Estados Unidos acaba de colocar otra vez a Cuba en la lista de
países que patrocinan el terrorismo, lo que suscitó la ira de La Habana que
rechaza una acusación “arbitraria”.
Desde 1982, Cuba forma parte de la lista de las naciones que
patrocinan el terrorismo internacional, que establece el Departamento de
Estado, con la aplicación de diversas sanciones como consecuencia. La
administración republicana de Ronald Reagan decidió incluir la isla por el
apoyo que brindaba a los movimientos revolucionarios de América Latina,
particularmente en El Salvador. En aquella época, el gobierno conservador había
decidido abandonar la política de acercamiento con La Habana que estableció su
predecesor James Carter, el cual estaba a punto de normalizar las relaciones
con Cuba.
En su último informe publicado el 30 de mayo de 2013, Washington
justifica el mantenimiento de La Habana en el grupo que incluye a Irán, Siria y
Sudán, subrayando que “en el pasado, algunos miembros de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC) estuvieron autorizadas a refugiarse en Cuba”.
El informe enfatiza también que “el gobierno cubano sigue protegiendo a
fugitivos buscados en Estados Unidos. El gobierno cubano también proporciona
apoyos como viviendas, bonos alimentarios y atención médica a esos individuos”.
Por fin, el documento alude a la presencia de separatistas vascos en Cuba.1
No obstante, Washington omite resaltar varios elementos
fundamentales que destrozan las distintas acusaciones. En cuanto a las FARC, La
Habana acogió efectivamente a algunos elementos en el pasado. Pero fue Colombia
quien solicitó al gobierno cubano para ello en el marco de negociaciones
destinadas a desembocar en un acuerdo de paz. Así, desde noviembre de 2012,
Cuba es la sede de negociaciones entre representantes de las FARC y del
gobierno colombiano. El informe del Departamento de Estado admite que Cuba
“acoge un diálogo de paz” entre la guerrilla y el Estado colombiano, y señala
que no hay “ningún indicio de que el gobierno cubano proporcione armas o
entrenamiento paramilitar a grupos terroristas”.2
Wayne S. Smith, antiguo embajador estadounidense en Cuba, hizo partícipe
de su incomprensión tras la publicación del informe: “El gobierno colombiano,
lejos de acusar a Cuba de albergar a guerrilleros, saludó varias veces la
contribución de La Habana al proceso de paz”.3
En cuanto a los miembros de ETA, Washington omite señalar también
que La Habana sólo respondió a una petición del gobierno español de Felipe
González de acoger a unos dirigentes, en el marco de negociaciones de paz con
la organización separatista vasca.
Jim McGovern, representante republicano del Estado de
Massachussetts, también expresó su desacuerdo con la decisión del Departamento
de Estado. “No hay ninguna prueba de que Cuba brinde apoyo a grupos
terroristas”, apuntó, recordando que Colombia había saludado a menudo “el papel
constructivo” de la isla en la búsqueda de un acuerdo de paz.4 Anthony Quainton,
embajador al origen de la inclusión de Cuba en la lista de países terroristas
en 1982, también expresó su desaprobación: “Ha llegado el tiempo de retirar a
Cuba de la lista, por nuestros intereses mutuos”.
Del mismo modo, Patrick Ryan, antiguo
embajador estadounidense, autor de los informes sobre el terrorismo entre 2007
y 2009, lanzó un llamado a Washington de poner fin a la estigmatización de La
Habana:
“Como antiguo diplomático americano, autor de los informes sobre
el terrorismo entre 2007 y 2009 […], visité Cuba varias veces en el marco de mi
trabajo. Estoy convencido de que mantener a Cuba en la lista de países que
patrocinan el terrorismo es absurdo y altamente político, particularmente
vistas las evidentes omisiones.
¿Dónde está Corea del Norte, que lanzó ataques contra el sur
durante los últimos años –y que amenazó recientemente con lanzar un ataque
nuclear contra Estados Unidos? […] Ninguna fuente creíble de información afirma
que Cuba representa actualmente una amenaza a nuestra seguridad.
Desde hace demasiado tiempo, una pequeña minoría de políticos
cubanoamericanos dicta la política exterior de Estados Unidos hacia uno de
nuestros vecinos geográficamente más cercanos, y ha utilizado esta lista de
países terroristas altamente cuestionable para justificar el mantenimiento de
un embargo que data de la Guerra Fría.
Curiosamente, esos miembros del Congreso apoyan la libertad de los
cubanos de viajar a Estados Unidos, pero no la libertad de los americanos a
viajar a Cuba, y utilizan la justificación del terrorismo para ello.
El hecho de que algunos miembros del grupo separatista vasco ETA
se encuentren en la isla con la bendición del gobierno español, que los
miembros de las FARC se hallen en Cuba durante las negociaciones de paz
apoyadas por el gobierno colombiano y que varios fugitivos de la justicia
americana –de hecho ninguno de ellos ha sido acusado de terrorismo– hayan
vivido allí exilados desde los años 1979, no son argumentos creíbles para
mantener la acusación […].
Es tiempo de adoptar un nuevo enfoque pues nuestra política actual
anacrónica ha fracasado estrepitosamente desde hace más de medio siglo”.5
Por su parte, el gobierno de La Habana condenó la
instrumentalización de la guerra contra el terrorismo para fines políticos. En
una larga declaración, el Ministerio de Relaciones Exteriores respondió a
Washington:
“Nuevamente, esta decisión bochornosa ha sido tomada faltando de
manera deliberada a la verdad e ignorando el amplio consenso y el reclamo
explícito de numerosos sectores de la sociedad estadounidense y de la comunidad
internacional para que se ponga fin a esa injusticia.
El único propósito de este ejercicio desprestigiado contra Cuba es
intentar justificar el mantenimiento del bloqueo, una política fracasada que el
mundo entero condena.
El Gobierno de los Estados Unidos insiste en mantener esta
designación arbitraria y unilateral, a pesar del desplome total de las
acusaciones ridículas y de los argumentos endebles que tradicionalmente ha
utilizado en los últimos años como excusas para ello […].
El territorio de Cuba nunca ha sido utilizado y nunca se usará
para cobijar a terroristas de ningún origen, ni para organizar, financiar o
perpetrar actos de terrorismo contra ningún país del mundo, incluyendo los
Estados Unidos. El Gobierno cubano rechaza y condena inequívocamente todo acto
de terrorismo, en cualquier lugar, bajo cualquier circunstancia y cualesquiera
que sean las motivaciones que se aleguen.
Por el contrario, el Gobierno de los Estados Unidos emplea el
terrorismo de Estado como un arma contra países que desafían sus intereses,
causando muertes en la población civil. Ha usado aviones no tripulados para
perpetrar ejecuciones extrajudiciales de supuestos terroristas, incluso
estadounidenses, resultado de lo cual han muerto cientos de civiles inocentes.6
El gobierno también acusa a Washington de albergar a terroristas
de origen cubano responsables de varias centenas de asesinatos, algo que
Estados Unidos no niega. Desde 1959, el terrorismo procedente de Estados Unidos
costó la vida a 3.478 cubanos y 2.099 incapacitados. El caso más emblemático es
el de Luis Posada Carriles. Antiguo policía bajo el régimen dictatorial de
Fulgencio Batista, Posada fue reclutado por la CIA en 1961 y se volvió un experto
en explosivos. Es responsable de más de un centenar de asesinatos, entre ellos
el atentado del 6 de octubre de 1976 que provocó la explosión en pleno vuelo de
un avión civil en Barbados, ocasionando la muerte de 73 personas, entre ellas
todo el equipo juvenil de esgrima que acababa de ganar los juegos
panamericanos. También es autor de la ola de atentados terroristas que golpeó
la industria turística cubana entre abril y septiembre de 1997 que costó la
vida al ciudadano italiano Fabio di Celmo y que hizo decenas de víctimas.7
No hay ninguna duda de la culpabilidad de Luis Posada Carriles. En
efecto, los informes del FBI y de la CIA son explícitos al respecto: “Posada y
Bosch orquestaron el atentado contra el avión”.8 Del mismo modo, en su
autobiografía Los caminos del guerrero, reivindica abiertamente su trayectoria
terrorista. Además, el 12 de julio de 1998, Posada Carriles concedió una
entrevista al New York Times en la cual se vanagloriaba de ser la
persona que más atentados realizó contra Cuba, reivindicando la paternidad
intelectual de los atentados de 1997. Según él, el turista italiano “se
encontraba en el lugar equivocado en el momento equivocado”.9
Frente al recrudecimiento de los atentados en los años 1990, Cuba
infiltró a varios de agentes en Florida para impedir la realización de los
proyectos terroristas de grupúsculos de extrema derecha de origen cubano. Tras
reunir un voluminoso informe sobre 64 personas implicadas en actos violentos
contra la isla, La Habana transmitió la información al FBI. En vez de proceder
al arresto de los individuos que pertenecían a organizaciones criminales,
Washington arrestó a los cinco agentes infiltrados en el exilio cubano y los
condenó a penas de prisión que van de 15 años a cadena perpetua, durante un
juicio que denunciaron Amnistía Internacional, las Naciones Unidas y no menos
de diez Premios Nobel.10
La instrumentalización para fines políticos de un tema tan grave
como el terrorismo perjudica la credibilidad del Departamento de Estado,
acusado de cálculo e hipocresía. Por un lado, Washington afirma que lleva una
guerra contra el terrorismo, y del otro ofrece la protección a criminales como
Luis Posada Carriles y sanciona a cinco agentes cubanos cuyo papel era impedir
la realización de atentados contra Cuba. En nombre de la guerra económica e
ideológica que Washington lleva contra La Habana desde hace más de medio siglo,
Estados Unidos no vacila en ubicar en la lista de países terroristas a una
nación cuya principal característica es ser una víctima del terrorismo desde
hace cincuenta años.
Salim Lamrani
1 Unites States Department of State, «Country
Reports on Terrorism 2013», mayo de 2013. http://www.state.
gov/documents/ organization/ 210204.pdf (sitio consultado el 2 de junio de 2013).
5 Patrick Ryan, «Former U.S. Diplomat Patrick
Ryan: Time to Drop Cuba from Terror List», The Hill, 30 de abril de
2013. http://thehill.com/blogs/global-affairs/guest-commentary/296867-former-us-diplomat-patrick-ryan-#ixzz2SnlLc3RR (sitio consultado el 2 de
junio de 2013).
6 Ministerio de Relaciones Exteriores de la
República de Cuba, «Cuba no reconoce al Gobierno de EE.UU. la más mínima
autoridad moral para juzgarlo», Cubadebate, 30 de mayo de 2013.
7[1] Salim Lamrani, Cuba, ce que les médias
ne vous diront jamais, Paris, Estrella, 2009, p. 135-154.
8 Federal Bureau of
Investigation, «Suspected Bombing of Cubana Airlines DC-8 Near barbados, West
Indies, October 6, 1976», 7 de octubre de 1976, Luis Posada Carriles, the
Declassified Record, The National Security Archive, George Washington
University. http://www.gwu.edu/~nsarchiv/NSAEBB/NSAEBB153/19761008.pdf (sitio consultado el 3 de
junio de 2013).
9 Ann Louise Bardach & Larry Rohter, «Key
Cuba Foe Claims Exiles' Backing», New York Times,12 de ulio de 1998.
*Salim
Lamrani, Dr., Profesor universitario, investigador, escritor, especialista
en relaciones Cuba-EE.UU.
Enviado por el autor a: Martianos-Hermes-Cubainformación
No hay comentarios:
Publicar un comentario