Hillary Clinton reconoció que cuando era secretaria del Departamento de
Estado de los Estado Unidos, se encargó de impedir el regreso del
Manuel Zelaya como presidente electo de Honduras luego del golpe de
estado del 28 de junio de 2009.
Con absoluta impunidad, la ex primera dama Hillary Clinton confesó en
su libro "Decisiones difíciles" que en los días posteriores al golpe de
Estado que derrocó el presidente hondureño elegido por mayoría popular,
Manuel Zelaya, se encargó de hablar "con sus colegas de todo el
hemisferio, incluida la secretaria (Patricia Espinosa) en México" con el
objetivo de organizar “rápidamente” unas elecciones que tuvieran como
resultado hacer “irrelevante” “la cuestión de Zelaya”.
"La cuestión de Zelaya era cualquier cosa menos irrelevante”,
continúa Weisbort, pues “líderes de América Latina, la Asamblea General
de las Naciones Unidas y otros organismos internacionales reclamaron
vehementemente su regreso inmediato a la oficina. La posición desafiante
y antidemocrática de Clinton provocó un descenso en las relaciones de
Estados Unidos con varios países de América Latina, algo que ha
continuado hasta la fecha. Se ha erosionado la cálida bienvenida y el
beneficio de la duda que incluso los gobiernos izquierdistas de la
región le habían ofrecido a la recién instalada Administración de Obama
unos meses antes”.
En su libro, la mujer del presidente que hizo famoso al Salón Oval de
la Casa Blanca, y quien pretende ser candidata presidencial en 2016,
sigue insultando a los pueblos latinoamericanos al tratar de "demagogo"
al fallecido presidente venezolano, "un dictador fanfarrón que era más
un estorbo que una amenaza real", o el derrocado hondureño Manuel
Zelaya, una “reminiscencia a la caricatura del hombre fuerte
centroamericano, con su sombrero de cowboy blanco, su bigote negro
azabache y su cariño por Hugo Chávez y Fidel Castro”.
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