El Centro Simon Wiesenthal
acaba de cerrar una etapa del siglo XX al dar por muerto al último
jerarca nazi que todavía podía seguir en libertad: el capitán de las SS Alois Brunner,
responsable de la deportación de al menos 128.000 personas a los campos
de exterminio. “Nos ha llegado información de que murió en Siria hace
unos cuatro años”, señala por teléfono Efraim Zuroff,
principal investigador del centro. Según los nuevos datos que maneja,
Brunner se instaló en Damasco en los años cincuenta y fue asesor del
presidente Afez el Asad.
La fuente de estos nuevos datos es un miembro de los servicios
secretos alemanes que conoce muy bien los movimientos de los nazis en
Oriente Próximo. Brunner estaría enterrado en Damasco. El centro
dedicado a la persecución de criminales de guerra nazis, que actualmente
tiene en marcha la llamada Operación Última Oportunidad, destinada a
capturar a los últimos ejecutores del Holocausto vivos, considera que
está muerto al 99%, aunque no puede confirmar al 100% la información
porque no tiene pruebas materiales de su fallecimiento.
Considerado uno de los lugartenientes de Adolf Eichmann, el que fuera
el ejecutor de la Solución Final (sobre el que Hannah Arandt escribió
su famosa frase de la “banalidad del mal”), fue el responsable de la
deportación de 128.000 personas en cuatro países europeos: Austria,
Grecia, Eslovaquia y Francia, donde fue el jefe del campo de Drancy, el
lugar desde el que los judíos franceses eran deportados a Auschwitz para
ser asesinados. En 2001, fue condenado a cadena perpetua en ausencia en
París por la deportación de 352 niños en el verano de 1944. Así le
define el centro de información sobre el Holocausto que mantiene el
Museo de la Tolerancia: “El Hauptsturmführer de las SS Alois Brunner perteneció al pequeño grupo que ayudó a Adolf Eichmann a llevar a cabo la Solución Final”.
La versión francesa de Slate cita entrevistas concedidas por
Brunner en los años ochenta. En una explica que abandonó Alemania hacia
Egipto en 1954 con un falso pasaporte y que finalmente acabó en Siria. En otras espeluznantes declaraciones, al Chicago Sun-Times, aseguró: “Los judíos merecían morir. No tengo remordimientos. Volvería a hacerlo”.
El Centro Simon Wiesenthal recuerda
que el Mossad logró enviarle dos cartas bomba, en 1961 y 1980, a causa
de las que perdió un ojo y la mano izquierda. También le relaciona con
la llamada Red Gehlen, formada por antiguos jerarcas nazis que fueron
utilizados por Estados Unidos para espiar a la URSS. Este episodio del
final de la II Guerra Mundial, hasta ahora poco conocido, es objeto de
un libro de investigación, recientemente publicado en EE UU con críticas
muy positivas: The nazis next door. How America Became a Safe Haven for Hitler's Men, de Eric Lichtblau.
Guillermo Altares
El País
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