Abrumada y sorprendida por el fulgurante desarrollo del Emirato
Islámico, grupo yihadista que ella misma creó, la CIA (Agencia Central
de Inteligencia de Estados Unidos) será objeto de una profunda
reorganización. Pero el problema que actualmente enfrenta la Agencia es
realmente inédito: una retórica inventada por la CIA para justificar la
firma de comunicados reclamando la autoría de atentados terroristas bajo
bandera falsa se ha convertido en una poderosa ideología al entrar en
contacto con una población cuya existencia la inteligencia
estadounidense ni siquiera conocía. Para Thierry Meyssan, la reforma de
la CIA será ineficaz y no permitirá a la Agencia manejar el cataclismo
que ha provocado en el Levante.
En noviembre pasado, la CIA fue incapaz de evaluar la situación
en Siria. Totalmente desorientada por sus propias mentiras, la Agencia
ya no lograba identificar las motivaciones de sus «/revolucionarios/».
Peor aún, ni siquiera pudo determinar de cuánto apoyo disponía la
«/oposición/» ni de cuánto respaldo gozaba la República Árabe Siria.
Este fracaso no ha hecho otra cosa que empeorar, lo cual quedó
demostrado, a finales de febrero de 2015, con el derrumbe del Movimiento
de la Firmeza (Harakat Hazm), el ejército oficial de la CIA en Siria [1
]. Por supuesto,
la vida sigue su curso y la CIA ya reagrupó sus fuerzas en el seno de
una nueva formación, bautizada como Frente del Levante (Shamiyat Front).
Con la creación de al-Qaeda, y posteriormente al crear el Emirato
Islámico (Daesh), la intención de la CIA era tener a su disposición
cierta cantidad de mercenarios que utilizaría en la realización de
misiones que ella misma no podía reconocer como propias. Pero la Agencia
nunca imaginó que los civiles podían llegar a tomar en serio la
fraseología barata que sus expertos inventaron para redactar los
comunicados de esos grupos yihadistas. De hecho nadie dio importancia al
galimatías de Osama ben Laden, cuando afirmaba que la presencia de los
militares no musulmanes de la OTAN en suelo saudita, durante la
operación «/Tormenta del Desierto/», era un sacrilegio que exigía
reparación. Es imposible encontrar en el Corán algo que justifique
aquella maldición. Y los mercenarios de al-Qaeda no tuvieron
ningún escrúpulo en luchar junto a la OTAN en Bosnia-Herzegovina y en
Kosovo. Así que no parecía que hubiese razones para creer que ahora
sería de otra manera.
Sin embargo, ya en el momento de la guerra contra la Yamahirya Árabe
Libia, observé que algunos mercenarios de al-Qaeda parecían realmente
deseosos de volver al modo de vida de «/los tiempos del Profeta/»… en el
siglo VII. Al menos ese era el caso en el oscuro emirato islámico que
Abdelkarim Al-Hasadi gobernaba en Dernaa. Pero no se trataba para ellos
del siglo VII levantino, cristiano y donde no se hablaba árabe.
Ni siquiera se referían al siglo VII francés del rey Dagoberto sino al
siglo VII de la Península Arábiga, con una sociedad estancada en el
tiempo y que se componía –según el Corán– de beduinos ladinos y crueles
que el Profeta se esforzó por convertir y apaciguar.
Posteriormente, durante la guerra contra la República Árabe Siria,
observé que los sirios que apoyaban a al-Qaeda (y que hoy apoyan el
Emirato Islámico), sin mediar en ello móviles financieros, eran todos
miembros de familias muy numerosas cuyas mujeres no estaban autorizadas
a controlar su fecundidad. La división que iba apareciendo en el país
no era de carácter político, en el sentido moderno de la palabra.
La ideología de los civiles que apoyan a los yihadistas se resume
al deseo de retornar a una época de orígenes míticos, la de los
camelleros de una Arabia de la Edad Media. Y la CIA, que provocó
la aparición de esa “ideología”, no supo entender la fuerza de lo que
estaba fabricando ni seguir su expansión.
Ni siquiera se trata en este caso del clásico boomerang que regresa y
golpea a quien lo lanzó, dado que el Emirato Islámico no se ha vuelto
contra la CIA. Se trata más bien de la transformación de un grupúsculo
terrorista en un Estado y del triunfo, entre algunos sectores de la
población, de una retórica ridícula.
La CIA se ve ahora ante el problema de todas las administraciones.
Su modo de organización, que le valió en el pasado numerosas victorias
en diversas regiones del mundo, ya no funciona porque la Agencia no ha
sabido adaptarse. Organizar un golpe de Estado y manipular las masas
para que apoyen una organización terrorista son dos cosas muy diferentes.
Es por esa razón que, el director de la CIA, John Brennan, ha anunciado,
al cabo de 4 meses de consultas internas, una completa reestructuración
de la Agencia.
Hasta ahora, la CIA se componía de
• La Dirección de Inteligencia, encargada de analizar la información y
los datos obtenidos;
• La Dirección de Operaciones, rebautizada Servicio Clandestino,
encargada del llamado “espionaje humano”;
• La Dirección de Ciencias y Tecnología, especializada en el trabajo
vinculado a la información científica y de carácter técnico;
• La Dirección de Apoyo, encargada de manejar el personal, la entrega de
equipamiento y del financiamiento.
El personal de la CIA se distribuía en función de sus capacidades:
los intelectuales en la Dirección de Inteligencia, los “duros” en la
Dirección de Operaciones, los “estudiosos” en la Dirección de Ciencias y
Tecnología y los organizadores en la Dirección de Apoyo. Por supuesto,
cada Dirección dispone además de colaboradores con perfiles diferentes
para poder garantizar su trabajo pero, esquemáticamente, cada Dirección
correspondía a un perfil humano bien definido.
Los documentos revelados por Edward Snowden confirman que la CIA es la
agencia de inteligencia más grande del mundo, con un presupuesto de
14 700 millones de dólares en 2013 –el doble del presupuesto total de la
República Árabe Siria. Sin embargo, la CIA es sólo una más de las
16 agencias de inteligencia que existen en Estados Unidos.
En pocas palabras, con todo ese dinero y todas esas “habilidades”,
la CIA estaba dispuesta a vencer la URSS, que acabó por derrumbarse sola
–sin ayuda de la Agencia– hace más de 25 años.
Para hacer avanzar la Agencia, John O. Brennan ha decidido generalizar
el modelo del Centro Contraterrorista, creado en 1986 en el seno de la
Dirección de Operaciones, un modelo ultrasofisticado que incluso ha
aparecido públicamente en la serie de televisión /24 horas/. Esta unidad
multidisciplinaria hizo maravillas para responder instantáneamente a
todas las preguntas que se le planteaban. Es capaz de identificar una
persona, localizarla y eliminarla en un tiempo ínfimo, para
gran regocijo de la Casa Blanca. Y ya sabemos que el presidente Obama
visita diariamente su bunker subterráneo para señalar los blancos de sus
drones y ordenar el asesinato de quien a él le parece oportuno asesinar,
cuando a él le parece y donde a él le parece.
Según John Brennan, se trata ni más ni menos que de hacer entrar la
inteligencia –o el espionaje– en la era de las nuevas tecnologías,
los ordenadores y los satélites. Para ello la Agencia tendría que
someterse a una rápida restructuración alrededor de 16 Centros “a cargo”
de cada región del mundo y de diferentes objetivos generales.
Pero ¿cómo habría podido el Centro Contraterrorista darse cuenta de que
una fraseología infantil se transformaría en una poderosa ideología?
El éxito del Emirato Islámico proviene, en primer lugar, del apoyo de
los Estados que lo respaldan, de su armamento y de su dinero. Pero
el apoyo que ha encontrado entre ciertos sirios no tiene nada que ver
con el Corán ni con la lucha de clases. Es la rebelión de un modo de
vida que está desapareciendo, de una sociedad violenta y dominada por
los hombres contra un modo de vida donde se respeta a las mujeres y
se abre la puerta al control de la natalidad. En Europa,
esa transformación se produjo con el éxodo rural y las dos Guerras
Mundiales, sin dar lugar a guerras suplementarias. El Irán del imam
Khomeiny la realizó, a inicios de los años 1980, con rotundo éxito y
poco a poco se extendió por el mundo árabe hasta tropezar con el Emirato
Islámico. Se trata, por consiguiente, de un conflicto que no tiene nada
que ver con la divergencia teológica entre chiitas y sunnitas.
Los próximos acontecimientos son perfectamente previsibles.
Como siempre, los estadounidenses creen poder resolver el problema
recurriendo al progreso tecnológico y van tratar de entender
la situación en el «/Medio Oriente/» con un enorme despliegue de medios
informáticos.
Pero ¿cómo podría Estados Unidos, nación fundada hace apenas 2 siglos,
entender el enorme cataclismo que ha desatado en el seno de la
civilización más antigua del mundo? ¿Cómo podrían los estadounidenses
–desde su posición de bárbaros adinerados– y los beduinos del Golfo
“organizar” pueblos que son civilizados desde hace 6 milenios?
Porque es precisamente ahí donde reside el secreto del Levante. Se trata
de una región donde residen gran cantidad de pueblos diferentes,
que tienen cada uno su propia historia, su propia lengua y su propia
religión y que hablan además una misma lengua vernácula y colaboran
todos en mantenerla viva [2
]. Los nasseristas y
los baasistas trataron de convertir ese mosaico en una fuerza política
única. Quisieron conformar una «/nación árabe/» con pueblos
mayoritariamente no árabes. Un sueño del que sólo subsiste hoy en día…
la «República /Árabe/ Siria». Ese es el proyecto político que el Emirato
Islámico está atacando. Esa es la civilización que hoy se ve amenazada
por los civiles que apoyan a Daesh.
Mientras que los Estados monoétnicos resultan fáciles de conquistar,
los pueblos del Levante han aprendido con el tiempo que su diversidad y
su imbricación los hacen invencibles. Es precisamente por eso
que protegieron a los sobrevivientes de un mundo antiguo, sobrevivientes
que hoy se rebelan contra ellos y los minan desde adentro.
¿Cómo podía anticipar la CIA que jóvenes europeos, igualmente
nostálgicos de aquellos tiempos antiguos, se unirían por decenas de
miles al Emirato Islámico para oponerse a la marcha del tiempo y
destruir obras de arte milenarias?
En 2006, la derrota israelí en Líbano mostró como unos cuantos
ciudadanos resueltos eran capaces de hacer fracasar el ejército
más sofisticado del mundo. El hombre ya se impuso a las máquinas. Es un
error creer que el progreso técnico es un criterio de civilización,
creer que las computadoras permitirán entender algo e incluso dominarlo.
Lo que pueden hacer, en el mejor de los casos, es contener gran cantidad
de información, clasificarla y sintetizarla. La reorganización de la CIA
permitirá a esa agencia estadounidense de espionaje responder
las preguntas del momento, pero no predecir el futuro.
Estadounidenses y europeos son incapaces de reconocer que los pueblos a
los que ayer imponían su tutela colonial han logrado salir de su atraso
técnico, mientras que ellos mismos siguen sin salir de su propio atraso
en materia de civilización. Hoy se ven por tanto ante sus propios
límites y han perdido toda capacidad de influencia sobre el cataclismo
que involuntariamente han suscitado.
por Thierry Meyssan
Tercera Información
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