El día 16 de noviembre del 2008, el entonces recién electo
presidente estadounidense, Barack Hussein Obama, concedió su primera
entrevista de prensa. El escenario escogido fue el programa de
televisión de la cadena CBS “60 Minutos”. Allí, ante millones de
televidentes estadounidenses y otros tanto cientos de millones a lo
largo del mundo, se escucharon algunas promesas del mandatario
afroamericano en materia de política exterior.
Parte de ese compromiso de campaña y discursivo de Obama, al momento
del triunfo, remitía a que Estados Unidos bajo su administración de
gobierno, no cometería los errores de su antecesor George W. Bush y
haría efectiva dos medidas apenas tomara posesión de la Casa Blanca el
día 20 de enero del año 2009: reunirse con sus asesores de seguridad
nacional y con los responsables militares para diseñar un plan que
permitiera el retiro de las tropas desplegadas en Irak y en segundo
lugar ordenar el cierre de la cárcel militar de la Base de Guantánamo.
Esta última decisión se enmarcaba en las acusaciones al gobierno
estadounidense y al ejército de ese país de torturar a cientos de
prisioneros en el enclave colonial de Guantánamo. En ese territorio
radica una Base militar y Naval de Estados Unidos a contrapelo de la
soberanía cubana y donde instalaron una cárcel, para detener allí a los
sospechoso de actividades terroristas de la organización Al Qaeda, tras
los atentados del 11 de septiembre del año 2001 en Nueva York y
Washington. La prisión, alberga en la actualidad a 149 detenidos (llegó a
albergar a 600 prisioneros) 79 de los cuales han sido declarados
liberables.
La cárcel de Guantánamo representaba, según Obama, la más seria
amenaza a la credibilidad de Estados Unidos como una democracia
defensora de los derechos humanos. Resultaba, por tanto, intolerable e
inaceptable, para el presidente norteamericano, que la “mayor democracia
del mundo” fuera acusada de permitir torturas contra prisioneros a los
cuales se acusaba de terrorismo pero cuyos juicios y supuestos actos
criminales, en la gran mayoría, no había sido demostrados, habían sido
obtenidos bajo apremios físicos y sicológicos, con largos años privados
de libertad, sufriendo condiciones de confinamiento por largos períodos y
condiciones de habitabilidad bajo temperaturas sofocantes con uso de
métodos de interrogatorio absolutamente prohibidos por todas las
convenciones internacionales. Una cárcel que merecía críticas de
organismos internacionales en defensa de los derechos humanos e incluso
líderes de opinión dentro de los propios Estados Unidos.
En ese panorama de inmoralidad, Obama planteó a inicios de su primer
período presidencial esa percepción. Ello implicaba transitar hacia el
cierre del recinto y trasladar los presos a territorio estadounidense
continental, acelerar procesos judiciales de aquellas personas que
quedaría demostrado, tras largos años de encierro, que eran inocentes e
incluso pensar en enviar parte de esos prisioneros a sus países de
origen para que fuesen juzgados allá. Obama sostuvo que “como parte de
un esfuerzo para restaurar la autoridad moral de Estados Unidos cerraré
Guantánamo. He dicho reiteradamente que Estados Unidos no tortura y me
aseguraré que no torturamos”.
Tras seis años de gobierno, terminado su primer período presidencial y
reelecto, bajo las mismas promesas anteriores, el análisis en materia
de cumplimiento de compromiso de este Premio Nobel de la Paz, Barack
Obama, demostró, no sólo el absoluto desprecio a la palabra empeñada,
sino también que este presidente está sujeto a los designios y
decisiones, no de la sociedad estadounidense, sino del aparataje del
complejo militar-industrial estadounidense, que es quien define qué se
hace en materia de política exterior, que favorezca los intereses
geoestratégicos de esta superpotencia. Obama no sólo ha incumplido la
palabra dada, lo seguirá haciendo pues está absolutamente imposibilitado
políticamente, de lograr su ideario tras la intervenciones,
principalmente en Libia y Siria, además de Irak, con su fracasada
política del Leading From Behind.
En el mes de enero de este año 2014, como parte de un mensaje a la
nación, Obama reiteró la intención de cerrar la prisión de Guantánamo y
reubicar aquellos prisioneros que aún permanecen en este recinto – 149
hombres, principalmente de Afganistán, Paquistán y yemenitas - y
reubicar aquellos presos que aún permanecen en este recinto.
Ante esa idea el Congreso norteamericano estableció una serie de
frenos legales, para evitar así que Obama cerrara la cárcel,
trasladarlos a Estados Unidos y juzgarlos allá o enviarlos a otro país.
Desde 2009, 18 países de todo el mundo han acogido a un total de 48
detenidos, reduciendo la lista al actual número de 149 prisioneros.
Desde la apertura de este campo de torturas 600 prisioneros de guerra de
un total de 35 nacionalidades, han pasado parte importante de sus vidas
privados de libertad. Este cronista señalaba a medios de comunicación
en esa oportunidad que “Doce años desde que se instaló la prisión ilegal
de Guantánamo y cinco desde la promesa de Barack Obama respecto a que
la cerraría. Nuevamente se promete cerrar una cárcel considerada una
vergüenza para el mundo, una vergüenza para los Estados Unidos y, sobre
todo, que sigue siendo el peor ejemplo del peor atentado a los derechos
humanos que puede cometer una nación”
En el mes de abril del 2014, nuevamente Obama volvió a la carga
señalando que su intención era cerrar Guantánamo como recinto
carcelario. En las clásicas palabras de quien dirige la mayor economía
del mundo, ni siquiera hizo mención la carácter inhumano de esta Cárcel
sino que debería ser cerrada porque “Guantánamo es cara y es ineficaz,
daña nuestra imagen internacional y reduce la cooperación con nuestros
aliados en los esfuerzos antiterroristas además de ser una herramienta
para el reclutamiento de extremistas” pero, las fatuas palabras de Obama
reflejaban simplemente un discurso vacío, carente de verdaderas
intenciones, sobre todo si recordamos que el mismo mandatario es el
autor de una orden Ejecutiva, para preservar el sistema de detenciones
indefinida de Guantánamo sin que haya sido derogada.
Glenn Greenwald abogado constitucionalista estadounidense,
columnista, bloguero y escritor daba luces sobre estas expresiones de
Obama, más voladores de luces que una realidad “Obama debería reunir el
coraje político necesario para enfrentarse al Congreso en el tema de
Guantánamo. Si su Secretario de Defensa es incapaz de certificar un
traslado en condiciones difíciles, Obama conserva la capacidad para
trasladar prisioneros con una exención de seguridad nacional, una
potestad que nunca ha utilizado… Mantenerles en Guantánamo a causa de su
nacionalidad va en contra de la justicia… Obama parece haber tirado la
toalla sobre Guantánamo. En enero, cerró la oficina del enviado que
estaba al frente de los esfuerzos para cerrar la instalación. Ahora, el
ejército estadounidense está invirtiendo en un cable de fibra óptica
hasta la base y planeando cuidados médicos especialidades para detenidos
de edad. Eso sugiere que algunos van a seguir allí el resto de su vida
natural”
Pese a la denuncia permanente de las atrocidades cometidas por la CIA
y las fuerzas militares estadounidenses, la Base sigue abierta y
efectivamente representa un enorme gasto para los contribuyentes
norteamericanos, pues cada interno le cuesta al presupuesto estatal unos
800 mil dólares al año contra los 35 mil con los que se mantiene un
preso en los establecimientos penitenciarios en la Unión. Pero, más allá
de ese gasto, ¡allá ellos que se gasten su dinero!!!! el que sea
utilizado para encerrar, torturar, vejar y violentar los derechos
humanos de decenas de presos políticos es una aberración que hay que
condenar con todas nuestras fuerzas.
por Pablo Jofré Leal
(Continúa...)
Fuente: Rebelión/HIspantv
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