer coinciden con documentos oficiales desclasificados del Archivo de
Seguridad Nacional de Estados Unidos, donde se muestra que el gobierno de Bush
planeó la guerra contra Irak casi un año
antes del ataque al World Trade Center. Para eliminar cualquier infidencia de Lindauer, la misma
fue condenada como agente al servicio de Irak, aunque luego fue liberada por
razones de inapropiadas condiciones mentales. Sin embargo, la expulsión masiva de espías israelíes luego de
los atentados fue una respuesta por la falta de cooperación del Mossad de
Israel para impedir la masacre los hechos del 11 de septiembre de 2001. Aunque
el FBI consiguió pruebas al respecto, se sabe que las altas esferas de poder
permitieron luz verde al ataque al WTC.
A principios del año 2006 se pudo
evidenciar una operación dentro de Estados Unidos ejecutada por dos secciones
del Mossad: la Metsada o sección de servicios especiales, encargada de
proyectos de guerra paramilitares y
psicológicos, así como del Lohamah Psichlogit Department (L.A.P.), que llevó al
FBI a realizar amplios interrogatorios a miembros de la prensa
norteamericana sobre sus conocimientos
sobre la existencia de redes de inteligencia israelíes en territorio
estadounidense y sus vínculos con la prensa de ese país, ya que existía una
marcada tendencia a difundir información falseada a favor de Israel. Uno de los
casos fue el de la periodista Judith Miller, experta en desinformar a la
opinión pública por más de una década entre los años 80 y 90. Obviamente, como
en todos los casos, cualquier investigación federal fue saboteada por los
grupos de poder emparentados con el poderoso AIPAC y con la Conferencia de
Presidentes de las Organizaciones Judías más Importantes (CPMJO). El colmo de
la impunidad ha sido la penetración del FBI por agentes del Mossad, tal como
ocurrió con los casos de Richard Perle y Paul Wolfowitz, quienes entregaron
varios dossiers al servicio israelí en 1980. Muchos altos dirigentes del
contraespionaje norteamericano, del Pentágono
y figuras del gobierno como Elliot Abrams, Rubin y Libby en el Consejo
Nacional de Seguridad, el Departamento de Estado y la Oficina del
Vicepresidente, permitieron la impunidad del Mossad.
El nivel de manejo ideológico de la
ultraderecha norteamericana pro israelí se puso de manifiesto cuando creó el Washington Institute for Near East
Policy (WINEP), donde muchos funcionarios del departamento de Estado
norteamericano y del Ministerio de Defensa realizan cursos sobre temáticas
relacionadas con el Oriente Medio. Por si fuera poco, el AIPAC invita a los
nuevos miembros del Congreso de EE UU a un viaje gratuito a Israel para realizar
turismo político.
Otro apoyo de los servicios israelíes
en Estados Unidos, la Zionist Power
Configuration (ZPC), ha ejercido una fuerte influencia dentro del Congreso y en
la Casa Blanca para condicionar la política norteamericana a favor de Israel,
vinculándose a la ultraderecha estadounidense y al Complejo Militar Industrial,
con vistas a bloquear cualquier acuerdo de paz en el Oriente Medio. Para
muchos, hoy por hoy, el poder de ZPC sobrepasa la influencia de AIPAC.
CONCLUSIONES
El hecho de que la política
norteamericana hacia el Medio Oriente se encuentre secuestrada por Israel,
quien ha logrado penetrar los altos estamentos gubernamentales de Estados
Unidos, financiar campañas y sobornar a políticos, militares y jefes de los
servicios de inteligencia y contrainteligencia norteamericanos, así como
controlar el poderoso Complejo Militar Industrial, ha posibilitado la libre
actuación de agentes y oficiales del Mossad y otros servicios israelíes con
total impunidad.
No existe un servicio más activo que
opere en la Unión que el proveniente de Israel. A pesar de los procesos
investigativos llevados a cabo por el FBI y otros órganos de contraespionaje, a
pesar del apresamiento de decenas de espías y redes completas, la justicia
norteamericana los exonera de sus cargos o son simplemente expulsados con total
impunidad. Aquí el gato juega complaciente con el ratón, ofreciéndole siempre
una sonrisa irónica y bonachona.
Este espionaje consentido existe por
obra y gracia de las confabulaciones, alianzas e identidades ideológicas entre
Israel y Estados Unidos. Mientras tanto, Cinco cubanos purgan injustas condenas
en cárceles norteamericanas.
23 de mayo de 2011.
Percy Francisco Alvarado Godoy
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